viernes, 31 de julio de 2020

Cristian Aliaga (Buenos Aires, 1962)



Los deseos irreprimibles


Cuando la mano ya inició
el movimiento
uno tiene la conciencia fugaz
del mal que está por cometer.
La ropa caerá,
el vino será derramado,
el corazón sangrará para siempre.
Pero uno no puede detener el movimiento.







Aguaceros


Escribir lluvia de una manera tal que nadie dude de las gotas que caen sobre su corazón. Lluvia, como un trazo japonés o el gesto ínfimo de quien sabe amar o suicidarse sin maltratar su estética. Esta mujer quiere sentir el agua que no cae, no caerá jamás, sobre el desierto de Atacama. Sentada bajo un toldo de bolsas blancas, ella interrumpe la ruta interminable que atraviesa este largo desierto. Habla de la lluvia que ha de llegar, rodeada de quesos amarillos y un cabrito que ha matado por la mañana. El sol quiebra cualquier cabeza salvo la suya. Tiene un repertorio de lloviznas, de tenues gotas sobre las paredes de nylon, de invisibles cortinas de agua, de temporales arrachados de otra época, de vapores que se elevan desde la tierra seca. Esta mujer no miente, ni sueña: lleva aguaceros en la cabeza.

(Salar de Atacama, Chile).






Inserto la moneda y sale sangre


Inserto la moneda y sale sangre.
Aprieto las teclas y sale sangre.
Abro los grifos y sale sangre.
Cierro los ojos y sale sangre.
Leo los clásicos y sale sangre.
No es la enfermedad: es algo universal
para exhibir bajo el sol del mundo.
Su color es indistinto entre los naturales de todos los continentes,
y su aparición a borbotones o de a gotas
da cuenta de la simetría
de los finales que vienen, inhumanos.






El lucero del alba, el refucilo


El lucero del Alba, el refucilo, los fuegos fatuos
detrás de los álamos, mi padre busca
los animales dispersos en la tormenta.
Los rayos iluminan en su rotación grupos de vacas,
caballos, ovejas, gallinas y otros animales
que no hallan hueco entre los tamariscos.
Los perros gimen por galpones y corredores oscuros.
Mi padre corre para salvar lo posible, se engancha
en un alambrado y la mordida de un cerdo atascado
lo marca para siempre. Su mano mala.
El amanecer, siempre, salda la destrucción. Cada objeto
destruido, cada animal muerto, deja congoja y trabajo
a repetir, tareas de esclavo.
Con ropa seca y la gorra hasta las orejas, mi padre no habla,
empieza la reconstrucción de lo ajeno.
Abomina de la queja y de los patrones. Silba en su tumba,
/ y me despierta
para jugar el juego del falso dormido.
Me ha legado la rabia, y una manera propia de mirar
el horizonte y los alambrados.





El dolor es dios



El dolor es dios, pero no sabe bailar.
La pequeña que juega con su globo
y lo hace rebotar entre los tubos y monitores
es dios, aunque no sepa sobrevivir.
La moribunda de ojos almendra
tiene la mirada atravesada por la luz
que ya no puede mirar. Es dios en su ceguera iluminada.
El dolor es un dios equivocado.




(Fuente: Círculo de poesía)

Po Chü-I (China, 772 - 846)



Mi corazón en otoño




Escasas visitas trasponen mi puerta.
Frente a las gradas
            crecen pinos y bambúes.
La pared oriental me resguarda
            del frío del otoño;
Desde el patio que da al oeste
            sopla una suave brisa.
Siento pereza de tañer mi laúd.
Tengo libros, pero carezco de tiempo
            para leer.
En este espacio, de una pulgada cuadrada*
Solo existen la quietud y el gozo.
¿Por qué habría de agrandar mi casa?
No tiene objeto hablar mucho.
Un cuarto de diez pies cuadrados
            es suficiente para mi cuerpo.
Dos medidas de arroz me bastan
            para saciar el hambre.
Eso aparte, sin habilidad
            para manejar negocios.
Permanezco ocioso mientras recibo
            el salario del Emperador.
Jamás planté un árbol.
Nunca abrí un surco para el arroz.
No obstante, me alimento
            todos los días
Y ando bien vestido durante el año.
Sin escrúpulos de conciencia,
            sin deseos ni ambiciones.
¿Por qué habría de estar descontento?
* Es decir, el corazón.
en Poetas chinos de la Dinastía T’ang, 1977
Traducción de Raúl A. Ruy
(Fuente: Descontexto)

