Una cosa muerta que, muriendo, alimenta a lo vivo
He estado pensando en la anatomía
del huevo, en las dos membranas interiores,
la yema sostenida en su lugar por la chalaza, gases
moviéndose a través de la cáscara semipermeable.
Una frase curiosa, la anatomía del huevo,
como si un huevo fuera un cuerpo, que lo es,
como si el huevo pudiera romperse y luego remendarse,
que, dependiendo de tu fe, romperse sí,
¿pero remendarse? Pues. Mejor comenzar
de nuevo, con un cuerpo nuevo, vaciado
de uno más tibio, incubado y convertido.
Mejor comenzar como si algún animal
manipequeño no te hubiera golpeado contra una piedra,
chupado entera la yema rica y dejado
la clara para secarse en el sol, como si una mandíbula
abisagrada no te hubiera tragado entero.
Lo que quería: una práctica que me confirmara
que lo que se ha roto se puede remendar
o, por lo menos, suspender para que no se desparrame.
Pero ahora me pregunto: ¿mejor ser el huevo o la mandíbula
escamosa? ¿La mano pequeña o las moscas, negro botella
con verde, derramando su bilis en lo poco que ha sobrado,
barriendo el interior, tomando hasta dejarlo limpio?
Pienso: algo pudo haber crecido ahí, aunque
sé que siempre fue para ser comido,
siempre fue para echarse a perder.
Rechaza las viejas formas de medir.
En cambio, confía en la naturaleza
retumbante del ser. Escucha.
Has estado perdida por un tiempo,
encontrando consuelo en ser la casa
de toda cosa errante. Ovejas y vacas marrones
pastan en el bolsillo de tu camisa. Antílopes y bisontes
saltan el gran lago de tu ojo. Y en tu oreja
hiberna el oso negro.
A tu sombra de atardecer le pones
Conejo.
A tu sombra de amanecer le pones
Espuela.
Y al río que te corta cuando corre hacia el oeste
le pones Persistencia.
Mira. Si pudieras soportar la sobriedad,
estarías sobria.
Si pudieras soportar
ser una persona, ya no serías
un risco de acero.
No deambules. A todas se nos ha concedido
una cierta cantidad de quietud.
Piensas en ser pequeña,
una niña. No. Más pequeña,
un pájaro. Más pequeña todavía,
un pájaro pequeño. Piensas
en el arte de sostener,
de ser sostenida. Esta mano
puede aplastarte.
Licuarte y desplumarte.
Puede liberar el aire
de todos tus huesitos.
Creces. Eres grande.
Eres un poema del siglo diecinueve.
Toda América está adentro tuyo,
un catálogo de vidas y de tierras
y de cosas que escarban. Contienes
a tu amada: un campo, un edificio
de madera que se ablanda. Los pájaros.
Siempre. Los pájaros.
Pronto vas a ser una persona. Nada
va a cambiar. Tu cuerpo será una parte
con todos los otros cuerpos: el tordo,
el lirón, el gran oso negro.
Cuando abras la boca,
solo va a haber aire.
Aprieta la garganta. Sonido,
inexplicablemente, como algo perdido.
Versiones originales
I’ve been thinking about the anatomy
of the egg, about the two interior membranes,
the yolk held in place by the chalazae, gases
moving through the semipermeable shell.
A curious phrase, the anatomy of the egg,
as if an egg were a body, which it is,
as if the egg could be broken then mended,
which, depending on your faith, broken yes,
but mended? Well. Best to start
again, with a new body, voided
from a warmer one, brooded and turned.
Better to begin as if some small-handed
animal hadn’t knocked you against a rock,
licked clean the rich yolk and left
the albumen to dry in the sun — as if a hinged
jaw hadn’t swallowed you whole.
What I wanted: a practice that reassured
that what was cracked could be mended
or, at least, suspended so that it could not spread.
But now I wonder: better to be the egg or scaled
mandible? The small hand or the flies, bottle black
and green, spilling their bile onto whatever’s left,
sweeping the interior, drinking it clean?
I think, something might have grown there, though
I know it was always meant to be eaten,
it was always meant to spoil.
§
Refuse the old means of measurement.
Rely instead on the thrumming
wilderness of self. Listen
You have been lost for some time,
taking comfort on being home
to any wandering thing. Sheep and brown cows
graze your hart pocket. Antelope and bison
lap the great lake of your eye. And in your ear
the black bear winters.
You name your dawn shadow
Rabbit.
Your name your dusk shadow
Spur.
And the river that cuts you as it runs west,
you name Persistence.
Look. If you could bear sobriety,
you’d be sober.
If you could bear
being a person, you would no longer be
an iron bluff.
Do not wander. We are all apportioned
a certain measure of stillness.
§
You think about being small,
a child. No. Smaller,
a bird. Smaller still,
a small bird. You think
about the art of holding,
of being held. This hand
can crush you.
Pulp and feather you.
Could release the air
from all your little bones.
You grow. You are large.
You area 19th century poem.
All of America is inside you,
a catalogue of loves and land
and burrowing things. You contain
your beloved: a field, a building
of softening wood. The birds.
Always. The birds.
Soon you will be a person. Nothing
will change. Your body will be of a piece
with all other bodies: the thrush,
the dormouse, the great black bear.
When you open your mouth,
there will be only air.
Tighten your throat. Sound,
inexplicably, like something lost.
(Fuente: Jampster)
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