Oh, gris y pedregoso
Oh, gris y pedregoso suelo de Monaghan,
tú le robaste la risa a mi amor;
te llevaste el niño feliz de mi pasión
para darme el provinciano que engendraste.
Tú atoraste los pies de mi mocedad
y yo creí que mi tambaleo
tenía el porte y el tranco de Apolo,
y mi torpe mascullar, el aire de su voz.
¡Me decías que el arado era inmortal!
¡Oh, arado conquistador de la lozanía!
El eje oxidado, tu hoja roma
en la lisa pradera de mi frente.
En humeantes estercoleros
cantabas la canción de una prole de cobardes,
tú perfumaste mi ropa con sarna de comadreja,
con comida de cerdo me nutriste,
tú abriste una zanja en mi visión
de la belleza, el amor y la verdad.
¡Oh, gris y pedregoso suelo de Monaghan,
tú saqueaste el banco de mi juventud!
Perdidas las largas horas de placer
para todas las mujeres que aman a los jóvenes.
Oh, aún puedo acariciar el lomo del monstruo
o escribir con pluma sin veneno
su nombre en estos versos solitarios
o mencionar los campos oscuros
donde el primer vuelo alegre de mis rimas
quedó atrapado en una plegaria de campesino.
Mullahinsa, Drummeril, Black Shanco —
dondequiera que mire en el gris y pedregoso
suelo de Monaghan
veo amores muertos que nacieron para mí.
.....
(Trad.: Gerardo Gambolini)
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