César Márquez Tormo (Valencia, España, 1965)



AZUL

Tuviste miedo del pus su

poder en la boca de la

compañera re-trato mas

honraste esos ópalos como

desbocados rechinar gemelo

de un solo diente tuyo azufre

tanto en el espejo bendice

pues el pus de tu boca



y hágase en ti según la palabra







DORADO

Aún imantaciones edad

mítica la casa del ileso el sol

orto por un rezo peonza en

un hombro riente llora los tumbos el

pulso cuando escribe antiguos hilos

laberintos por las sillas lobeznas las

ménsulas lamparones sándalos

para incensar las incrustaciones

maravillosas de otra vida está



cambiando el cuerpo y



paz como si las manos fuesen

un sueño de lo más tierra panza

de perro caricia su ojo lo más

como diente-madre a pezón la cinta

desagüe de la sangre la escocedura

solar de la casa cuarzos que

recuerdan triunfantes cómo

pudiste no saber lo que

quisiste quédese
                                                 
para el silencio

y la tortuga







ROSA

Ese fuego que rodeó al

roble y lo mantuvo

ileso habla ahora

del oleaje incendiado de

millones de árboles como una

sola llaga de amor viva pero



ese roble



y tú y yo y el fuego



orillándonos







VERDE

El hijo decía eso así

ta-ta-ta la palabra

primera y por el pasillo

un gorgojeo fantasma y alegría

pá-jaro

pá-jaro

el padre

jaula se sonaba mordiciones la

dormidura mórbida la maestría el

huevo batido con las manitas de la



voz sanaba el hijo decía







BLANCO

Novecientos noventa y nueve

mil pensamientos

negativos

como si el pensamiento pudiese

reducirse a una raya de un

otro lado insigne neurona

riel-horizonte de suceso

lento con qué

aventura por la sombra contar

lo zen   el más   la toquezuela

contra del aire a favor de la pureza

nudal de la rama su sola



hojita presente





(Fuente: Revista Kokoro)





Ánuar Zúñiga Naime (México, 1982)


ORAL B


Los 14 dientes que me faltan
no se rompieron
en una pelea de bar
se desgastaron
en galones de coca-cola
y café de sanborns
murieron entre las pinzas
de una dentista egresada del politécnico
ya no salen en las fotos
los guardo en frascos blancos de aspirinas
sin     mí      no     son     nadie





SECUNDARIA DIURNA MAESTRO SPLINTER

 


en la escuela me decían puto
porque la única camiseta
de kurt cobain
que había conseguido
era de mujer
el año 2000
era una promesa
de invasiones extraterrestres
y la aniquilación
de la raza humana
yo escondía cigarros
en un batimóvil de plástico
y usaba botas de casquillo
tenía 14 y miedo
de llegar virgen al fin del mundo



(Fuente: Low Fi ardentía)

Martín Espada (EEUU, 1957)




La república de la poesía

Para Chile

En la república de la poesía
un tren lleno de poetas
rueda hacia el sur bajo la lluvia
mientras los ciruelos se mecen
y los caballos patean el aire
y las bandas de los pueblos
desfilan por el pasillo
con trompetas, con tongos,
seguidos por el presidente
de la república
dándole la mano a cada uno.

En la república de la poesía
los monjes imprimen versos sobre la noche
en las cajas de chocolate del monasterio,
las cocinas de los restaurantes
usan odas de receta
(de la anguila a la alcachofa)
y los poetas comen gratis.

En la república de la poesía
los poetas les leen a los babuinos
en el zoológico y todos: los primates,
poetas y babuinos, aúllan de placer.

En la república de la poesía
los poetas arriendan un helicóptero
para bombardear el palacio de la Moneda
con poemas impresos en marcadores de libros
y cada uno en el patio,
ciego de llanto,
se apura a agarrar un poema
revoloteando del cielo.

En la república de la poesía
la mujer guardia del aeropuerto
sólo te permite dejar el país
después que le declamas un poema
del que dice: Ah! Hermoso.





La piscina de Villa Grimaldi
Santiago, Chile


Más allá del portón donde las caravanas derramaban su cargamento
de prisioneros vendados y las celdas demasiado estrechas para recostarse
y los cuartos donde la electricidad convulsionaba el cuerpo
amarrado a la parrilla hasta que los huesos se rompían
y el estacionamiento donde los interrogadores rodaban camionetas
sobre las piernas de los subversivos que no hablaban
y la torre donde los condenados escuchaban por el muro
la canción de otro preso la mañana de la ejecución,
hay una piscina en Villa Grimaldi.

