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SONETO 94
Los que pueden herir y, aún así, nunca hieren,
Los que no hacen aquello que exteriorizan más
Y los que, aún conmoviendo a otros, no se inmutan,
Son como piedras, fríos, sin que los tiente nada.
Heredan justamente las gracias que da el cielo
Y administran los dones de la naturaleza;
Ellos son de sus rostros los dueños y señores;
Los demás, sólo siervos de su perfección.
Para el verano es dulce la que es flor de verano,
Pese a que viva y muera tan sólo para sí,
Pero si cae herida por una plaga infame,
Hasta el peor abrojo tiene más dignidad:
Las vilezas convierten en agrio lo más dulce;
Huele un lirio al pudrirse peor que la cizaña.
El poema escogido pertenece a “Sonetos”, Cátedra Ediciones, traducción de Jenaro Talens.
(Fuente: Aire nuestro)
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