jueves, 31 de enero de 2019

Gabriel Celaya (España, 1911-1991)




A solas soy alguien. En la calle, nadie.
A solas medito, siento que me crezco. Le hablo a Dios.
Responde cóncavo el silencio. Pero aguanta siempre, firme
frente al hueco, este su seguro servidor sin miedo.
A solas soy alguien, valgo lo que valgo. En la calle, nadie
vale lo que vale. En la calle reinan timbres, truenos,
trenes de anuncios y focos, de absurdos papeles. Pasan
gabardinas pasan hombres "ene". Todos son hombres como uno,
pobres diablos: gente. En la calle, nadie vale lo que vale,
pero a solas, todos resultamos alguien. A solas existo, a solas
me siento, a solas parezco rico de secretos. En la calle, todos
me hacen más pequeño y al sumarme a ellos, la suma da cero.
A solas soy alguien, valgo lo que valgo. En la calle, nadie vale
lo que vale. A solas soy alguien, entiendo a los otros. Lo que existe
fuera, dentro de mi doblo. En la calle, todos nos sentimos solos,
nos sentimos nadie, nos sentimos locos. A solas soy alguien.
En la calle, nadie.

Cristina Peri Rossi (Montevideo, Uruguay, 1941)


XII

A tantos quilómetros de distancia
nadie puede permanecer fiel.
Ni el árbol que plantamos
ni el libro abandonado,
ni el perro,
que vive en otra casa.

XIV

Ninguna palabra nunca
ningún discurso
-ni Freud, ni Martí-
sirvió para detener la mano
la máquina
del torturador.
Pero cuando una palabra escrita
en el margen en la página en la pared
sirve para aliviar el dolor de un torturado,
la literatura tiene sentido.

Los exiliados

Persiguen por las calles
sombras antiguas
retratos de muertos
voces balbuceadas
hasta que alguien les dice
que las sombras
los pasos las voces
son un truco del inconsciente
Entonces dudan
miran con incertidumbre
y de pronto
echan a correr
detrás de un rostro
que les recuerda otro antiguo.
No es diferente
el origen de los fantasmas.

Cabina telefónica 1975

El exilio es tener un franco en el bolsillo
y que el teléfono se trague la moneda
y no la suelte
-ni moneda, ni llamada-
en el exacto momento en que nos damos cuenta
de que la cabina no funciona.

XXXIV

Extrañan
el ritmo de las ciudades
el cielo opaco lleno de humo
el canto de los pájaros
extrañan el paso de las horas
el calor y el frío
a veces dicen una palabra por otra
y se asustan
cuando descubren que olvidaron
el nombre de una calle.
Se exilian de todas las ciudades
de todos los países
y aman las imágenes de los barcos.

El viaje

Mi primer viaje
fue el del exilio
quince días de mar
sin parar
la mar constante
la mar antigua
la mar continua
la mar, el mal
Quince días de agua
sin luces de neón
sin calles sin aceras
sin ciudades
sólo la luz
de algún barco en fugitiva
Quince días de mar
e incertidumbre
no sabía adónde iba
no conocía el puerto de destino
sólo sabía aquello que dejaba
Por equipaje
una maleta llena de papeles
y de angustia
los papeles para escribir
la angustia
para vivir con ella
compañera amiga
Nadie te despidió en el puerto de partida
nadie te esperaba en el puerto de llegada
Y las hojas de papel en blanco enmoheciendo
volviéndose amarillas en la maleta
maceradas por el agua de los maresDesde entonces
tengo el trauma del viajero
si me quedo en la ciudad me angustio
si me voy
tengo miedo de no poder volver
Tiemblo antes de hacer una maleta
-cuánto pesa lo imprescindible-
A veces preferiría marcharme
El espacio me angustia como a los gatos
Partir
es siempre partirse en dos.

Lo imprescindible

Uno aprende que lo imprescindible
no eran los libros
no eran los discos
no eran los gatos
no eran los paraísos en flor
derramándose en las aceras
ni siquiera la luna grande -blanca-
en las ventanas
no era el mar arribando
su rumia rompedora en el malecón
ni los amigos que ya no se ven
ni las calles de la infancia
ni aquel bar donde hacíamos el amor con la mirada.
Lo imprescindible era otra cosa.

Elogio de la lengua

Me vendió un cartón de bingo
y me preguntó de dónde era.
“De Uruguay”, le dije.
“Habla el español más dulce del mundo”,
me contestó mientras se iba
blandiendo los cartones
como abalorios de la suerte.
A mí, esa noche,
ya no me importó perder o ganar.
Me di cuenta de que estaba enganchada a una lengua
como a una madre,
y que el salón de bingo
era el útero materno.

Montevideo

Nací en una ciudad triste
de barcos y emigrantes
una ciudad fuera del espacio
suspendida de un malentendido:
un río grande como mar
una llanura desierta como pampa
una pampa gris como cielo.
Nací en una ciudad triste
fuera del mapa
lejana de su continente natural
desplazada del tiempo
como una vieja fotografía
virada al sepia.
Nací en una ciudad triste
de patios con helechos
claraboyas verdes
y el envolvente olor de las glicinas
flores borrachas
flores lilas
Una ciudad
de tangos tristes
viejas prostitutas de dos por cuatro
marineros extraviados
y bares que se llaman City Park.
Y sin embargo
la quise
con un amor desesperado
la ciudad de los imposibles
de los barcos encallados
de las prostitutas que no cobran
de los mendigos que recitan a Baudelaire.
La ciudad que aparece en mis sueños
accesible y lejana al mismo tiempo
la ciudad de los poetas franceses
y los tenderos polacos
los ebanistas gallegos
y los carniceros italianos
Nací en una ciudad triste
suspendida del tiempo
como un sueño inacabado
que se repite siempre.



(Fuente: Poetas del Fin del Mundo blog)

martes, 29 de enero de 2019

Ivana Romero, (Firmat, Santa Fe, 1976)


  Eran unos cangrejos sobre fondo verde veronés.



Eran unos cangrejos sobre fondo verde veronés.

Un cuadro raro de Vincent
que a falta de mejores modelos
usó lo que tenía a mano.

En esa época se mudó a un tallercito blanco
en Arlés.

“Te parecerá gracioso que el retrete
se encuentre en casa del vecino”, escribió
a su hermano Theo.

También le contó que colgaría
estampas japonesas en la pared.

Quizás la chica sentada a mi lado sea japonesa.

Tiene el vientre muy abultado y una campera plateada.

Al lado está su madre.

Le acaricia la panza un instante y vuelve a sus cosas,
a la guía del museo que lleva entre manos.

Alguien me dijo que las mujeres se vuelven un poco locas
cuando se convierten en madres.

Vincent también se volvió loco
de amor, de tristeza
de aguda fantasía y desasosiego.

Todos podemos volvernos locos alguna vez.

No estamos a salvo, como esos cangrejos
que ya son arena o piedra calcinada.