Aquí los guardias y oficiales reunían familias
para los asados. El interrogador entrenaba a su hijo:
patalea. Gira la cabeza para respirar.
Las manos del torturador sujetaban el vientre de la hija
aprendiendo a flotar, debatiéndose en la lección.

Aquí el chapuzón de los niños, ojos rojos
con demasiado cloro, subía para alcanzar
a los presos en la torre. La policía secreta
hacía desfilar a las mujeres de las celdas desde la piscina,
diciéndoles: Bailen para mí. Aquí el anfitrión
servía galletas de chocolate y Coca-Cola
al prisionero que permitía que los nombres de sus compañeros
sangraran por su mentón, y los pulmones del prisionero
que se rehusaba a decir una palabra se inflaban
de agua, cabeza abajo al final de la soga.

Cuando un disidente tirado del pelo de una cubeta
con orina y excrementos clamaba por Dios y su clamor
acribillaba las hojas, los nadadores se sumergían bajo la superficie,
tocando el fondo de un silencioso mundo azul.
Desde la escalera a la orilla de la piscina podían mirar
a los prisioneros marchando vendados por el paisaje,
una mano en el hombro del próximo, camino
a la comida de mediodía y de regreso. Los vecinos
colgaban sábanas en las ventanas para mantener los fantasmas a raya.

Hay una piscina en pleno centro de Villa Grimaldi,
escalones blancos, azulejos blancos, donde seres humanos
se zambullían y chapoteaban hasta que en ellos lo humano
para siempre se había disuelto, desvanecido como los prisioneros
arrojados de helicópteros al océano por la policía secreta,
los vientres rebanados para que los cuerpos no pudieran flotar.








(Fuente: Al pial de la palabra)

Sagrario Manrique (España)


Video porno



A mi también me hicieron una grabación porno
cuando mi sexo rosado
era terso
y relucía ante el flahs de la cámara.
Yo tenía también dos hijos pequeños
como Verónica
y los mismos años que ella,
treinta y dos.
Puedo decir que hasta ahora
y en ese cerrado terreno
que un día fue feliz y divertido,
he tenido más suerte que ella.
 
A la pobre Verónica le quitaron
la grabación porno de las de las manos,
ó tal vez se le fue de ellas
y la dejaron colgada de una sábana
en la lámpara de lágrimas
de su dormitorio.
 
Ya no se sabe qué ha pasado
con su vídeo porno,
tampoco se sabe dónde está el mío.
Supongo que lo tendrá él,
pero suponer
es sólo un verbo dudoso.
 
Cuando se marchó de la casa
cuando dividimos por dos
los tenedores y las tortugas,
él se llevó el vídeo porno
porque era suyo
porque para él lo hice
en el 2010
aunque también ,
para él creé un amor
y me lo devolvió
hecho trizas.
 
Verónica se suicidó
por la presión social.
 
Mis intentos por dejar la vida
han sido más poéticos:
El desamor y su desaliento.
La muerte, más amiga cada día.
La soledad y sus visitas inesperadas.
La carta sangrante
que me dejó en el buzón.
El dolor de perder su boca.
El recuerdo de los ojos infinitos
de la otra.
La risa y las carcajadas de su engaño.
 
Puedo decir que en éste cerrado terreno
que un día fue inagotablemente feliz,
he tenido más suerte que ella
mis intentos por dejar la vida
nunca han sido hasta hoy
por una grabación porno.
 
 
 
 
(Fuente: Voces del extremo)
 



Sagrario Manrique (España)



La primera vez
que eché un polvo
era casi una niña.
En la casa de sus padres.
En la cama de sus padres
encima de una colcha verde de raso.
En una colcha verde
llena de tristeza.
 
Después del pequeño dolor
dijo que ya era su novia
y ya, cambió todo.
 
Empezaron los celos
las vigilancias
los malos gestos
los insultos
los llantos en el portal
los malos modos
las hostias,
dos ¿cuatro tal vez?
 
Una amiga le paró los pies
él se asustó
y salió corriendo
pero luego ella
se lo contó
a mi siguiente novio.
 
Entendí
que estaría sola.
Siempre.
Defendiéndome
de los hombres
 

y de las mujeres.
 
