El dorado viaje a Samarcanda
I
Somos los que aliviamos con cantos vuestro viaje
y aunque mueran los lirios, por lo bello juramos,
poetas que venimos de un antiguo linaje,
y tras los corazones sin saberlo cantamos.
¿Qué os contaremos? Historias fabulosas
de barcos y de estrellas e islas donde descansan
los mejores y no cesan del ocaso las rosas,
y los vientos y sombras hacia el poniente avanzan.
Allí reyes de barbas muy blancas y gigantes
duermen en la penumbra y en su sueño murmuran,
en tanto que las yedras en sus pechos, cortantes
y rojizas y lentas, sus nudos aseguran.
II
¿Cómo encantaros? La arena del oriente
más que la muerte tiene la paz caliente y blanda,
guardando la hermosura y fe resplandeciente,
de aquellos del dorado viaje a Samarcanda.
Los guerreros aquellos, los poetas, los que esperan ahora,
aquellos los lejanos que la paz emblanquece;
saben que para todos siempre llega la hora,
y que todo el mundo, acá o allá, perece.
Cuando las caravanas que crucen la llanura
con campana argentina y pasos atrevidos,
no persigan la gloria, ni busquen la aventura,
ni el solaz de los pozos de palmeras ceñidos.
Cuando las grandes ferias marinas se clausuren
en un domingo en calma que no cese jamás,
cuando al fin los amantes su sosiego aseguren
y sea el mundo una estrella que ya no brille más.
James Elroy Flecker, incluido en Antología de poetas ingleses modernos (Editorial Gredos, Madrid, 1963, trad. de José Antonio Muñoz Rojas).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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