martes, 31 de marzo de 2015

Leopoldo María Panero (España, 1948 - 2014)


EL ENMASCARADO



Oh, dónde estás Hombre Enmascarado
en qué galaxia tu nombre ha encallado
lucha, lucha contra el mal
porque la felicidad del hombre es la guerra
Hombre Enmascarado qué amenaza
se cierne sobre tus espaldas
mientras los hombres ríen de ti
oh, pobre Enmascarado de ti se ríen los hombres
qué culpa tiene el pigmeo, el elefante y el tigre
de que Occidente sea cruel
y sobre la cruz disparen
en la selva.

domingo, 15 de marzo de 2015

Nicanor Parra (Chile, 1914 - 2018)

 

Ojo con el evangelio de hoy



Ojo con el evangelio de hoy
el que habla no sabe
el sabio chino se mantiene en silencio
más de 3 sacudidas es página
2 paralelas que se cortan siempre
constituyen matrimonio perfecto
río que fluye contra su propia corriente
no llegará jamás a feliz término
todo está permitido
libertad absoluta de movimiento
claro que sin salirse de la jaula
2+2 no son 4:
fueron 4:
hoy no se sabe nada al respecto



miércoles, 4 de marzo de 2015

Antonin Artaud



EL TIEMPO DONDE EL HOMBRE ERA UN ÁRBOL


El tiempo donde el hombre era un árbol sin órganos ni función,
Pero de voluntad
Y árbol de voluntad que avanza
Volverá.
Ha sido y volverá.
Pues la gran mentira ha sido hacer del hombre un organismo
Ingestión, asimilación,
Incubación, excreción
Lo que existía creó todo un orden de funciones latentes
y que escapan
Al dominio de la voluntad
deliberadora
La voluntad que decide de sí a cada instante;
Pues era eso este árbol humano que avanza,
Una voluntad que decide de sí a cada instante,
Sin funciones ocultas, subyacentes, regidas por el inconsciente.
De lo que somos y de lo que queremos poco queda
ciertamente,
Un polvo ínfimo sobrenada,
Y el resto, Perre Loëb, qué es?
Un organismo para ingurgitar,
Pesado de carne,
Y que excreta
Y en cuyo campo
Como una irisación,
Lejana,
Un arco iris de reconciliación con
Dios,
Sobrenadan,
Nadan,
Los átomos perdidos,
Las ideas,
Accidentes y azares en el conjunto de todo un cuerpo
Qué fue Baudelaire,
Qué fueron Edgar Poe, Nietzsche, Gérard de Nerval?
Cuerpos
Que comieron,
Digirieron,
Durmieron,
Roncaron una vez por noche,
Cagaron
Entre 25 y 30.000 veces,
Y frente a 30 o 40.000 comidas,
40 mil sueños,
40 mil ronquidos,
40 (mil) bocas amargas y agrias al despertar
Tienen que presentar unos 50 poemas,
Verdaderamente no basta
Y el equilibrio entre la producción mágica y la producción automática está muy lejos de ser mantenido.
Está absolutamente roto
Pero la realidad humana, Pierre Loëb no es eso
Somos 50 poemas,
El resto no somos nosotros sino la nada que nos reviste,
Se ríe de nosotros primero,
Vive de nosotros después.
Ahora bien, esta nada no es nada,
No es algo,
Es algunos.
Digo algunos hombres.
Bestias sin voluntad ni pensamiento propio
Es decir sin dolor propio,
Sin la acepción en ellos de la voluntad de un dolor propio
Y que no han encontrado otro medio de vivir
Que falsificar la humanidad.
Y del árbol cuerpo,
Pero voluntad pura que éramos,
Han hecho este alambique de mierda
Este tonel de destilación fecal,
Causa de peste,
Y de todas las enfermedades,
Y de este lado de debilidad híbrida,
De tara congénita,
Que caracteriza al hombre nato.
Antes, el hombre era virulento,
No era más que nervios eléctricos
Llamas de un fósforo perpetuamente encendido,
Pero eso ha pasado en la fábula,
Porque los animales han nacido en ella,
Los animales,
Esas deficiencias de un magnetismo innato,
Ese hoyo hueco entre los fuelles poderosos,
Que no eran,
Eran nada
Y se volvieron algo
Y la vida mágica del hombre ha caído,
El hombre ha caído de su roca imantada,
Y la inspiración que era el fondo
Se ha transformado en el ojo, el accidente,
La singularidad,
La excelencia,
Excelencia tal vez
Pero frente a tal montón de horrores
Que más valdría no haber nacido nunca jamás.
No era el estado edénico,
Era el estado maniobra,
Obrero,
El trabajo sin rebordes, sin pérdidas,
En una inenarrable singularidad,
Por qué ese estado no se ha conservado?
Por las razones por las cuales