 
 
 
 
(Fuente: Voces del extremo)

Laura Giordani (Córdoba, Argentina, 1964)



Tenían como una lepra la infancia devorándoles el pecho
Clarice Lispector

Tormentas de tierra

 

sulquis
escuerzos
las tazas que habían venido de Europa
descascaradas
las fotos de niños ya muertos
las paspaduras
el primer vello en el pubis
fruto que se volvía extraño
la infancia un carozo de durazno
trepanado por hormigas negras
papá silbando en el patio
mientras quema sus libros
todas las memorias amarilleando
bajo el cráneo

nostalgia: esta dulce podredumbre en la espalda esta pútrida dulcedumbre de las palabras que no mueren del todo como esas hojas que antes de desaparecer agonizan juntas en parvas exudando el fervor del verano y la savia





Sus noventa y siete kilos y toda

su lujuria cayeron sobre tu pubis
de nieve aún blanda.

Si hay dios, que esta noche
caiga de rodillas y llore
todo lo creado.

[Primera vez, Materia oscura]




I


para ver algo más que caracoles vacíos
el declinar perpetuo de la savia y la sangre
la caída de todos los cabellos
y frutos

habrá que hundir las manos
en tu corazón primero
subvertir los átomos
abrir las aguas
ver con tus ojos
prados más allá de la frente
en pértigas de compasión
traspasar la espesura de lo visible
la ilusión
de lo separado

II


ser al fin sin cauce
sólo desmemoriada agua de la piedra
que la engendró en la cumbre
compasión de la arena en la que
la piedra disuelve su recuerdo de la altura
sólo contigo
fondo solo

III


girar de otra forma,
estremecer las omisiones:
esas piedras orbitando el corazón
estrellas muertas
capturadas por la tibieza en declive
de los cuerpos

resquebrajar las compuertas

dejarse anegar

ahora las cortezas mojadas
pueden arder bajo el corazón de los muertos
el fruto dejarse caer de su gravidez de azúcar
al suelo
prematuro

el árbol llorar su altura
junto al pájaro derribado


[Karuna**, Materia oscura]


**Karuna es un vocablo sánscrito que se traduce como acción compasiva o acción emprendida para disminuir el sufrimiento ajeno





En cada pecho hay un sol sepultado,

 

con su pulsación clandestina,
su madriguera de temblores
y una confesión de sobrevida
en los labios.

En cada pecho, una rotura,
hueco para alojar la verdad
que no soportarían los ojos:
el aleteo de un pájaro lacerado
sostiene el mundo.

[El corazón, Noche sin clausura]






(Fuente: Vallejo & company)

Laura Giordani (Córdoba, Argentina, 1964 - Reside en España)



el sobretodo azul que pusiste
sobre los hombros de la muchacha aquella
volvía empapada del interrogatorio
temblando
la mojaban la picaneaban
cada noche
la dejaban junto a tu colchón
con un llanto parecido al de un cachorro
ese gesto a pesar del miedo
a pesar del miedo te sacaste el sobretodo azul
para abrigarla
no poder dejar de darle ese casi todo
en medio del sobretodo espanto
la dignidad puede resistir azul
en apenas dos metros de tela
y en esos centímetros que tu mano
sorteó en la oscuridad hasta sus hombros
sobre todo

Norah Lange (Argentina, 1905-1972)



El sol se había caído... 

 

El sol se había caído
con las alas rotas
sobre un Poniente.
Tus ojos se llenaron de crepúsculos pálidos.
Vino el vacío eterno de tu presencia
y todas mis horas se llenaron
de distancias.
Tus lágrimas se deslizan
por la pendiente de un recuerdo.
El rosario de tus besos
de tus huellas
aguarda tus pasos.
Vuelve.
Acaso en tu ventana
un verso mío se desangra.
 
 


incluido en Poetas latinoamericanas. Antología crítica (Escuela de Estudios Literarios, Universidad del Valle, Colombia, 2009, selecc. de Carmiña Navia Velasco).


(Fuente: Asamblea de palabras)

Sofía Arzarello de Fontana (Montevideo, Uruguay, 1897 - 1981)



EL MUERTO
 

Por no volverte a perder, mis pies corren en tu eco.
Caigo en la luna y me alzo. Tu paloma es siempre
más paloma que la mía. No hay días, hay sólo tiempo
entre nuestros veinte dedos, tu sangre igual a mi sangre.
Mi pez y tu pez se tocan, abriendo que van las puertas del
agua o del sueño, se hunden. Tú eres el vivo, el que habla.
 




en 18 Poetas del Uruguay, Ediciones de la Sociedad Amigos del Libro Rioplatense,
Volúmen XL, Montevideo, 1937




(Fuente: Emma Gunst)

Mark Strand (EEUU, 1934-2014)




