jueves, 25 de mayo de 2023

Eavan Boland (Dublin, Irlanda, 1944 - 2020)

 

Dos poemas




Fuera de la historia
 
 
Son forasteras, siempre. Estas estrellas -
estos indicios de hierro de un enero irlandés,
cuya luz ocurrió
miles de años antes
de nuestro dolor; están, siempre han estado
fuera de la historia.
Mantienen su distancia. Debajo de ellas queda
un lugar donde descubriste
que eras humano, y
un paisaje en el que sabes que eres mortal.
Y un tiempo para elegir entre ellas.
He elegido:
Fuera del mito en la historia me muevo para ser
parte de ese calvario
que es la oscuridad
que sólo ahora me alcanza desde esos campos,
esos ríos, esos caminos cuajados como
firmamentos con los muertos.
Que lento mueren
mientras nos arrodillamos a su lado, susurrándoles al oído.
Y llegamos demasiado tarde. Siempre llegamos demasiado tarde.
 
 


La tierra perdida 
 

Tengo dos hijas.
Son todo lo que siempre quise de la tierra.
O casi todo.
También quería una parcela de terreno.
Una ciudad atrapada entre colinas. Un río urbano.
Una isla en su elemento.
A la que pudiera llamar mía. Mía propia.
Y lo digo en serio.
Ahora son grandes y están lejos.
y la memoria misma
se ha vuelto una emigrante,
vagando en un lugar
donde el amor se disfraza de paisaje.
Donde las colinas
son los colores de los ojos de un niño,
donde mis hijas son distancias, horizontes.
A la noche,
al borde del sueño,
puedo ver la orilla de la bahía de Dublín,
su extensión rocosa y su muelle de granito.
¿Es esto, digo
lo que debieron haber visto,
al retirarse en el barco del correo en el crepúsculo,
sombras cayendo
sobre todo lo que tuvieron que dejar?
¿Y que amarán para siempre?
Y luego
me imagino a mí misma
en la barandilla de ese barco
buscando la última imagen de una mano.
 
 

En  New Collected Poems, W. W. Norton & Company, Nueva York, 2009
Traducción de Jorge Fondebrider


Foto: Eavan Boland/Stanford News Service/The Washington Post


Outside history 

These are outsiders, always. These stars -
these iron inklings of an Irish January,
whose light happened
thousands of years before
our pain did; they are, they have always been
outside history.
They keep their distance. Under them remains
a place where you found
you were human, and
a landscape in which you know you are mortal.
And a time to choose between them.
I have chosen:
out of myth in history I move to be
part of that ordeal
who darkness is
only now reaching me from those fields,
those rivers, those roads clotted as
firmaments with the dead.
How slowly they die
as we kneel beside them, whisper in their ear.
And we are too late. We are always too late.
 


The Lost Land 

I have two daughters.
They are all I ever wanted from the earth.
Or almost all.
I also wanted one piece of ground.
One city trapped by hills. One urban river.
An island in its element.
So I could say mine. My own.
And mean it.
Now they are grown up and far away
and memory itself
has become an emigrant,
wandering in a place
where love dissembles itself as landscape.
Where the hills
are the colours of a child’s eyes,
where my children are distances, horizons.
At night,
on the edge of sleep,
I can see the shore of Dublin Bay,
its rocky sweep and its granite pier.
Is this, I say
how they must have seen it,
backing out on the mailboat at twilight,
shadows falling
on everything they had to leave?
And would love forever?
And then
I imagine myself
at the landward rail of that boat
searching for the last sight of a hand.
 
 
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)

 

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