Segunda salutación
USTEDES fueron alabados, libros míos,
porque yo acababa de regresar del campo;
Conmigo llevaba unos veinte años de retraso;
por lo que encontraron una audiencia preparada.
Yo no los repudio,
y tampoco repudio a su progenie.
Aquí están, sin pintorescos recursos;
Aquí están, sin que nada arcaico los aceche.
Vean lo que los periodistas escupieron,
Vean la ira de los profesores,
Vean cómo las mujeres bonitas los insultaron:
“¿Es esta,” dicen, “la tontería
que esperamos de los poetas?”
“¿Dónde está lo Pintoresco?”
“¿Dónde está el vértigo de la emoción?”
“¡No! Su primer trabajo fue el mejor.”
“¡Pobrecito! Perdió sus ilusiones.”
¡Vayan, pequeños e insolentes cantos desnudos,
Vayan dando un paso a la ligera!
(¡O dos, si tienen ganas!)
¡Vayan y bailen sin vergüenza!
¡Vayan con un festejo impertinente!
Saluden a los serios y a los aburridos,
Salúdenlos con el pulgar en sus narices.
Aquí tienen sus campanas y su papel picado.
¡Vayan! ¡Rejuvenezcan las cosas!
Rejuvenezcan incluso a “The Spectator.”
¡Vayan! ¡Hagan que los gatos maúllen!
¡Bailen y hagan ruborizar a la gente
bailen la danza del falo
y cuenten anécdotas de Cibeles!
¡Hablen de la indecorosa conducta de los Dioses!
(Cuéntenselo a Mr. Strachey)
Levanten las polleras de los puritanos,
hablen de sus rodillas y de sus tobillos.
Pero, ante todo, vayan a las personas prácticas —
¡Vayan! ¡Toquen el timbre de su puerta!
Díganles que ustedes no trabajan
y que van a vivir para siempre.
Trad. Juan Arabia
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