 Cuando terminen definitivamente las vacaciones

Traducción de Gustavo Osorio

Nuestro agradecimiento a Círculo de Poesía


Será extraño
Saber al fin que no podría durar por siempre,
La voz certera diciéndonos una y otra vez
Que nada iba a cambiar,
Y recordar también,
Pues para entonces todo habrá acabado, en la forma
En que las cosas acababan, cómo desperdiciamos el tiempo como si no hubiese
Nada por hacer,
Cuando, en un destello,
Cambió el clima y el aire sublime se volvió
Insoportablemente pesado, el viento sorprendentemente torpe
Y nuestras ciudades ceniza,
Y también sabiendo,
Aquello que nunca llegamos a sospechar, que esto era algo como el más majestuoso
Verano, excepto que las noches eran más cálidas
Y las nubes parecían resplandecer,
E incluso entonces,
Ya que no habremos cambiado mucho, nos preguntaremos qué
Será de las cosas y quién nos quedará para hacerlo
Todo de nuevo,
Y de alguna forma intentaremos,
Pero aun incapaces, saber exactamente qué fue
Aquello que salió tan enteramente mal o por qué
Estamos muriendo.





It will be strange
Knowing at last it couldn’t go on forever,
The certain voice telling us over and over
That nothing would change,
And remembering too,
Because by then it will all be done with, the way
Things were, and how we had wasted time as though
There was nothing to do,
When, in a flash
The weather turned, and the lofty air became
Unbearably heavy, the wind strikingly dumb
And our cities like ash,
And knowing also,
What we never suspected, that it was something like summer
At its most august except that the nights were warmer
And the clouds seemed to glow,
And even then,
Because we will not have changed much, wondering what
Will become of things, and who will be left to do it
All over again,
And somehow trying,
But still unable, to know just what it was
That went so completely wrong, or why it is
We are dying.
 
 
 
 
 
 
(Fuente: Poesía de El Toro de Barro)

César Antonio Molina (España, Galicia, 1952)



 La luz del farero




Desde la torre veletas de bronce dorado.
La campana sonando en la proa.
La vela que se curva en la curva del corazón.
Y el corazón en la flecha del haz de luz.
Aves errantes se estrellan contra la linterna.
La férrea escalera de caracol sube y baja sin fin
como un condenado al que pasan por la quilla.
Blancas son las paredes y las maderas de caoba,
libros y periódicos encima de las órdenes,
las páginas saqueadas sin leer.
Leve ruido de cuervos en un campo de cucos.
Desde la ventana todo está tranquilo,
todo está en su ordenado desorden.
Y no hay remordimiento que turbe,
y los goces del pasado alimentan la melancolía.
y llega la noche abarcando lo vasto,
lo lejano que está ya próximo.
Y llega la noche,
y la luz que de nuevo se enciende y no basta.





(Fuente: Poesía de El Toro de Barro)

Teresa Calderón (Chile, 1955)




MUJERES DEL MUNDO: UNÍOS 

 

Arriba mujeres del mundo
la buena niña
y la niña buena para el leseo
las hermanitas de los pobres y amiguitas de los ricos
la galla chora y la mosca muerta
la galla hueca y la medio pollo
la cabra lesa y la cabra chica metida a grande
canchera la cabra
y la que volvió al redil
la que se echa una canita al aire
la que cayó en cana o al litro
y la caída del catre
las penélopes mata haris y juanas de arco
la que tiene las hechas y las sospechas
la que se mete a monja
o en camisa de once varas
la mina loca la mina rica
pedazo de mina
la que no tenga ni perro que le ladre
y la que “tenga un bacán que la acamale”.
Arriba mujeres del mundo
la comadre que saca los choros del canasto
los pies del plato
y las castañas con la mano del gato
las damas de blanco azul y rojo
las de morado
las damas juanas y damiselas
todas las damas y las nunca tanto
la liviana de cascos y la pesada de sangre
la tonta que se pasó de viva y la tonta morales
la que se hace la tonta si le conviene
la que no sabe nada de nada
y ésa que se las sabe por libro.
La madre del año arriba,
madre hay una sola
y las que se salieron de madre
Arriba mujeres del mundo:
la cabra que canta pidiendo limosna
la que como le cantan baila
y la que no cantó ni en la parrilla.

(Fuente: La parada poética)

jueves, 30 de julio de 2020

Julio Cortázar (Bélgica, 1914 - Francia, 1984)


Cinco últimos poemas para Cris


1.

Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a
una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
o tal vez
el amor.



2.