Escribo estas cosas
en medio de una mañana color trigo,
tan quieta que casi puedo tocarla
como un vientre grávido que respira profundo.

Vuelvo a respirar
después de varios días a la sombra.

Ahí están tus zapatos negros
para recordarme que viajamos juntos
que eso no pasó hace tanto.

Ya está bien con esto de caminar hacia atrás.

Miro tus zapatos,
pienso que volverás en unos días
y que esta vez no me dará miedo
el silencio de la noche
ni las distancias
ni mi propia sombra.

Tampoco el pasado.

Los cuadros tienen adentro otros cuadros.

Yo no tengo chicos adentro mío
pero sí una tristeza antigua,
envuelta en su capa verde.




(Fuente: Caína bella blog)

Francisco Arriví (Puerto Rico, 1915-2007)


Ahuyenta instantes y desata vuelos…

La eternidad del tiempo me desnuda
la presencia del polvo,
ceniza de las horas,
trituración de carnes y de rosas.

Lengua de opacidad, pátina fría,
empeña su destino por mis ojos,
lame tenaz la angustia fiera
izada en la frontera de la muerte.

Defiende, corazón, tu sangre tibia,
la cálida circulación de pulsos,
la fragua de semillas,
la contumaz germinación de sueños.

Blande, esgrime la flor de la esperanza,
ahuyenta instantes y desata vuelos
en esta soledad que avanza oscura
camino de la sombra y del silencio.


(Fuente: Asamblea de palabras)

Charles Simic (EEUU)


El tigre

Traducción de Juan Carlos Villavicencio





En memoria de George Oppen
En San Francisco, ese invierno,
Había una pequeña tienda oscura
Lleno de budas aletargados.
La tarde en la que entré
Nadie salió a saludarme.
Me paré entre los sabios
Como si tratara de leer sus pensamientos.

Uno era enorme y estaba hecho de piedra.
Unos pocos eran del tamaño de la cabeza de un niño.
Y tenían manchas del color de la sangre seca.
Había algunos no más grandes que ratones,
Y parecían estar escuchando.

«Los vientos de marzo, vientos negros,
los vientos descarnados», escribió el poeta muerto.

Al atardecer su calle estaba vacía
Excepto por mi larga sombra.
Abiertas ante mí como tijeras.
Ahí estaba su casa donde conté la historia
Del soldado ruso,
Aquel que se veía como un chino.

Yacía herido en la cama de mi padre,
Y yo le traía fósforos y agua.
Por eso me regaló un pequeño tigre
Hecho de marfil. Su boca estaba abierta de ira
Pero ya no le quedaban rayas.

Hubo una noche en la que pinté
De negro sus ojos, de rojo su lengua.
Mi madre sostuvo la lámpara por mí,
Mientras se preocupaba por el tipo de suerte
Que la bestia podría traernos.

El tigre en mi mano rugió débilmente
Cuando estuvimos solos en la oscuridad,
Pero cuando puse mi oído en la puerta del poeta
esa tarde, no escuché nada.

«Los vientos de marzo, los vientos negros,
Los vientos descarnados», escribió alguna vez.






en Hotel Insomnia, 1992

(Fuente: Descontexto)













lunes, 28 de enero de 2019

William Carlos Williams (EEUU)


La calle solitaria




Se acabaron las clases. Hace mucho calor
para caminar a gusto. A gusto
con vestidos ligeros caminan por las calles
para matar el tiempo.
Se han estirado. Llevan
llamas rosadas en su mano derecha.
De pies a cabeza de blanco,
con miradas ladeadas, perezosas—
de amarillo, con géneros flotantes,
faja y medias negras—
tocando sus ávidas bocas
con azúcar rosada en un palito—
como un clavel cada una llevándola en su mano—
suben por la calle solitaria.
en Antología de la Poesía Norteamericana, 2018
Edición a cargo de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal
Descontexto Editores
The lonely street

School is over. It is too hot / to walk at ease. At ease / in light frocks they walk the streets / to while the time away. / They have grown tall. They hold / pink flames in their right hands. / In white from head to foot, / with sidelong, idle look-- / in yellow, floating stuff, / black sash and stockings-- / touching their avid mouths / with pink sugar on a stick-- / like a carnation each holds in her hand-- / they mount the lonely street. /












Allen Ginsberg (EEUU)




Muere dignamente en tu soledad


Viejo hombre,
Yo profetizo recompensas
Más vastas que las arenas de Pachacamac
Más brillantes que una máscara de oro martillado
Más dulces que la alegría de ejércitos desnudos
fornicando en el campo de batalla
Más rápidas que un tiempo pasado entre la noche
de vieja Nazca y la de Lima nueva
en el crepúsculo
Más extrañas que nuestro encuentro cerca del palacio
Presidencial en un viejo café
fantasmas de una vieja ilusión, fantasmas
del amor indiferente.




Lamentación del sin techo



Perdona, amigo, no quise molestarte
pero volví de Vietnam
donde maté a un montón de caballeros vietnamitas
algunas damas también
y no pude soportar el dolor
y de miedo cogí un hábito
y pasé por la rehab y estoy limpio
pero no tengo lugar donde dormir
y no sé qué hacer
conmigo ahora mismo
Lo siento, amigo, no quise molestarte
pero hace frío en la calle
y mi corazón está enfermo solo
y estoy limpio, pero mi vida es un desastre
Tercera Avenida
y calle E. Houston
en el paso peatonal bajo el semáforo en rojo
limpio tu parabrisas con un trapo sucio




La inteligencia brillante


Emigra de la muerte
para hacer un signo de Vida nuevamente en Ti
fiero y bello como un accidente de autos
en la Plaza de Armas
Juro que yo he visto esa luz
No dejaré de besar tus mejillas
cuando cierren tu ataúd
Y los humanos de duelo vuelvan a su viejo
y cansado sueño .
Y tú te despiertes en el Ojo del Dictador
del Universo
¡Otro estúpido milagro! ¡De vuelta estoy equivocado!
¡Tu indiferencia! ¡Mi entusiasmo!
¡Yo insisto! ¡Tú toses!
Perdido en la Ola de- Oro que flota
a través del Cosmos.
¡Ah estoy cansado de insistir! Adiós
me voy a Pucalpa
a tener visiones.
¿Tus sonetos limpios?
Yo quiero tus borradores secretos
más sucios
tu esperanza,
en su más obscena Magnificencia, ¡oh Dios!




