jueves, 30 de julio de 2020

Mirta Rosenberg (Rosario, 1951 - Buenos Aires, 2019)



Gato en retrato

 

Si se pierde el momento
de empezar
                se empieza
en cualquier lado: aunque
se pierda
                 el gato
está ganado. Y no se espera.
Ni siquiera
                el gato espera al gato.
El gato es solo
y eso le permite
                inventarse
sus pasiones. Su riesgo
es saber
                y de antemano
que nadie lo querrá
como querría.
                  Y ésta:
“Gato en el mundo,
poco profundo”,
                  su sentencia.
Siendo leve,
el gato es. Se sueña
con gatos
       cuando uno
se sale de sí mismo. El gato
rara vez
cabe en el gato.
Está
autorizado al equilibrio
y condenado
                por lo mismo
a sitios relativos:
    sube
y no asciende, baja
y no se hunde.
El único lugar del gato
es donde
el gato estuvo.
               Según
mi amiga,
              en Roma
hay siempre el mismo
              gato.
Se renuevan
               sin embargo
los gatos de París. Y hay
más de uno siempre a un tris
de ser feliz
                aquí.
El aquí
es el conflicto del gato.
De donde mira
             ve
que el mundo gira
y se marea. Gato mareado,
gato agotado. Lo pierde
lo relativo
      y ni lo salva
saber que está ganado
aunque perdido.





Si alguien querría ser una tortuga

 

                 sería yo:
hacer de una sección cónica           
mi propia sede prehistórica
alojada en la espina dorsal.

Ser tortuga
              tiene algo de ideal:
desde joven luce arrugas
y en sentido literal
se hace mayor con los años
                –a más edad
más tamaño.
                  Post-matrimonial,
sin lazos familiares
después de desovar,
igual a todas y cada una.
naturalmente hija de la luna,
                   sin embargo      
no hay cisma
entre ella misma y sus lares.
Entre tantos avatares,
                                           para mí
que estoy en mí
–puro apremio sin molicie–,
poco cuenta que sea lenta
su marcha en la superficie:
                 eso
me haría durar
y capaz de entrar al mar,
–que cubre dos tercios del mundo–
sabiendo que si me hundo
gano velocidad.





(Fuente: op.cit. poesía)

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