jueves, 10 de enero de 2019

Enrique Molina (Argentina, 1910-1997)


Calzado humano

Me abrazo a vosotros -¡oh zapatos!- color herrumbre de bodega
En los viejos barcos sarnosos que crujen de miedo
Color muro de monasterio y puerta de letrina
Zapatos míos queridos que beso y se disuelven como una caricia de arena

Encajonado en vosotros soy el rehén vagabundo
De este planeta cálido como una bestia
Lleno de hojas
Y calles que el invierno baldea inundando vuestras suelas por un frío agujero
Y no obstante
Con apasionados labios de cuero volvéis a la hierba
Trotando en silenciosos parques o franjas de césped baldío de los suburbios
Y el repiquetear sobre los adoquines cuando el alba aparece envuelta en leche humeante
O bien zapatos de cementerio
Junto a la sangre polar de un ataúd
Bamboleado en lo alto sobre vosotros y agitando sus largas cintas moradas que se desprenden
          como los tentáculos de un ronco carguero que zarpa en la niebla
Con el chasquito de la resaca
Y un rumor de pisadas que se alejan

Zapatos de vientre sombrío
Cálidas bocas curtidas caparazones errantes uno tras otro hacia un astro de sombra ineluctable
Tras enormes mujeres con las axilas abiertas en el sofocante aliento de algún cuarto de
          respiraciones de flores donde palpitan tantos abrazos pasionales tantas rampas de sexos
          vivos que conducen a la infancia del fuego
Entre el elástico alcohol de los bares con sorprendentes individuos coronados de humo y de
          blasfemias
Prisioneros hasta la muerte
De esos tatuajes que perpetúan en las almas
Los romances absurdos de este mundo

Hermanos incitantes zapatos desmantelados escucho en vuestro caracol una atronadora
          melodía de cosas que pasan y estallan como un tambor quemado vivo en viejas
          habitaciones abandonadas
Hacia donde me condujeron y de las cuales me arrancaron sin saber por qué
Para lanzarme al viento de esos grandes paisajes asados de la nada
¡Dementes zapatos míos mocasines hambrientos de garras de pantera!

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