TRENES
TRENES
Más tarde, en otra ciudad de tantos campanarios, oí un tañido.
Era la torpe nostalgia de los viajantes
el vino que nunca tomo,
los barrios de los que siempre escapo,
la calidez malvada de la gente.
Nostalgia, dije, o fiebre. No hay mejor irlandés
que el de la Tierra del Fuego,
mejor inglés que el de Bombay o Alejandría,
mejor argentino que el de la Europa culta, arrogante
frívola y tirana.
Como nosotros, ciega.
Fue sólo el tiempo, la ingenuidad,
el gusto de cruzar una frontera:
cualquiera sabe que las cosas ocurren en todos lados
con nombres igualmente evocadores.
Nombres que uno siempre se repite
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