sábado, 25 de julio de 2020
José Kozer (Cuba, 1940)
VARIACIONES DE UN DÍA
Alejado
y no dio resultado: digería mal, peor respiraba,
almorranas prolapsadas,
no distingue una hormiga
de otra de acuerdo con
las clasificaciones, y
más allá de las
clasificaciones no
distinguía una hormiga
de otra de una misma
especie: forrajera con
forrajera son diferentes
como lo son Joaquín
Badajoz de José Kozer.
Subía la pendiente,
construía un galpón
con maderas descartadas,
una choza con techo de
yagua, no preguntar
cómo conseguía yagua
en tierras al norte, pasaba
horas fabricando a mano
una taza de madera donde
beber té, y no le daba
tampoco resultado, no
se vaciaba: imposible no
ya ser sino estar: en la
estación, en la estancia,
en la concreción del crujir
de la paja de los techos,
el relincho lejano del
animal de carga, no
distingue los cirros de
los estratos, entra su
mujer con un tazón de
chocolate hirviendo,
eso estriñe pero no
hay quien le quite el
gusto, gustazo de
disfrutar: le quema
el paladar, moja un
trozo de bizcocho con
mermelada de naranja
de la mano de su mujer,
todo lo ablanda y una
vez más el bizcocho
con chocolate, el sabor
del chocolate, el bostezo
de su mujer, reconocer la
hora, hora de acostarse,
se le vuelve abstracción:
Dios es ubicuo, está en
todas, lo aleja, quién a
quién. Se aleja. Sube la
cuesta un kilómetro,
construye otro galpón,
otra choza, y dale con
la altura dichosa, ahí
tampoco hay nada, a
qué pasar tanto frío,
las tierras llanas al
menos permiten salir
a caminar en camiseta,
menos desengaño.
Dónde está la dimensión,
su bicicleta, la altura no
tiene recorrido (recuerda
aquella bicicleta inglesa
Raleigh camino a Rancho
Boyeros) no es siquiera
dimensión ni regla de
tres, suma de dígitos
cualesquiera, no tiene
tiempo, columnas del
debe y del haber,
concatenación: no es
sino un punto, tiene el
tamaño de una hormiga
carpintera como la
hormiga cualquiera
tiene el tamaño de Dios:
y qué tamaño tiene la
abstracción, se
desespera. Qué tamaño
tiene una idea, la tabla
periódica de Mendeléyev
y sus elementos, vaya
elemento estos científicos
rusos, qué tamaño le
corresponde a un
elemento, un crepúsculo,
un punto y seguido, punto
y aparte, Recoños, el
chocolate se le ha enfriado,
tazón quebrado, su bebida
de invierno reconfortante
se le ha enfriado, a qué
acogerse. Y si estuviéramos
en invierno, eso al menos,
y le parece razonable,
sería en concreto. Al igual
que el humo, el carbón
vegetal, los antiguos
deshollinadores de
sombrero de copa alta
y frac raído (vide
Dickens) la leña
crepitar, la leña está
seca, la ve y viéndola
intuye y en cuanto intuye
nada ve. Lo oye. Y en
cuanto lo oye, cuento
de la buena pipa, y
basta. Su cabeza es
un pozo desfondado
con la areca de caucho
a la entrada de casa,
la cancela de seroja,
su madre papel de
plata, el padre un
fósforo a la noche
en la terraza, tercer
piso, dos mecedoras
y ahí, a la mano,
palpable en lo cercano
llovizna, prende y no
hay nadie en la otra
mecedora, todo lo
cubre el agua, en
su cabeza nada
desagua, y él de
nuevo, dado que
son las nueve de la
noche, a qué se
asemeja la luz que
apaga.
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