¿Las cosas prometen acogerse
a los cueros licenciosos
de una cebra
y en ellos reflejarse
comprensibles
fetiche rastrero?
¿Las cosas y sus predicativos,
el suburbio y las estaciones intermedias,
sus noble e indivisa composición
material,
por lo menos en aire y pelusas,
que sólo el ojo ve:
-el ojo ciego/no ciego/ manchado,
drogón/overo/valetudinario/
un tanto padeciente como padecido/
isla, distorsión, malaventura-,
se someten, por afuerita nomás,
al contumaz observador que cree
y nos quiere bajo su pata,´
creedora y no creyente,
pero que es objetado
por los cráteres del raciocinio,
oh,
y las apariencias?
¿Y la voz?
¿Y el aburrido y temporal
curso gusanoso
que nos impone rienda y bozal,
la ruina riente
llamada vida,
es un aguaite lechoso
o piedras arrojadas
que se suspenden en el aire
y nunca terminar por caer
en esta noche irrespirable
y encimada,
feroz?
¿Así lo vio Arcesilao
en el oscuro calabozo
y en las dulces praderas de Beocia
donde pastaban gordas ovejas
y cabras chinchudas?
- Inédito -
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