Buena suerte


Tengo suerte de tener los cinco dedos en la mano derecha
Suerte de hacer pipí sin que me duela mucho
Suerte que los intestinos se muevan.
Suerte, duermo de noche en una cama de capitán, siesta a media tarde
Suerte de pasear por First Avenue
Suerte de ganar un par de cien mil al año
cantando Eli Eli, escribiendo lo que se me pasa por la cabeza, grabando ga;abatos primordiales,
enseñando en un colegio budista, sacándole fotos con la Leica a la parada del bus
por la ventana de mis ojos
Oigo sirenas de ambulancias, huelo ajo y orín, pruebo nísperos y lenguado,
camino descalzo por el piso del loft, algo insensibilizadas las plantas de los pies
Suerte que puedo pensar y que el cielo puede nevar





La balada de los esqueletos


Dijo el esqueleto Presidencial
No firmaré el proyecto
Dijo el esqueleto Vocero
Sí lo harás
Dijo el esqueleto Representativo
Objeción
Dijo el esqueleto Corte Suprema
¿Qué esperabas?
Dijo el esqueleto Militar
Comprad bombas estrellas
Dijo el esqueleto Clase Alta
Hambread a las mamis solteras
Dijo el esqueleto Yahoo
Parad el arte obsceno
Dijo el esqueleto Derecha
Olvidaos del Corazón
Dijo el esqueleto Gnóstico
La Forma Humana es divina
Dijo el esqueleto Mayoría Moral
No, no lo es, es mía.
Dijo el esqueleto Buda
La compasión es riqueza
Dijo el esqueleto Corporación
Es mala para la salud
Dijo el esqueleto Viejo Cristo
Preocuparos de los pobres
Dijo el esqueleto Hijo de Dios
el SIDA necesita cura
Dijo el esqueleto Homófobo
Chupad a los gays
Dijo el esqueleto Patrimonio Nacional
Los negros no tienen suerte
Dijo el esqueleto Macho
Mujeres a su lugar
Dijo el esqueleto Fundamentalista
Multiplicad la raza humana
Dijo el esqueleto Derecho a la Vida
El feto tiene un alma
Dijo el esqueleto Pro Elección
Pásalo por tu agujero
Dijo el esqueleto Reducción
Los robots cogieron mi empleo
Dijo el esqueleto Mano Dura
Gas lacrimógeno a la plebe
Dijo el esqueleto Gobernador
Suprimid la merienda escolar
Dijo el esqueleto Alcalde
Mascad el presupuesto
Dijo el esqueleto Neoconservador
¡Sin techo, fuera de la calle!
Dijo el esqueleto Libre Mercado
Usad los como carne
Dijo el esqueleto Grupo de Expertos
Liberad los mercados
Dijo el esqueleto Ahorro y Préstamo
Que pague el Estado
Dijo el esqueleto Chrysler
Pagad por ti y por mí
Dijo el esqueleto Fuerza Nuclear
y por mí por mí por mí
Dijo el esqueleto Ecológico
Mantened el cielo azul
Dijo el esqueleto Multinacional
¿Cuánto vales tú?
Dijo el esqueleto NAFTA
Enriqueceos, Libre Comercio,
Dijo el esqueleto Maquiladora
Deslomaos, salario bajo
Dijo el rico esqueleto GATT
Un mundo, alta tecno
Dijo el esqueleto Clase Baja
Que te den una buena
Dijo el esqueleto Banco Mundial
Cortad vuestros árboles
Dijo el esqueleto FMI
Comprad queso americano
Dijo el esqueleto Subdesarrollado
Enviadme arroz
Dijo el esqueleto Desarrollado
Vended vuestros huesos por un centavo
Dijo el esqueleto Ayatolá
Muere escritor muere
Dijo el esqueleto José Stalin
Eso no es mentira
Dijo el esqueleto Reino Medio
Nos tragamos el Tíbet
Dijo el esqueleto Dalai Lama
Cuidado con la indigestión
Dijo el esqueleto Coro Mundial
Es su destino
Dijo el esqueleto EE. UU.
Hay que salvar Kuwait
Dijo el esqueleto Petroquímico
Rugid bombas rugid
Dijo el esqueleto Psicodélico
Fumad un dinosaurio
Dijo el esqueleto de Nancy
Decid solamente No
Dijo el esqueleto Rasta
Chupa Nancy Chupa
Dijo el esqueleto Demagogo
No fuméis hierba
Dijo el esqueleto Alcohólico
Que se os pudra el hígado
Dijo el esqueleto Yonkie
¿Conseguiremos la dosis?
Dijo el esqueleto Big Brother
Cárcel a los sucios huevones
Dijo el esqueleto Espejo
¡Eh, buen mozo!
Dijo el esqueleto Silla Eléctrica
Eh, ¿qué se come hoy?
Dijo el esqueleto Entrevistas
Vete a la mierda en la cara
Dijo el esqueleto Valores de la Familia
Mi gas lacrimógeno valores familiares
Dijo el esqueleto NY Times
Eso no es apto para imprimirlo
Dijo el esqueleto CIA
¿Puedes repetirlo?
Dijo el esqueleto Transmisión en cadena
Creed mis mentiras
Dijo el esqueleto Publicidad
No os volváis sensatos
Dijo el esqueleto Medios
Creedme a mí
Dijo el esqueleto Teleadicto
¿Qué me preocupa?
Dijo el esqueleto TV
Comed bocados de sonidos
Dijo el esqueleto Noticiero
Es todo Buenas Noches.


sábado, 26 de enero de 2019

Homero Carvlho Oliva (Bolivia, 1957)


Amazonía
    

Pude haber nacido
en otro lado del mundo
llamarme Ismael
y navegar en el Pequod
al mando del capitán Ahab
surcando los mares del sur
en busca de la ballena blanca.

Mis padres quisieron que me llame Homero
y que naciera en la Amazonía
sueño húmedo y milagro vegetal
donde los secretos están bajo
las raíces de los altos árboles
y desde el frutecido olor del sinini
del cayú del motoyoé del asaí y del achachairú
se pueden sentir los sonidos de la creación
donde la selva es aún una página en blanco
en la que aparecen Divinidades y animales insurrectos
donde los ríos son los viejos caminos de mi pueblo
por los que los transcurren sus míticas historias.

Hace miles de años
allá en la tierra de los Moxos país de Enín
de Candire del Paitití y de los Reinos Dorados
los ríos eran potros domados
sobre los que cabalgábamos la llanura.
Perdida esa sabiduría
tras la llegada de las aguas salvajes
que dejaron a las pampas
como un desierto iluminado
hoy los ríos atropellan desbocados
a las naciones de nuestra Amazonía.

Ahora los ríos son los hilos
con los que tejemos nuestros pensamientos
y cargan el recuerdo de nuestros muertos queridos
sobre los que el Sol y la Luna
son un tembloroso corazón
preñado de abundante vida.

Todos los años
después de una nueva inundación
el agua nos descubre los vestigios
de la civilización que una vez hundió
y el viento encrespa los castaños
dejando ver el arcoíris como un aleteo de alas.

Allá por la llanura amazónica
y entre la espesa selva
fluye poderoso el río madre de todos los ríos:
el Mamoré
tan grande y potente es su rumor
que nos hace olvidar que alguna vez tuvimos mar.

