La memoria puede ser un cementerio
Me pregunto qué ha sido de los barcos
y qué de las barcazas de Conflans-Saint Honorine,
pendientes del desguace,
de algún destino fijado en oficinas
que acaso las convierta en hierro viejo,
en parte de otra cosa o en recuerdo
de lo que fue el verano de hace unos treinta años.
Había sol, tus hijos que eran chicos,
las mesas con manteles, me dijiste.
Después todos volvimos y en la radio
sonaba Buxtehude. Bach,
anuncia el locutor,
con veinte años y en otoño,
viajó desde Arnstadt, en Turingia,
cuatrocientos kilómetros a pie
para llegar a Lübeck,
un puerto en el norte de Alemania,
el más occidental que hay en el Báltico,
para escuchar a su colega, al que admiraba.
Aquello fue en octubre de 1705,
el año en que Barcelona fue sitiada,
en que Isaac Newton fue nombrado caballero
y el gobernador portugués Veiga Cabral
quemó la fortaleza de Colonia,
que por un tiempo quedó en manos españolas.
¿Te acordás cuando cruzamos a Colonia?, preguntaste.
¿Te acordás de cuando fuiste polizón en el velero?
Recuerdo a los marinos de Bretaña,
también recuerdo a Armel, su hombro dislocado,
el médico que vino y era gordo.
Barcos, barcazas y veleros,
Buxtehude,
recuerdos pendientes del desguace.
[inédito]
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Foto: Jorge Fondebrider en algún lugar de Europa, 2023. Gentileza del autor
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)
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