Anoche te soñé
sacerdotisa de Sekhmet, la diosa leontocéfala.
Ella desnuda en pórfido,
tú tersa piel desnuda.
¿Qué ofrenda le tendías a la deidad salvaje
que miraba a través de tu mirada
un horizonte eterno e implacable?
La taza de tus manos contenía
la libación secreta, lágrimas
o tu sangre menstrual, o tu saliva.
En todo caso no era semen
y mi sueño sabía
que la ofrenda sería rechazada
con un lento rugido desdeñoso
tal como desde siempre
lo habías esperado.
Después, quizá, ya no lo sé,
las garras en tus senos,
colmándote.




3.

Nunca sabré por qué tu lengua entró en mi boca
cuando nos despedimos en tu hotel
después de un amistoso recorrer la ciudad
y un ajuste preciso de distancias.
Creí por un momento que me dabas
una cita futura,
que abrías una tierra de nadie, un interregno
donde alcanzar tu minucioso musgo.
Circundada de amigas me besaste,
yo la excepción, el monstruo,
y tú la transgresora murmurante.
Vaya a saber a quién besabas,
de quién te despedías.
Fui el vicario feliz de un solo instante,
el que a veces encuentra en su saliva
un breve gusto a madreselva
bajo cielos australes.



4.

Quisiera ser Tiresias esta noche
y en una lenta espera boca abajo
recibirte y gemir bajo tus látigos
y tus tibias medusas.
Sabiendo que es la hora
de la metamorfosis recurrente,
y que al bajar al vórtice de espumas
te abrirías llorando,
dulcemente empalada.
Para volver después
a tu imperioso reino de falanges,
al cerco de tu piel, tus pulpos húmedos,
hasta arrastrarnos juntos y alcanzar abrazados
las arenas del sueño.
Pero no soy Tiresias,
tan sólo el unicornio
que busca el agua de tus manos
y encuentra entre los belfos
un puñado de sal.



5.

No te voy a cansar con más poemas.
Digamos que te dije
nubes, tijeras, barriletes, lápices,
y acaso alguna vez
te sonreíste.






  A Cristina Peri Rossi, poeta uruguaya exiliada en Europa




(Fuente: Poesía a mano alzada)





Juan José Podestá (Chile, 1979)



los índices macroeconómicos

 
de este pacto bursátil
acabarán por desesperar
a inversionistas que saldrán
corriendo a la bolsa

para ser franco, esta empresa
no promete nada
fue permuta de papel
en los muebles con polillas
carpetas
y egresos
aunque nos quede saber
quién cerrará el portón
eche candado
y vire raudo al paradero
con rumbo indefinido.





§


así como
el fmi puede matar
a una moneda
una mañana dijiste
no confiabas
en la empresa
¿qué hago ahora
con las existencias?
solicitudes de préstamos
y prórrogas buscaron
retrasar la deuda externa
de este impagable asunto:
………………..la profundidad que media
………………..entre una ola
………………..la rugosidad del arenal.





§


hope decía que un banco

 
es un lugar que te presta dinero
si puedes probar
que no lo necesitas
dime
viejo bob
qué chucha puede ofrecer
un cuerpo
al que demuestras
desprecio
qué ofrece
cuando ansiamos
toda la carne del mundo
y no
dinero.




§


impuestos internos

 
devolvió facturas
mal hechas
grullas de papel
que luego flotaron
incendiadas
por el cielo
de la fábrica
una tarde en que el sol
penaba
como un contrabando.




  en  Derechos de propiedad



(Fuente: Jampster)

Mirta Rosenberg (Rosario, 1951 - Buenos Aires, 2019)



Gato en retrato

 

Si se pierde el momento
de empezar
                se empieza
en cualquier lado: aunque
se pierda
                 el gato
está ganado. Y no se espera.
Ni siquiera
                el gato espera al gato.
El gato es solo
y eso le permite
                inventarse
sus pasiones. Su riesgo
es saber
                y de antemano
que nadie lo querrá
como querría.
                  Y ésta:
“Gato en el mundo,
poco profundo”,
                  su sentencia.
Siendo leve,
el gato es. Se sueña
con gatos
       cuando uno
se sale de sí mismo. El gato
rara vez
cabe en el gato.
Está
autorizado al equilibrio
y condenado
                por lo mismo
a sitios relativos:
    sube
y no asciende, baja
y no se hunde.
El único lugar del gato
es donde
el gato estuvo.
               Según
mi amiga,
              en Roma
hay siempre el mismo
              gato.
Se renuevan
               sin embargo
los gatos de París. Y hay
más de uno siempre a un tris
de ser feliz
                aquí.
El aquí
es el conflicto del gato.
De donde mira
             ve
que el mundo gira
y se marea. Gato mareado,
gato agotado. Lo pierde
lo relativo
      y ni lo salva
saber que está ganado
aunque perdido.