El organismo animal hecho por y para animales,
Que desde siglos ha continuado
Va a estallar,
Exactamente por las mismas razones.
Más ineluctables éstas que aquellas
Más ineluctable el salto del organismo de las bestias
Que el del trabajo único
En el esfuerzo de la única y muy hallable voluntad.
Porque en realidad el hombre árbol,
El hombre sin función ni órganos que justifiquen su humanidad
Ese hombre ha continuado
Bajo el revestimiento de lo ilusorio del otro
El revestimiento ilusorio del otro,
Ha continuado en su voluntad,
Pero escondida,
Sin compromisos ni contactos con el otro.
Y lo que ha caído es aquello que ha querido rodearlo e imitarlo.
Y luego
De un gran golpe,
De bomba,
Revelará su inanidad.
Porque una criba debía crearse entre el primero de los hombres.
Pero los otros, árboles y los otros, ha sido necesario el tiempo, siglos de tiempo para que
Los hombres que han comenzado ganando sus cuerpos,
Como el que no ha comenzado y no ha cesado de ganar su cuerpo,
Pero en la nada
Y no había nadie
Y no había conmigo
Entonces?
Entonces.
Entonces las deficiencias han nacido entre el hombre y el ávido trabajo de bloquear también la nada.
Pronto ese trabajo será terminado.
Y será preciso que el caparazón ceda.
El caparazón del mundo presente.
Construido sobre las mutilaciones digestivas de un cuerpo que diez mil guerras descuartizaron,
Y el mal,
Y la enfermedad
Y la miseria,
Y la escasez de alimentos, objetivos y sustancias de primera necesidad.
Los mantenedores del orden del beneficio,
De las instituciones sociales y burguesas
Que jamás han trabajado,
Pero han amontonado grano sobre grano desde millones de años el bien robado,
Y lo mantienen en ciertas cavernas de fuerzas
Defendido por toda la humanidad
Exceptuando sólo algunos
Van a verse constreñidos a restituir sus energías
Y por eso a combatir y no podrán no combatir.
Pues su cremación eterna está al término de la guerra,
Aquélla, apocalíptica que viene
Por eso creo que el conflicto entre América y Rusia
Sigue multiplicado por las bombas atómicas,
Es poca cosa frente al otro conflicto
Que va
De un sólo golpe
a estallar
Entre los mantenedores de una humanidad digestiva
Por una parte,
Por la otra
Con el hombre de voluntad pura y sus muy raros adeptos y seguidores
Pero que tienen la fuerza
sempiterna
para ellos.

Antonin Artaud

Traducción: Alejandra Pizarnik

martes, 3 de marzo de 2015

Un poema de Juan L. Ortiz

La orilla que se abisma  (1970)


Me has sorprendido, diciéndome, amigo,
que "mi poesía"
debe de parecerse al río que no terminaré nunca, nunca, de decir...
Oh, si ella
se pareciese a aquel casi pensamiento que accede
hasta latir
en un amanecer, se dijera, de abanico,
con el salmón del Ibicuy...:
sobre su muerte, así,
abriendo al remontarlo, o poco menos, las aletas del día...
Seguiría mejor eso que mide
su silencio, y de que, al fin de cuentas, parejamente, es hija...
Y acaso recién podría
comprometer a las nubes que le sueñan su extravío
entre dos cielos,
también...
y atender unas orillas
que quisiese, como él, llevar consigo,
sobre todo, esa melancolía
de espinillos
que, igualmente, se le retira
para asumirles lo que, como a los otros, hacia el filo
de la tarde, ni las sílabas
que los han inquirido, aladamente, deslíen...
Y habría de bautizar, a su semejanza, la sombra que llegase a esa su rima
de Jordán, en subida
desde la sal en que hubo, lunarmente, de morir,
para hacer así,
según lo hiciese con él, y en celeste
de amanecida...
para hacer, otra vez, la vida...
O quizás, por qué no? pudiera mirar con azahares, asimismo,
la angustia,
cuando, tras las guirnaldas de golondrinas,
que él abismase,
sólo la mirara, parecidamente,
el frío...
o envolverla, aún, como en una presencia cuya línea
resumiría las líneas...
para ver de que advirtiera, en la iluminación, la última o la prima
en un centelleo de cíngulo
de esa alba que, de adentro, y tal la soledad que, de súbito sería
al azar restituida,
pero evoca, providencialmente, de sí,
el cisne,
ella, la angustia del gris,
habría investido...
 