Allá donde el agua es el origen del verbo
solo necesito de una canoa y un remo
para llegar hasta el playón
donde me espera mi Amada
desnuda y morena como una gota del río.






(Fuente: Caliban)

Anne Sexton (EEUU, 1928-1974)




Después de Auschwitz
Ira
tan negra como un gancho,
me sobrepasa.
Cada día,
cada nazi
a las ocho de la mañana tomaba un niño
y se lo salteaba para el desayuno
en su sartén.
 
Y la muerte mira como al azar
y se saca la mugre bajo las uñas de los dedos.
El hombre es malo,
lo digo alto.

El hombre es una flor
que debe ser quemada,
lo digo alto.

El hombre
es un pájaro lleno de mierda,
lo digo alto.
 
Y la muerte como al azar
y se rasca el ano.
El hombre con sus delitos del pie rosas,
con sus dedos de las manos milagrosos,
no es un templo
sino un retrete,
lo digo alto.

Que el hombre nunca más levante su taza de té.
Que el hombre nunca más escriba un libro.
Que el hombre nunca más se ponga sus zapatos.
Que el hombre nunca más eleve sus ojos,
en una noche suave de julio.

Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca.
Digo estas cosas en alto.
Ruego al Señor que no me oiga.
 
 
(Fuente: Poesía del Toro de Barro)

viernes, 25 de enero de 2019

Gregorio Reynolds (Bolivia, 1882-1948)


Panteísmo



Yo quiero de tus lágrimas el póstumo tributo,
en gracia de lo mucho que por tu amor sufrí,
el día en que siguiéndome con paso irresoluto,
al campo santo vayas para volver sin mí.

Al convertirme en árbol, te ofreceré mi fruto,
será mientras exista mi sombra para ti...
después, cuando a mi vera, cual mármol impoluto
reposes, mis raíces han de abrazarte allí.

Bajo mi savia —¡oh virgen!— tu carne toda en germen,
ha de surgir de nuevo con todos los que duermen
en subterráneo génesis el sueño vegetal...

Y al envolver mi tronco tu floreciente traje,
arriba, luminosas, en el etéreo viaje,
daránse nuestras almas el beso sideral.



(Fuente: Asamblea de palabras)

Hart Crane (EEUU)

Tore down



(Take this Sea, whose diapason knells
On scrolls of silver snowy sentences…)
.-Crane-


En un mar escasamente plano
espesas olas acumulan peces
sobre peces hasta alcanzar
desproporcionada altura.
Y al bifurcarse en el horizonte
lejano
sus evanescentes cúspides
reciben el fulgor proveniente de las ausentes
Campanas de Sacramento, inundadas
por un coro de cadáveres que flotan
a la deriva.
Nadie espera ya contemplar las anclas color yeso
sumergidas en el fondo del océano que azota
el golfo de México.
Ni tampoco aquella circunstancia que hiciera posible
la fugaz permanencia de tus coordenadas
de plata. Solo el enigma.
Su vasta presencia
navegando junto al terror.
miedo, fracaso, tedio.
mientras se ahogan las manos de los amantes.




(Fuente: Veamosquienes RaúlRacedo. blog)

César Calvo


Aquel bello pariente de los pájaros


Aquel bello pariente de los pájaros
que escondía su sombra de la lluvia
mientras tú dirigías
sobre ardientes cuadernos el vuelo de su mano.
El niño que subía
por el estambre rojo del verano
para contarte ríos de perfume,
cabellos rubios y país de nardos.
Tu niño preferido -¡si lo vieras!-
es el alma de un ciego que pena entre los cactus.
Es hoy el otro, el sin reír, el pálido,
rabioso jardinero de otoños enterrados.
¿Y sabiendo esto lo quisiste tanto?
¿Lo acostumbraste al mar,
al sol,
al viento,
para que hoy ande respirando asfixias
en un pozo de náufragos?
¿Para esta pobre condición de niebla
defendiste su luz de enamorado?
Poesía, no quiero este camino
que me lleva a pisar sangre en el prado
cuando la luna dice que es rocío
y cuando mi alma jura que es espanto.
Poesía, no quiero este destino.
Llévate tus sandalias.
¡Devuélveme mis manos!
El final de la historia lo dirán las estrellas
y las hojas que cubran mi sueño sepultado.
en De este lado del cielo (Antología), 2018

Edición de Mario Pera
Descontexto Editores

Tomasz Różycki (Polonia, 1970)


Mi habitación...

Mi habitación. Aquí, el hielo se derrite en el vaso
por un momento antes de que se derrita el ojo
y antes de que la mano adivine qué está pasando
la hoja se manchará, transformando los mechones
de esas letras en barro. Y la noche, las luces
de la ciudad de nuevo se hacen enormes. Se oye
cómo el continente se mueve con un enorme estruendo
buscando tierra al Este. La espalda, los muslos, los brazos.

Colón se equivocó. Más allá de la puesta
de sol no hay tierra alguna, una barca navega
en plena noche y sigue sin parar, sin descanso:
descubres islas, pones nombre a todos
los mundos que has soñado, mientras tu soñolienta
tripulación es cada vez más joven tan sólo
dentro del hemisferio freudiano. Si vuelve,
Circe los convertirá otra vez en hombres.



(Fuente: Asamblea de palabras)

jueves, 24 de enero de 2019

Margaret Atwood


Venida del bosque

Traducción de Juan Carlos Villavicencio





Yo que había sido borrada
por el fuego, fui arrastrada
sobre el verde
(qué
temporada más brillante)
Con el tiempo vinieron
los animales a habitarme,

primero uno
a uno, furtivamente
(sus usuales huellas
quemaban); entonces
habiendo marcado nuevas fronteras
volviendo, más
confiados, año
a año, de dos
en dos

pero sin descanso: no estaba lista
en general para ser colonizada

Ellos podían decir que yo era
demasiado intensa: podría
haber zozobrado;
estaba aterrada
por sus ojos (verdes o
ámbares) que brillaban desde dentro de mí

No había sido terminada; de noche
no podría ver sin linternas.

Él escribió: Nos vamos. Yo dije
Ya no tengo ropa
que pueda usar

Llegó la nieve. El trineo fue un alivio;
atrás se veía extendido su rastro
empujándome hacia la ciudad

y, rodeando la primera colina, me quedé
(instantáneamente)
sin vida dentro de mí: ellos se habían ido.

Hubo algo que casi me enseñaron
pero me alejé sin haberlo aprendido.




en The Journals of Susanna Moodie, 1970
















Departure from the Bush

I, who had been erased / by fire, was crept in / upon by green / (how / lucid the season) / In time the animals / arrived to inhabit me, // first one / by one, stealthily / (their habitual traces / burnt); then / having marked new boundaries / returning, more / confident, year / by year, two / by two // but restless: I was not ready / altogether to be moved into // They could tell I was / too heavy: I might / capsize; / I was frightened / by their eyes (green or / amber) glowing out from inside me // I was not completed; at night / I could not see without lanterns. // He wrote, We are leaving. I said / I have no clothes / left I can wear // The snow came. The sleigh was a relief; / its track lengthened behind, / pushing me towards the city // and rounding the first hill, I was / (instantaneously) / unlived in: they had gone. // There was something they almost taught me / I came away not having learned.


