sábado, 26 de enero de 2019
Homero Carvlho Oliva (Bolivia, 1957)
Amazonía
Pude haber nacido
en otro lado del mundo
llamarme Ismael
y navegar en el Pequod
al mando del capitán Ahab
surcando los mares del sur
en busca de la ballena blanca.
Mis padres quisieron que me llame Homero
y que naciera en la Amazonía
sueño húmedo y milagro vegetal
donde los secretos están bajo
las raíces de los altos árboles
y desde el frutecido olor del sinini
del cayú del motoyoé del asaí y del achachairú
se pueden sentir los sonidos de la creación
donde la selva es aún una página en blanco
en la que aparecen Divinidades y animales insurrectos
donde los ríos son los viejos caminos de mi pueblo
por los que los transcurren sus míticas historias.
Hace miles de años
allá en la tierra de los Moxos país de Enín
de Candire del Paitití y de los Reinos Dorados
los ríos eran potros domados
sobre los que cabalgábamos la llanura.
Perdida esa sabiduría
tras la llegada de las aguas salvajes
que dejaron a las pampas
como un desierto iluminado
hoy los ríos atropellan desbocados
a las naciones de nuestra Amazonía.
Ahora los ríos son los hilos
con los que tejemos nuestros pensamientos
y cargan el recuerdo de nuestros muertos queridos
sobre los que el Sol y la Luna
son un tembloroso corazón
preñado de abundante vida.
Todos los años
después de una nueva inundación
el agua nos descubre los vestigios
de la civilización que una vez hundió
y el viento encrespa los castaños
dejando ver el arcoíris como un aleteo de alas.
Allá por la llanura amazónica
y entre la espesa selva
fluye poderoso el río madre de todos los ríos:
el Mamoré
tan grande y potente es su rumor
que nos hace olvidar que alguna vez tuvimos mar.
Allá donde el agua es el origen del verbo
solo necesito de una canoa y un remo
para llegar hasta el playón
donde me espera mi Amada
desnuda y morena como una gota del río.
(Fuente: Caliban)
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