domingo, 1 de marzo de 2015

Charles Baudelaire

EL VIAJE

I
Para el niño, enamorado de mapas y estampas,
El universo es igual a su vasto apetito.
¡Ah! ¡Cuan grande es el mundo a la claridad de las lámparas!
¡Para las miradas del recuerdo, el mundo qué pequeño!
Una mañana zarpamos, la mente inflamada,
El corazón desbordante de rencor y de amargos deseos,
Y nos marchamos, siguiendo el ritmo de la onda
Meciendo nuestro infinito sobre el confín de los mares.
Algunos, dichosos al huir de una patria infame;
Otros, del horror de sus orígenes, y unos contados,
Astrólogos sumergidos en los ojos de una mujer,
La Circe tiránica de los peligrosos perfumes.
Para no convertirse en bestias, se embriagan
De espacio y de luz, y de cielos incendiados;
El hielo que los muerde, los soles que los broncean,
Borran lentamente la huella de los besos.
Pero los verdaderos viajeros son los únicos que parten
Por partir; corazones ligeros, semejantes a los globos,
De su fatalidad jamás ellos se apartan,
Y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Vamos!
¡Son aquellos cuyos deseos tienen forma de nubes,
Y que como el conscripto, sueñan con el cañón,
En intensas voluptuosidades, mutables, desconocidas,
Y de las que el espíritu humano jamás ha conocido el nombre!


II

Imitamos ¡horror! al trompo y la pelota
En su danza y sus saltos; hasta en nuestros sueños
La Curiosidad nos atormenta y nos envuelve,
Como un Ángel cruel que fustigará soles.
¡Singular fortuna en la que el final se desplaza,
Y no estando en parte alguna, puede hallarse por doquier!
¡Donde el Hombre, que jamás la esperanza abandona,
Para lograr el reposo corre siempre como un loco!
Nuestra alma es nave de tres palos buscando su Icaria;
Una voz resuena en el puente: "¡Atención!"
Una voz desde la cofa, ardiente y loca, clama:
"¡Amor... gloria... felicidad!" ¡Infierno! ¡Es un escollo!
Cada islote señalado por el vigía
Es un El dorado prometido por el Destino;
La imaginación, que acucia su orgía
No halla más que un arrecife al amanecer.
¡Oh, el infeliz enamorado de tierras quiméricas!
¿Habrá que engrillar y arrojar al mar,
A este marinero borracho, inventor de Américas
Para el cual el espejismo toma el remolino más amargo?
Como el viejo vagabundo, chapaleando en el lodo
Sueña, husmeando en el aire, brillantes paraísos;
Su mirada hechizada descubre una Capúa
En cuanto lugar la candela alumbra un tugurio.


III

¡Asombrosos viajeros! ¡Qué nobles relatos
Leemos en vuestros ojos profundos como los mares!
Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias,
Esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.
¡Deseamos viajar sin vapor y sin velas!
Para ahuyentar el tedio de nuestras prisiones,
Haced desfilar nuestros espíritus, tensos como un lienzo,
Vuestros recuerdos enmarcados por horizontes.
Decid, ¿qué habéis visto?


