viernes, 31 de julio de 2020

Laura Giordani (Córdoba, Argentina, 1964)



Tenían como una lepra la infancia devorándoles el pecho
Clarice Lispector

Tormentas de tierra

 

sulquis
escuerzos
las tazas que habían venido de Europa
descascaradas
las fotos de niños ya muertos
las paspaduras
el primer vello en el pubis
fruto que se volvía extraño
la infancia un carozo de durazno
trepanado por hormigas negras
papá silbando en el patio
mientras quema sus libros
todas las memorias amarilleando
bajo el cráneo

nostalgia: esta dulce podredumbre en la espalda esta pútrida dulcedumbre de las palabras que no mueren del todo como esas hojas que antes de desaparecer agonizan juntas en parvas exudando el fervor del verano y la savia





Sus noventa y siete kilos y toda

su lujuria cayeron sobre tu pubis
de nieve aún blanda.

Si hay dios, que esta noche
caiga de rodillas y llore
todo lo creado.

[Primera vez, Materia oscura]




I


para ver algo más que caracoles vacíos
el declinar perpetuo de la savia y la sangre
la caída de todos los cabellos
y frutos

habrá que hundir las manos
en tu corazón primero
subvertir los átomos
abrir las aguas
ver con tus ojos
prados más allá de la frente
en pértigas de compasión
traspasar la espesura de lo visible
la ilusión
de lo separado

II


ser al fin sin cauce
sólo desmemoriada agua de la piedra
que la engendró en la cumbre
compasión de la arena en la que
la piedra disuelve su recuerdo de la altura
sólo contigo
fondo solo

III


girar de otra forma,
estremecer las omisiones:
esas piedras orbitando el corazón
estrellas muertas
capturadas por la tibieza en declive
de los cuerpos

resquebrajar las compuertas

dejarse anegar

ahora las cortezas mojadas
pueden arder bajo el corazón de los muertos
el fruto dejarse caer de su gravidez de azúcar
al suelo
prematuro

el árbol llorar su altura
junto al pájaro derribado


[Karuna**, Materia oscura]


**Karuna es un vocablo sánscrito que se traduce como acción compasiva o acción emprendida para disminuir el sufrimiento ajeno





En cada pecho hay un sol sepultado,

 

con su pulsación clandestina,
su madriguera de temblores
y una confesión de sobrevida
en los labios.

En cada pecho, una rotura,
hueco para alojar la verdad
que no soportarían los ojos:
el aleteo de un pájaro lacerado
sostiene el mundo.

[El corazón, Noche sin clausura]






(Fuente: Vallejo & company)

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