Si alguien querría ser una tortuga

 

                 sería yo:
hacer de una sección cónica           
mi propia sede prehistórica
alojada en la espina dorsal.

Ser tortuga
              tiene algo de ideal:
desde joven luce arrugas
y en sentido literal
se hace mayor con los años
                –a más edad
más tamaño.
                  Post-matrimonial,
sin lazos familiares
después de desovar,
igual a todas y cada una.
naturalmente hija de la luna,
                   sin embargo      
no hay cisma
entre ella misma y sus lares.
Entre tantos avatares,
                                           para mí
que estoy en mí
–puro apremio sin molicie–,
poco cuenta que sea lenta
su marcha en la superficie:
                 eso
me haría durar
y capaz de entrar al mar,
–que cubre dos tercios del mundo–
sabiendo que si me hundo
gano velocidad.





(Fuente: op.cit. poesía)

Puri Teruel Robledillo (Linares, Jaen, España)



Creo que aún estoy viva.
A pesar de que no escucho latir a mi corazón,
cada día al despertar,
noto que mis huesos quebradizos
intentan sobrevivir a una nueva jornada.
Me susurran que aún quedan restos
de mí en los atardeceres de Agosto.
Y que, por los bordes de tu piel,
todavía permanece mi perfume.
Aún me llega el sonido de tu risa,
y el aroma del café
me reconforta las mañanas.
El dolor me acecha cada día y
en cada esquina,
y algunas veces por cansancio
lo alojo en mis entrañas sin cobrar
ninguna renta.
Creo que aún estoy viva,
siento como me acarician
aquellas noches de vino y de besos,
cuando abrazados a la madrugada
bailábamos juntos “yesterday”.
Tus ojos merodeaban
por mi vientre, y tus manos
colonizaban todas mis orillas.
Creo que aún sigo viva,
estoy segura ,
he leído un poema de amor
de Ángel González
y las lágrimas me despertaron
del letargo.




(Fuente:  Emma Gunst)



Luz Pichel (España, 1947)



LXI

Hay tréboles de cuatro hojas en ese prado
pero tú, a las polillas.

Te pasas las horas contemplando a las polillas grises de las luces,
que traen cartas:
sal al mediodía y trágate los colores de las mariposas en los zarzales.

Pídele a esa lagartija que te cuente
qué tesoro guarda para ti en su corazón larguirucho que late al sol,
entre las piedras.

Toma suavemente esa mariquita y no la muerdas, déjala así, que suba suba,
camino arriba,
por la raya de la vida de tu mano pequeña.




La marca de los Potros.
Colección Juan Ramón Jiménez de Poesía.
Diputación de Huelva, 2004.



Poema prólogo 

Hay en esta aldea un gato
que conoce los abismos.

Por la noche,
desde el Alto das Penas
se yergue y mira fijo la casa que fue de su dueño
y ladra como un perro rabioso.
Su sombra es larga y afilada.
Se clava en el pecho de uno de por vida.

Va a haber que matarlo.





Mariposa no soy 

A Mónica León Pichel


La ropa contra la piedra, 
el jabón contra la ropa, 
la lluvia contra el tejado del lavadero, 
y en medio de la lluvia te miras las manos 
abiertas como dos alas arrugadas, muy limpias. 
Pero tú no eres una mariposa, 
no se te va con agua la harina de las alas, 
tú puedes mojarte.

(Traducción de María Salgado) 
[Luz Pichel, Casa pechada, 2006, XXVI premio Esquío de Poesía, A Coruña, 
Fundación Casa Galicia] 



QUE EL TIEMPO PASE

 

I
Ni una gota más de Betadine,
ni una gasa más,
no se chupa la sangre de la herida,
la costra no se arranca,
se cae sola, cae
sola.

II
Pordiós que el tiempo pase,
desgájese la rueda de su eje, de la otra rueda,
ruede por el camino recto, recta, ruede,
avance la memoria y llegue al arenal
pósese allí la rueda, el tiempo
déjese allí caer, caer, quedarse,
olvide el griterío de los carros,
duerma una larga noche larga, larga.

