Enemigo Intimo
Enemigo Intimo
Hay tardes en que todo
huele a enebro quemado
y a tierra prometida.
Tardes en que está cerca el mar y se oye
la voz que dice: “Ven”.
junto a los otros: el amor, el verbo
transitivo, con su pequeña garra
de lobezno o su esperanza apenas.
No ha llegado el momento.
La partida no puede improvisarse, porque sólo
al final de una savia prolongada,
de una pausada sangre,
brota la espiga desde la simiente enterrada.
En esas largas tardes en que se toca casi el mar ,
y su música, un poco más y nos bastaría
cerrar los ojos para morir.
Viene de abajo la llamada, del lugar
donde se desmorona la apariencia
del fruto y sólo queda su dulzor.
Pero hemos de aguardar un tiempo aún:
más labios, más caricias,
el amor otra vez, la misma, porque
la vida y el amor transcurren juntos
o son quizá una sola enfermedad mortal.
Hay tardes de domingo en que se sabe
que algo está consumándose entre el cálido
alborozo del mundo,
y en las que recostar sobre la hierba
la cabeza no es más que un tibio ensayo
de la muerte.
Y está bien todo entonces, y se ordena todo,
y una firme alegría nos inunda de abril seguro.
Vuelven las estrellas el rostro hacia nosotros
para la despedida.
Dispone un hueco exacto la tierra.
Se percibe el pulso azul del mar.
“Esto era aquello”.
Con esmero el olvido ha principiado
su menuda tarea…
(Fuente: Any Robles)
No hay comentarios:
Publicar un comentario