jueves, 30 de julio de 2020

Luz Pichel (España, 1947)



LXI

Hay tréboles de cuatro hojas en ese prado
pero tú, a las polillas.

Te pasas las horas contemplando a las polillas grises de las luces,
que traen cartas:
sal al mediodía y trágate los colores de las mariposas en los zarzales.

Pídele a esa lagartija que te cuente
qué tesoro guarda para ti en su corazón larguirucho que late al sol,
entre las piedras.

Toma suavemente esa mariquita y no la muerdas, déjala así, que suba suba,
camino arriba,
por la raya de la vida de tu mano pequeña.




La marca de los Potros.
Colección Juan Ramón Jiménez de Poesía.
Diputación de Huelva, 2004.



Poema prólogo 

Hay en esta aldea un gato
que conoce los abismos.

Por la noche,
desde el Alto das Penas
se yergue y mira fijo la casa que fue de su dueño
y ladra como un perro rabioso.
Su sombra es larga y afilada.
Se clava en el pecho de uno de por vida.

Va a haber que matarlo.





Mariposa no soy 

A Mónica León Pichel


La ropa contra la piedra, 
el jabón contra la ropa, 
la lluvia contra el tejado del lavadero, 
y en medio de la lluvia te miras las manos 
abiertas como dos alas arrugadas, muy limpias. 
Pero tú no eres una mariposa, 
no se te va con agua la harina de las alas, 
tú puedes mojarte.

(Traducción de María Salgado) 
[Luz Pichel, Casa pechada, 2006, XXVI premio Esquío de Poesía, A Coruña, 
Fundación Casa Galicia] 



QUE EL TIEMPO PASE

 

I
Ni una gota más de Betadine,
ni una gasa más,
no se chupa la sangre de la herida,
la costra no se arranca,
se cae sola, cae
sola.

II
Pordiós que el tiempo pase,
desgájese la rueda de su eje, de la otra rueda,
ruede por el camino recto, recta, ruede,
avance la memoria y llegue al arenal
pósese allí la rueda, el tiempo
déjese allí caer, caer, quedarse,
olvide el griterío de los carros,
duerma una larga noche larga, larga.

III
La herida será entonces una rama seca en la llanura,
un pedazo de alambre.
En la rama me siento y contemplo la puesta del sol,
el alambre separa mi tierra de la tuya,
pero la niña se baja la braguita y muestra
la flor que ya no duele,
su dibujo infantil,
la hermosa cicatriz que el rey besó
antes de abandonarla en el barullo de una feria.
¡Dios mío, cuánto frío, cuánto frío!
Abrígate, corazón, abrígate.



(2005)





(Fuente: Lauragiordani.blog)

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