III
La herida será entonces una rama seca en la llanura,
un pedazo de alambre.
En la rama me siento y contemplo la puesta del sol,
el alambre separa mi tierra de la tuya,
pero la niña se baja la braguita y muestra
la flor que ya no duele,
su dibujo infantil,
la hermosa cicatriz que el rey besó
antes de abandonarla en el barullo de una feria.
¡Dios mío, cuánto frío, cuánto frío!
Abrígate, corazón, abrígate.



(2005)





(Fuente: Lauragiordani.blog)

Ezra Pound (EEUU, 1885 - Italia, 1972)


Segunda salutación



USTEDES fueron alabados, libros míos,
porque yo acababa de regresar del campo;
Conmigo llevaba unos veinte años de retraso;
por lo que encontraron una audiencia preparada.
Yo no los repudio,
y tampoco repudio a su progenie.
Aquí están, sin pintorescos recursos;
Aquí están, sin que nada arcaico los aceche.
Vean lo que los periodistas escupieron,
Vean la ira de los profesores,
Vean cómo las mujeres bonitas los insultaron:
“¿Es esta,” dicen, “la tontería
que esperamos de los poetas?”
“¿Dónde está lo Pintoresco?”
“¿Dónde está el vértigo de la emoción?”
“¡No! Su primer trabajo fue el mejor.”
“¡Pobrecito! Perdió sus ilusiones.”
¡Vayan, pequeños e insolentes cantos desnudos,
Vayan dando un paso a la ligera!
(¡O dos, si tienen ganas!)
¡Vayan y bailen sin vergüenza!
¡Vayan con un festejo impertinente!
Saluden a los serios y a los aburridos,
Salúdenlos con el pulgar en sus narices.
Aquí tienen sus campanas y su papel picado.
¡Vayan! ¡Rejuvenezcan las cosas!
Rejuvenezcan incluso a “The Spectator.”
¡Vayan! ¡Hagan que los gatos maúllen!
¡Bailen y hagan ruborizar a la gente
bailen la danza del falo
y cuenten anécdotas de Cibeles!
¡Hablen de la indecorosa conducta de los Dioses!
(Cuéntenselo a Mr. Strachey)
Levanten las polleras de los puritanos,
hablen de sus rodillas y de sus tobillos.
Pero, ante todo, vayan a las personas prácticas —
¡Vayan! ¡Toquen el timbre de su puerta!
Díganles que ustedes no trabajan
y que van a vivir para siempre.
    Trad. Juan Arabia

Westonia Murray (Australia, 1938)





Biografía en los saquitos de té


*

Aunque no lo crean hay animales
Que salen cuando hace más frío
O es más cerrada la noche
Los poemas que empecé en otoño
Los termino de escribir en invierno
Debajo de pilas de mantas, sola
Cuando más cerca estoy del silencio
Tomando té tras té de manzanilla


*


Cuando me despierta y prepara el desayuno
Vienen a mi mente los nombres
De viejas parejas hasta mi cama
Donde los recuerdo Toda la mañana
Ando en silencio por la casa
Y pienso en los besos de Flora
Plantas que se abrían bajo el agua
Y me pongo a escribir no sé si
Temiendo o esperando que atraviesen
La superficie de las hojas
Cuando llega la noche y me saca la ropa
La flor nocturna se abre
Y un nombre sube hasta la punta de mi lengua
Mientras me besa y me besa

*

Los jóvenes se me acercan
Cambian regalos por consejo
Algunos conocen la suavidad
De las sábanas viejas
Que tenemos en el cuarto
Otros me oyen recitar
Mis últimos poemas
Uno solo recibió una maldición
El que llegó hasta mi carne
Y siguió hablando de poesía


*


Llegué tarde a la mayoría
De las cosas de mi tiempo
Amé lo que fuera viejo
Por sobre toda novedad
Pero los jóvenes me ofrecieron
En bandejas plateadas sus muslos
La carne de sus pezones
Yo soy el verdadero vino
Me decían Y yo bebí


*

Fue en otra época
El pequeño Brian
Mi niño Mi atolondrado de 17
Recibí el semen
Su vergüenza virgen Su sonrisa
Saboreé una vez
En esta vida
(Que no lo sepa Jacqueline)
La arcilla primera
Con que se hacen los hombres

*

El saquito de té
Suelta su secreto
A altas temperaturas
Me podía quedar tildada
Viendo la pava hervir
Silbar unos minutos su llamado
Como en su momento oí
Mi escritura bullendo, guardada
Lo que puede soportar
Estar tanto tiempo al fuego
Tiene que ser poderoso

*



Versiones de Tom Maver



(Fuente: Hasta donde llega la voz)