IV

"Hemos visto astros
Y olas; hemos visto playas además;
Y, malgrado muchos choques e imprevistos desastres,
Nos hemos hastiado, a menudo, como aquí.
El esplendor del sol sobre el mar violáceo,
El esplendor de las ciudades en el sol poniente,
Encendían en nuestros corazones el impulso inquietante
De sumergirnos en el cielo con su reflejo fascinante.
Las más ricas ciudades, los más amplios paisajes,
Jamás contenían el atractivo misterioso
De aquellos que el azar forma con las nubes.
¡Y siempre el deseo nos tornaba inquietos!
—El gozo acrecienta del deseo la fuerza.
¡Deseo, viejo árbol, al cual el placer sirviéndole de abono,
Entretanto acrecienta y endurece tu corteza,
Tus ramas quieren ver el sol de más cerca!
¿Crecerás siempre, gran árbol, más vivaz
Que el ciprés? —Sin embargo, nosotros, con cuidado,
Recogimos algunos croquis para vuestro álbum voraz,
¡Hermanos que encontráis bello todo cuanto viene de lejos!
Hemos saludado ídolos engañosos;
Tronos constelados de joyas luminosas;
Palacios adornados cuya feérica pompa
Sería para vuestros banqueros un sueño ruinoso;
Vestimentas que son para la vista una embriaguez;
Mujeres cuyos dientes y las uñas están pintados,
Y juglares sabios que la serpiente acaricia."


V

Y después, y después. ¿Todavía, qué más?


VI

"¡Oh, cerebros infantiles!"
Para no olvidar el tema capital,
Hemos visto en todas partes, y sin haberlo buscado,
Desde arriba hasta abajo la escala fatal,
El espectáculo enojoso del inmortal pecado:
La mujer, esclava vil, orgullosa y estúpida,
Sin reír extasiándose y adorándose sin repugnancia;
El hombre, tirano goloso, lascivo, duro y ávido,
Esclavo de la esclava y arroyo en la cloaca;
El verdugo que goza, el mártir que solloza;
La fiesta que sazona y perfuma la sangre;
El veneno del poder enervando al déspota,
Y el pueblo amoroso del látigo embrutecedor;
Muchas religiones semejantes a la nuestra,
Todas escalando el cielo; la Santidad,
Cual un lecho de plumas donde un refinado se revuelca,
En los clavos y la cerda, buscando la voluptuosidad;
La Humanidad habladora, ebria de su genialidad,
Y enloquecida, hoy como lo estaba ayer,
Clamando a Dios, en su furibunda agonía:
"¡Oh, mi semejante, oh mi señor, yo te maldigo!"
Y los menos necios, atrevidos amantes de la Demencia,
Huyendo del gran rebaño acorralado por el Destino,
Refugiándose en el opio inconmensurable!
—Tal es del globo entero el eterno boletín."


VII

¡Amargo sabor, aquel que se extrae del viaje!
El mundo, monótono y pequeño, en el presente,
Ayer, mañana, siempre, nos hace ver nuestra imagen;
Un oasis de horror en un desierto de tedio!
¿Es menester partir? ¿Quedarse? Si te puedes quedar, quédate;
Parte, si es menester. Uno corre, el otro se oculta
Para engañar ese enemigo vigilante y funesto,
¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro,
Como el Judío Errante y como los apóstoles,
A quien nada basta, ni vagón ni navío,
Para huir de este retiro infame; y aun hay otros
Que saben matarlo sin abandonar su cuna.
Cuando, finalmente, él ponga su planta sobre nuestro espinazo,
Podremos esperar y clamar: ¡Adelante!
Lo mismo que otras veces, cuando zarpamos para la China,
Con la mirada hacia lo lejos y los cabellos al viento,
Nos embarcaremos sobre el mar de las Tinieblas
Con el corazón gozoso del joven pasajero.
Escucháis esas voces, embelesadoras y fúnebres,
Que cantan: "¡Por aquí! vosotros que queréis saborear
¡El Loto perfumado! Es aquí donde se cosechan
Los frutos milagrosos que vuestro corazón apetece;
Acudid a embriagaros con la dulzura extraña
De esta siesta que jamás tiene fin!"
Por el acento familiar barruntamos al espectro;
Nuestros Pilades, allá, nos tienden sus brazos.
"¡Para refrescar tu corazón boga hacia tu Electra!"
Dice aquella a la que en otros días besábamos las rodillas.


VIII

¡Oh, Muerte, venerable capitana, ya es tiempo! ¡Levemos el ancla!
Esta tierra nos hastía, ¡oh, Muerte! ¡Aparejemos!
¡Si el cielo y la mar están negros como la tinta,
Nuestros corazones, a los que tú conoces, están radiantes!
¡Viértenos tu veneno para que nos reconforte!
Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
Sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!