(Fuente: Descontexto blog)






Wallace Stevens (EEUU)


TRECE FORMAS DE MIRAR UN MIRLO


I

Entre veinte montañas nevadas,
Sólo se movía
El ojo de un mirlo.



II

Tenía tres deseos
Como un árbol
En el que hay tres mirlos.


III

El mirlo que hacía cabriolas en el viento de otoño
Era una pequeña parte de la pantomima.


IV

Un hombre y una mujer
Son uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
Son uno.


V

No sé qué preferir,
La belleza de las inflexiones
O la belleza de las insinuaciones,
El trino del mirlo
O después.


VI

Los carámbanos llenaron la larga ventana
Con vidrio bárbaro.
La sombra del mirlo
Lo cruzó, de un lado a otro.
El humor
Trazó en la sombra
Una causa indescifrable.


VII

Oh, magros hombres de Haddam,
¿Por qué imaginan pájaros de oro?
¿No ven acaso cómo el mirlo
Sigue los pasos
De las mujeres que los rodean?


VIII

Yo sé nobles acentos
Y lúcidos ritmos, inescapables;
Pero también, sé,
Que el mirlo forma parte
De lo que yo sé.


IX

Cuando el mirlo se perdió de vista
Señaló el límite de uno de muchos círculos.


X

A la vista de mirlos
Volando en la luz verde,
Aun el parloteo de la eufonía
Gritaría agudamente.


XI

En una calesa de cristal
Recorrió Connecticut.
Una vez, lo traspasó un temor
Cuando confundió
Con los mirlos
La sombra de su equipaje.


XII

Se mueve el río.
Debe estar volando el mirlo.


XIII

Fue de noche toda la tarde.
Estaba nevando
E iba a nevar.
El mirlo se posó
En la rama del cedro.



Roberto Merino


“Ricardo Lyon 3352”





Sé que no creo, pero no es bastante
ese premio menor de desconsuelo.
De una vida de pura explicación
desaparecen de pronto los paisajes.
Lo que no espero lo espero del azar
pero dudo del método en la noche.
Sin comentarios las hojas en los techos
acumulan inútil permanencia.
El mismo azar es un albur lejano
(no queda otro cigarro que el que fumas).
Me imagino que hay playas, que hay un norte
despertándose del despojo de las olas.
Pero en la vida misma constatarlo
se hace lento y difícil y desbordan
a estas horas los años estancados.
en Melancolía artificial, 2009

(Segunda edición, Ediciones Universidad Diego Portales)

miércoles, 23 de enero de 2019

Carmen Berenguer (Chile, 1946)


Mala piel


Piel que pora no podría ser otra piel de durazno negro;
pigmento oscuro no otro, más que oscuro, no otro.
Crin sufroso el sayo que lo cubre y tizna.
Si aquél blanco horadara negro piel o la negrura espesa
el corazón tensara rojo piel blanca y por blanca virgínea
verrugosa la oruga sedara el silencio de aquél vellocino
pigmento de sedas avienta la oruga.
Su brillo opacara así
empolvando las estrías que trepana la cintura hacia lo velloso;
lamé cerrara y abriera hondo.
Pígmea su lamé bellosida plateara la sien;
guante sintético
de la mano que el guante esconde vacilante al tacto
de la cintura drapeada; cincha salvaje cimbra el talle
piqué blanco; borde el punto
y piensan pezones
más arriba
antes del cuello bibeteando cintas
cincha
acordona las tetas ralas;
pilchas sujetas.
Piqué
colorean cruces
ensedado natural a lunares salmón en la distancia lunar
refajo crepégeorgette saya bajo sostenedor del cuero
que acorpiña la tetada;
satén a rayas
pespuntean tajos
y más abajo en medio de las piernas antes de la melenada labial;
relieves sayos
piernas nylon rellenas;
puntos idos
hilos
hilados;
dedos uñetas recortan los aderezos pielares
nacientes lunas
relevos verde lumiere
musgo
humedece la noche zigzagueante breteles en la sima
carnada rolliza fajeada
en pieles algas
focas cocidas zurcen el cuero y viste a la que suspira por los desperdicios
un rosario de conchas anillando
el ruedo
y más arriba
enmarañando torsos bogan
sumos de cochayuyo yodado;
teje verde luche
aquello que transparenta la enagua
y perfúmea
lo que la ahuyenta
colgajos de trenzas anudan la colonia
de changos
y siglos turban chascas
cuelgas de lana.
El colero amanta las crenchas
y flotan en el doblés ligadas a la espalda
el broche; colitas de cuelgas
albacoran
gangocho carnal; flote de perchas.
Y arriba
arquea el escote y apunta a los huesos
arneando la saya de duras aletas
crespan   crespas
aquellos párpados; nido de estrellas.
Y más adentro
se viera bajo un telón grácil
sueltas las charquis
danzan  dancen
mugrón de oídas por la oreja silbe
trigal de espigas;
pingan jocosas botón de rosas;
pétalos carnos    besos de bofe
cuelgan mollejas mudas    nuden
lentejuelas vuelen
ligadas;
cueros de cocodrilo a ras serpientes
cascabeleen piernas nonato.
Botas de vaca abriguen la zorra y hebillen huinchas.
Zarpe la espalda de la esclava,
trajeada de foca cosidos botones de astracán
blanqueadas nalgas sajadas
rapen la nariza
y suban los ojos con tirantes por las orejas tejidas; pelos de silicona.
Manos revoladas estiran la estética
y hormonas pegadas en el culo
Arpan  arpen
doblando recortes de sobras;
hierben hierban
ácidos
y engasten los pómulos.
Y en lo profundo por la piel
piren piran
la rastra facial; papiro de pieles
peldefebre sin escote
manga mangen
porcelana hendida en las grietas mapas
mapean pieses
flacas   flecan.

