lunes, 27 de julio de 2020

Diego Colomba (San Nicolás, Buenos Aires, 1972)



En el fondo una metáfora no es una analogía 

 

Nadie más
que yo
veía 
caer 
esos copos 
invisibles 
de nieve 
que tornasolaban 
en la tarde
—si papá
los hubiera visto
los habría
señalado
con un dedo—
pero 
lo cierto
es
que caían:
fríos 
y pesados.
Llevábamos
esa nieve
triste
sobre los hombros.
Esa nieve
era
lo único
sagrado
que podríamos
compartir.




Tanatología

 

Como quien cuenta a las apuradas la última anécdota 
antes de despedirse una compañera de trabajo se refiere 
sin ambages al estado terminal de su madre
a la prontitud con que su médico de cabecera se ha sacado 
un problema de encima —después de repasar imágenes 
incomprensibles con los anteojos de aumento— telefoneando
ante sus mismas narices a una verdadera eminencia en la materia
el responsable de la biopsia que le practican poco después 
tras un diagnóstico que explique los repetidos ahogos 
y la creciente inapetencia de estos días:
se trata de una perfecta pieza de orfebrería en manos 
de una naturaleza hostil que ha sabido urdir tumores 
como cuentas de un collar alrededor del estómago.
El cirujano aclara que se ha limitado a limpiar 
los intersticios entre una y otra pieza
para hacer de la agonía de su madre un padecimiento 
relativamente más humano.
Mi compañera advierte que —contra lo que uno cree— 
la intervención ha resultado exitosa 
si se considera la falta de dolores o molestias 
como un modo razonable de vivir. 




(Fuente: El poeta ocasional)

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