miércoles, 29 de julio de 2020

James Merrill (EEUU, 1926 - 1995)



El vaso roto
Decir que alguna vez contuvo margaritas y campánulas
               Es ignorar, si no otra cosa,
     Su indeleble resplandor que, estrellado contra el piso,
     Yace en añicos, como si acogiera la luz,
     De verdes hojas orladas, su resplandor siempre deshecho,
     Su vidriada integridad esparcida en todas partes;
               Espectros, liberados hablarán
     De un florecer más frío donde roto quedó el frío cristal.
Astillas se desplomaron de la plenitud al caos
               Aun así retiene cada arista
     La nota opalina de la imperfección
     Cuyos rayos, aunque en desorden, emitirán
     Más de una red de ángulos de luz
     Cuando al anochecer apunten hacia intactas direcciones
               Y tracen en la estancia
     Las posibilidades del fuego y su aceptación.
Las generosas curvas de vidriado artificio
               Dan fe de su pureza
     En unidades lúcidas. Libre de éstas,
     Como el amor triunfa sobre la irrelevancia
     Y construye armonía en disonancias
     Y de algún modo vive entre nosotros roto, como si
               El tiempo fuera un vaso roto
     Y nuestra última alegría asumir que no se puede remediar.
Las astillas, iridiscente ruina en el suelo,
               Cortan estructuras en el aire,
     Delimitan, ojos o brújulas, un rostro
     De matemática fijeza, reflector
     Bajo cuyos límites podemos acomodar
     Todas las soledades del amor, espacio para el rostro del amor,
               Los proyectos del amor verdes de hojas,
     Los monumentos del amor como lápidas en nuestras vidas. 
Este poema forma parte del libro La escuela de Wallace Stevens: Una antología de la poesía estadounidense contemporánea, con textos introductorios de Harold Bloom,  y la selección y traducción de los poemas por Jeannette L. Clariond. Fue publicado en Letras Libres.


El kimono 
Al regresar del callejón de los amantes
mi cabello estaba blanco como la nieve.
Alegría, incomprensión, dolor
habían pasado por mi vida como las estaciones.
De cómo llegué a casa
medio muerto y helado, tal vez lo sepas.
Ocultas una sonrisa y citas un texto:
Los deseos insatisfechos
persisten de una vida a la siguiente.
Hace tiempo nos apartamos de los hogares
que nos acogieron, hace tiempo eran marcas
sobre un plano de “orgullo abrasador”.
Tiempo sin cordura, el brillo de la burbuja
sobre el nivel carbonizado anuncia
la vuelta de abril. Un fulgor repentino…
Sigue hablando mientras me convierto en
el diseño de un arroyo
bordeado por juncos blancos sobre azul.


Traducción de Jeannette L. Clariond





(Fuente: Transtierros)
 

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