 

Y Dios creo a la diosa del Eros del siglo xx


Un día me hice este moño que vi en una película de la Brigitte Bardot
era un nuevo moño iluminando los años sesenta
en mi despertar sensual.
Es un moño tubular de lado con horquillas
unos mechones en el rostro
mechas sueltas
un desorden
unas lianas enrizados
locos adornos sensuales y libertarios.
Viendo cine europeo y gringo aprendí
el fulgor de los espejos.
Tomar el pelo en tus manos
y hacer como si estuvieras realizándote.
Luego mirar tu rostro y encajarlo en la cabeza
usando sutilmente las horquillas.
Y como si pensara en ese recogimiento
vas reafirmando el rostro indígena
tomando un manojo al derecho
otro al izquierdo
lisos y ondulados como la diosa del eros
peinarse
era una forma de
dialogar en torno al rostro
consciente que no era solo
un deseo efímero de parecer ella
creada por dios.
Quién me habría creado a mi? El dios Lautaro?
Hacerse un moño es un arte
una estética del objeto pelo
en el contorno de tu simetría de ojos
pero me había acostumbrado a que
no todo lo que veía existía
prevaleciendo mis descomposiciones
en mi nariz  ñata
mis ojos orientales rompiendo una necesaria armonía
en mis mejillas altas redondeadas
me espejeaba unos labios a veces triste
sonriente
mis orejas solícitas al sonido
mi cuello desaparecía en el cuerpo
según su compostura
mis manos eran únicas en lenguaje remedo
de congojas
mis labios se juntan son amigas
mi cintura y
Narciso
frente al espejo
De súbito cae esplendente un manojo de pelos
sostengo en mi mano un tiempo de brisas
un invierno de temporales
una lava intensa desde el volcán
un verano de sol en el monte.

Y un día te conocí sentada en las gradas de la universidad tragándonos
se quedaron pegados mis pelos negros en tu abrigo
intespestivamente nunca más nos separamos
ni pa miar
ni pa comer
nos alejamos
cesábamos hasta llegar a la esquina
y abrazados y calientes veíamos imágenes e historias universales
‘tan cerca y tan lejos’
que me instaban a corregir mis mechas
a la par de los años de representaciones de imágenes del primer mundo en el que reparaba mis dilemas de ser y dejar de ser la muchacha
que lloraba mirando el velador creado en el siglo XVIII para alumbrar con velas este paraíso.



(Fuente: Vallejo and company)

Adnan Al-Sayegh (Iraq, 1955)


"El canto de Uruk"

 

No somos más que las piedras de los molinos
Dad la vuelta a nuestra tierra, piedra por piedra,
Encontraréis nuestra sangre llenándola.
¡Ay! De una nación que no vive sin guerra.
Colgué el abrigo de mi vida
Y fui a la guerra encogido como un huérfano sobre una camella,
¡Ah! ¡Qué será de una patria carcomida su espalda por las termitas!
Una patria hecha de pieles desgarradas y pegadas una encima de otra
Para resonar los tambores en la plaza de la guerra.

Y a Dios escribo diez cartas de papel de lágrimas
Las envío por correo certificado,
Pero él no contesta a su siervo.
¡Oh, Dios! Pues, ¿a quién enviamos los dolores que sufrimos?
Y te fuiste solo a tu exilio
Cantando, frustrado al viento como una extraña flauta,
Adiós patria mía a la que no veré.



(Fuente: Asamblea de Palabras)

Diane Di Prima, New York, 1934.


Las tretas: un cuento de coyotes



A veces levantás la trampa &
corrés con el metal entre los dientes,
A veces es mejor arrancarte la pata
a mordiscos.
En ese caso hay que tener en cuenta
el rastro de sangre.
A veces es mejor no comer
por semanas, la carne está envenenada,
y hay que esperar
sabiendo que las criaturas no son
constantes, que olvidan. O se van.
Esto es difícil de explicar
a los cachorros.
Seguí en la dirección del viento, pegada
al agua; viajá con la niebla espesa
o la oscuridad de la luna.

Después vendrán tiempos seguros
para congregarnos en la nieve
bajo los gigantescos árboles secos
& que cada uno sea una llama,
una ofrenda a la luna.
En esos tiempos no es necesario
cantar.

martes, 22 de enero de 2019

Louis Aragon (Francia)


Licantropía contemporánea:


(...)

Qué es eso que me impulsa a aullar en las tumbas
qué es eso que me obliga a escarbar irresistiblemente en el polvo
donde duermen los enamorados en descomposición
Qué vas tú a exhumar como si la luz viviente
no tuviera bastante con las heridas de los vivos
Dame el lenguaje tenebroso de los ajusticiados en la silla eléctrica
el vocabulario último de los guillotinados
La existencia es un ojo reventado Que se me entienda
bien un ojo que hacen reventar a cada instante
O lo haré examinar con engaños por un médico alienista
o bien lo mataré fríamente
amor mío
durante su sueño mientras yace pálido y desnudo
mientras los lobos surgen en torno de los cementerios donde duermen
los bellos días que pasamos juntos amor mío.


lunes, 21 de enero de 2019

Reynaldo Jiménez

Piezas del tonto


Si dudar no sabes si eres duración o piedra de amolar
a la vera del camino real das a unas ánimas burlescas
el agua estática de su reflejo de beber en que parece
que al sacudirse jugaran con tu cabeza desgranándola
muñeco de certezas ermitaño adentro de aquel daño
hasta la nube te eriza para que te desplomes de frente
y al revés por los peldaños pinta la muerte una uña
aguda curva de la que ya noticia no se tiene
si no cierne si está en la punta de tu glande en flor
si es pátina de mugre purísima específica roña
si es la pregunta entre la carne y la única uña
que sin que te des cuenta te desgarra si apronta
la carroña en flor cuando roe las tablas y en su ley
si tan rápido lees el puente tan árido abajo la fuente
violenta como todo lo que se vierte adviene desde sí
de antaño advierte cruza contigo aparte cualquiera
si te vieras alga sabrías que a la especie escapa una
especia de risa desalándote el borde oh cargador
antes de alumbrar espuma te sacas por la boca
vomitando palabras en vez de achicar el pánico
hasta estos montes con dolores de parto y olores
de partir estas chispas estos chingolos.

domingo, 20 de enero de 2019

Juan Eduardo Cirlot ( Barcelona, 1916-1973 )





El pensamiento de Edgar Poe

 

Era. La palabra «era» encierra todo el misterio del universo,
mejor aún, de los universos (posibles, imposibles, existidos,
existentes, existibles, imaginarios, reales, soñados, perdidos,
muertos o vivos), pues lo-que-es, es-dejando-de-ser.

Hay dos modos de no tener y de no ser. No haber existido
nunca. (Nunca, otra palabra). O haber existido en el tiempo.
(Tiempo, ¿se puede pronunciar o escribir esa pa-la-bra?).

Edgar Poe no se detuvo a mirar las anémonas, ni a calcular raíces
cúbicas, ni pensó en lo que podría ser la mente de un general
romano, la esencia de una enfermedad, el color de un
paisaje. (Pensó en todo ello, pero a través de ello).

Poe no tocó cuerpos humanos. Acarició, sin duda, los muslos juveniles
de su mujer, que moriría tan pronto. Pensó en el –¿más
denso?– cuerpo de otra (¿de otras?). ¿Qué pudo imaginar era
todo eso? Poe lloró, comió, bebió. Bebió sobre todo alcohol,
mostrando que saciaba así su sed alquímica del Andrógino, pues
el alcohol (agua-fuego) es un símbolo de coincidentia oppositorum.

Poe vivió en casas, usó muebles, leyó diarios, escribió (menos
por aquello de que trataba que por lo otro) y más que ser, era. Es
decir, siempre había sido mejor que ser, y había estado mejor
que estar. Miraba a su amada –¿oro?– y veía un estanque; no un
estanque, un pantano. Un pantano sumido en la niebla (mezcla
aire-agua, gris de la disolución), entre altos árboles (sí, descarnados
porque el tópico lo exige y hay que dar lo suyo al infierno
de la vulgaridad humana, que es la vulgaridad de todo el cosmos).

Poe habló con hombres, pero no era un hombre (en el sentido
estricto y total, al tiempo, del concepto). Dialogó. ¿Dialogó?
Podían parecerle fantasmas, aparecidos (es decir, existentes
= hombres verdaderos). Eran. Pero ya casi no eran cuando él
lanzaba su mirada. (Mirada, otra palabra).

Poe sólo sentía en la muerte. Solamente la muerte le interesaba.
La poesía la hacía por y en la muerte. Dijo –por error o por
enmascaramiento «rojo»– que la poesía se hace con lucidez, y
que debe elegirse un tema apasionante. Y que ninguno mayor
que la belleza y la muerte de la belleza («La ruina de una
belleza», Rodin). Lo dijo. Era su manera de expresarse para los
seres humanos (?). Pero él sabía que no. El tema no es nada, ni
una palabra. La técnica ya es más, porque es manifestación de
síntesis inteligencia-espíritu-objeto (Ulalume).

Poe quería entender en muerte. Poe fue un absoluto técnico en
muerte. Poe quiso conocer de la muerte coma los médicos forenses
(lo hizo), como los médicos-poetas (alguno puede existir),
como los poetas que no son médicos, como los filósofos,
corno los ocultistas, los sacerdotes, los magos, como los Poes.
Pero sólo él era Poe.

Sin embargo, su conocimiento esencial de la muerte no fue
ninguno de los citados. Entendió la muerte como la entienden
los propios muertos. Poe hizo que su corazón latiera al ritmo
más leve. Puso la mayor lividez en su frente, hizo entenebrecerse
sus manos delicadas. Poe hizo que su cerebro llegara
(muchas veces) a los umbrales (con su dintel, etc.) de la no
vida. ¿Llegó en alguno de esos momentos a no ser?

La muerte, en sí, ofrece muchas posibilidades: cese total, apertura
instantánea desde otra mente (ya que no se puede ser nada),
ir deshaciéndose lentamente, con sueños cada vez más deformes,
informes, informales, deformales, mientras las células se
descomponen; pasar a otros mundos, ¿ortodoxos?, ¿heterodoxos?,
¿fuego?, ¿luz?, ¿oscuridad?

Pero esas, posibilidades, en el fondo (fondo, otra palabra) no
son, bien pensado, la muerte. La muerte es el cese. Es el no. Es
donde nada lo nunca ni. Es lo que no, en no, por no, para no.
Es la aniquilación del proyecto, desde el vuelo lento de la idea
sublime a la pulsación del nervio mínimo. Ese cese lo vivimos,
también, de otro modo.

Séneca lo dijo: «La mayoría de los humanos consideran la muerte
como algo venidero; cuando la muerte está ya tras de ellos».
Es lo que ya no son, lo que ya no tienen. (Es lo que ya, otra palabra).
Era y ya. Pensarlo desde más allá de la altura de los ojos:
asomarse al cielo, hundido en el mar hasta las pupilas y alzarlas
algo para sentir que se anegan y caen los ojos al fondo del mar.

Pero no. Nada de esto es la muerte. La muerte podría ser la
tensa contemplación de la idea de morir, de haber sido, o de
estar muriendo, o de convivir con un muerto y sentirlo tanto
que ese muerto sea más importante –como muerto– que toda
la realidad viviente del universo.

La muerte anima el universo. « Átomos libres para la nueva
vida». Sí, es un « más allá», cierto más allá. Pero no se trata de
«más allás», sino del instante del no estar, la caída a pico en el
doble cese («yo es otro», Rimbaud). O sea que se oye morir al
otro dentro de uno, ¿de uno?

Si se mira una moneda griega o del siglo XIV, si se toca una
lanza románica; si se acompaña a una doncella gris por una
calle siniestra, si se acaricia a una prostituta (mujer que muere
mucho, pues hay mucho era en su existir), se ve un color de la
muerte. Más que si se asiste a un entierro. Más que si se toca
un ataúd solemne como un trono. Más que si se llora pensando
en que la propia casa (con su decoración, sus «seres queridos»,
sus objetos) es una «composición instantánea» al ritmo
de un nivel metrológico dado.

Morir biológica, espiritual, psicológica, sentimentalmente. Morir
en el yo y en el tú, y en otro tú (el primero amado, indiferente
el segundo; cabe un tercer tú odiado, que muere asesinado, emparedado),
son meras formas de la muerte. (Forma otra palabra).
O son pensamientos sobre la muerte. (Pensamiento, otra palabra).

Pero cuando los monstruos de la Antigüedad –cuyos nombres
sé y me callo– enterraban un vivo atado a un muerto (o a una
muerta, o a una muerta amada), sin duda enseñaban –antes de
que el torturado perdiera la razón– a comprender y vivir otro
modo de muerte. ¿Vasos comunicantes?

Poe tampoco pensó demasiado en la muerte folklórica de los
tormentos –si la narró fue por necesidad, ¿necesidad, para
qué?– (No lo dijo). Poe meditó la muerte en línea recta. Como
el que mira, estando vivo, a una persona viva que para él ya no
es. Pero que, en otro tiempo, era.

Poe nos habló tan larga y tristemente de la muerte, dándole a la
vez tantos rodeos, y mostrándola en tan dolientes e inauditos aspectos
(metamorfosis, resurrecciones totales o parciales) que su
nombre es el que sólo invocaríamos –como el de un santo, de ese
extraño santoral donde Blake, Nerval, Hoelderlin y otros se alinean
(no son imágenes de Epinal, ¡por Dios vivo!), nunca– su
saber para intentar... (Intentar, otra palabra, posiblemente la
única de este mundo que entiende de veras). Para intentar convertir
en una cruz de oro lo que es una cruz verde, en una cruz
de hierro lo que es una cruz anaranjada. Materia de metamorfosis,
invocaciones, preguntas, esto es lo que nos corresponde.
Pero, ¿responder? Ni Poe consiguió hacerlo nunca como él hubiera
querido.











(Fuente: Caína bella blog)

Pablo Leminski (Brasil)


Un sentímetro


Poesía, sentir en el metro,
Sabiendo que el pensamiento
En el verbo va penetrando,
Milímetro por milímetro,
Hasta este punto exacto
Entre idea y artesanía,
Cuando la luz se hace límite
Entre un concierto y un acto.

Vivir es puro desorden.
La orden, sí, inmortal.
Los torpes que me perdonen,
Pericia es fundamental.
Reprima el primer impulso.
Deje pasar la voluntad.
Sólo entonces algún discurso
Puede dar el buceo
Del grito al punto final.

viernes, 18 de enero de 2019

Luis Chávez (Costa Rica, 1969)





Traducción libre de un tema inédito de Chan Marshall

I

Arrancaron la hiedra.
De raíz. No les fue fácil, sin embargo.
Emplearon podadoras,
palas y guantes para no lastimarse.
Esa hiedra que tardó años en cubrir
la pared al fondo del patio.
Aferrada al concreto, parecía resistirse.
Era su territorio.
Si hubiera podido hablar
no lo hubiera hecho,
habría gritado,
no hubiera perdido el tiempo
en hacerlos entrar en razón
porque el objetivo de esta mañana
era cortarla, ver la pared lisa, perpendicular.
La hiedra dejó marcas
como huellas de ave pequeña,
similares a las que dejan en la arena
los pájaros marinos.
Tenías dieciséis en esa foto,
atrás la hiedra crecía como un cáncer.
Sin simetría, con determinación.
Dieciséis y ya sabías
lo que las manos no alcanzaban,
lo que era tu nombre escrito en tinta china,
lo que era una canción repetida hasta dormir,
despertar con ella.
Sabías de esta ciudad de tullidos,
obesos y descompensados,
condenada a la pequeñez.
La hiedra nada sabía de eso
pero crecía detrás tuyo
en la misma foto
donde aún tenés dieciséis
y ya la pared está totalmente verde,
cubierta por la hiedra que no sabe
lo que nosotros sí.
Por eso pueden cortarla de raíz,
con esfuerzo pero con éxito.
Al sol le da lo mismo,
igual cae directo sobre la pared
donde no está tu sombra.
Ni la hiedra.


II

La lluvia sobre tu nombre
escrito con tinta china, ¿recordás?
Empezó a correr sobre el papel,
sin simetría, con voluntad propia.
Como lo haría una hiedra en la pared
donde alguien hubiera podido tomar una foto
a la niña de dieciséis,
que ya no era niña,
obsesionada con la palabra deformidad,
dormida escuchando la misma canción
que ya es difícil precisar de dónde proviene
si de adentro o de afuera
yellow hair / you are such a funny bear
Y las cosas que crecían sin saber nada de esto.
Durmiera o no la niña, crecían, como el cáncer.
La hiedra también.
Entonces el nombre se convertía en otra cosa:
una mancha negra sobre papel,
como una enfermedad
o la idea que tenemos de la enfermedad.
La hiedra en cambio
no tiene ideas.
Si se enferma, muere.
La niña tiene ideas,
se enferma, muere.
Pero la hiedra estaba sana,
seguía creciendo,
empezaba a invadir la casa del vecino.
El vecino tullido que vive con su madre,
la madre obesa,
la familia descompensada
que tenemos de vecinos.
De todas formas, la cortaron de raíz
aunque estaba sana,
de un verde temperamental.
No porque tuviera ideas la planta
sino por cosas que explicaría mejor
un biólogo o un botánico
o tal vez la gorda de al lado
que vive hablando de su jardín,
del jardín y de la voluntad de un dios
que le envió un hijo tullido
como castigo tal vez,
por obesa,
por gorda,
por solterona,
por vecina,
por que sí.
Porque no hay razón para nada,
un día algo está sano,
la mañana siguiente lo arrancan de raíz.
Un día se tiene dieciséis
y la vida es una extensa playa en la tarde,
la arena tatuada con huellas de pájaros marinos.
Y ese momento dura lo que dura
una canción que se repite
hasta entrar en el sueño
mientras lo demás sigue creciendo,
dentro y fuera,
en silencio,
lejos de la simetría,
con determinación.



(Fuente: Caína bella blog)

Joanne Kyger (Estados Unidos, 1934-2017)


29 de mayo

Algo me mandó de un lado a otro de la habitación. No encontré lo que buscaba, no sabía lo que era, por qué tenía que moverme.
La claridad de la imagen. No puedo dejar de hablarle a la mesa. Las dos cosas no están relacionadas, pero no sé qué decir. En el mundo visual
Puedo verlas subiendo fatigosamente la colina, nunca me ha preocupado la presión de los sonidos.
Hubo un largo tiempo de silencio. En cuanto a mí, puedo decirte que ciertas cosas me aportan un placer limitado por cortos períodos de tiempo
Pero no sé dónde ponerlas, por supuesto morirán, más sarde que yo, al ser de metal o madera, bisagras rotas y astilladas, los caballos pisan sobre ellas, cuán lejos pueden lanzarse y golpearse.
"La belleza es algo tan escaso”. Está débil mientras le cojo del brazo él se apoya en mí mientras caminamos junto al océano. Te perdonamos por no darle nunca el regalo que quería. Murió en el parque, ahí fuera sobre el océano hablaba de música, es él quien me gusta más.

Ya no lo haré otra vez.
 
 
 
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

Evaristo Carriego (Buenos Aires, Argentina, 1883 - 1912)


La muerte del cisne



En un largo alarido de tristeza
los heraldos, sombríos, la anunciaron,
y las faunas errantes se aprontaron
a dejar el amor de la aspereza.

 Con el Genio del bosque a la cabeza,
una noche y un día galoparon,
y cual corceles épicos llegaron
en un tropel de bárbara grandeza.

 Y ahí están. Ya salvajes emociones,
rugen coros de líricos leones...
cuando allá, en los remansos de lo Inerte.

 Como surgiendo de una pesadilla,
¡grazna un ganso alejado de la orilla
la bondad provechosa de la Muerte!

jueves, 17 de enero de 2019

Luis Rogelio Nogueras (Cuba, 1944-1985)


Cesare Pavese

Suponga que yo estoy escondido de antemano en
el closet
y que usted (tantas cosas que tiene en la cabeza)
no lo nota.
Se acuesta,
toma las dieciséis píldoras del frasco,
hace las últimas llamadas: inútiles,
medita sobre las derrotas, las guerras, Turín (cruda en invierno).

Suponga que usted deja
las gafas en la mesita de noche
y que luego escribe algo en su cuaderno
(letra rápida, pequeña).

Ahora imagine que yo salgo.
Que impido su suicidio.
Cinco, dos, veinticuatro veces
(como en el cine).

Suponga que usted no muere,
suponga que nos damos las manos
y que cometemos pequeñas historias, aventuras habladas
donde las mujeres aman desesperadamente a los poetas
y no hay estar solos, ni desastres, ni trenes aplastados.

Pero no.
Yo estoy en mi cuarto y usted está en el suyo.
Yo no trato de impedir nada
y usted se toma las pastillas.
Yo dejo su libro en la mesita de noche y trato en vano de dormirme
y viene la muerte y tiene sus ojos.
 
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

miércoles, 16 de enero de 2019

Xavier Villaurrutia (México)


Nocturno en que nada se oye


En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
Y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.


en Nocturnos, 1931



(Fuente: Descontexto)