martes, 31 de enero de 2023

Ana Enriqueta Terán (Venezuela, 1918 - 2017)

 


ZAZÁRIDA
 

Zazárida es una ciudad frecuentada
por el llanto.
Ciudad con estatura y manejos de
sueño.
Ciudad como águila, un instante,
amortajada en lo profundo.
Ciudad con perros agudos meando
el aire y trágicas pertenencias:
la historia como sartas de coral
sobre el balanceo de los viajes.
Un poco también humildad,
párpados de nación muy poco
amada.
Y también nuevo deleite para las
grandes señoras negras,
especialmente para la vieja dama
negra de mi amistad,
que pespuntea colinas con su báculo
de regio araguaney,
escenificando viejos tratos,
restituciones, lóbregos sucesos.
Zazárida, ciudad de habla mayor
difícilmente nuestra
en su oficio
de FUTURO.
 
De: "Libro de los oficios" (1975)
 
 
* * * * *
 
 

LA POETISA CUENTA HASTA CIEN Y SE RETIRA
 

La poetisa recoge hierba de
entretiempo,
pan viejo, ceniza especial de
cuchillo;
hierbas para el suceso y las
iniciaciones.
Le gusta acaso la herencia que
asumen los fuertes,
el grupo estudioso, libre de mano y
cerrado de corazón.
Quién, él o ella, juramentados,
destinados al futuro.
Hijos de perra clamando tan
dulcemente por el verbo,
implorando cómo llegar a la santa a
su lenguaje de neblina.
Anoche hubo piedras en la espalda
de una nación,
carbón mucho frotado en mejillas de
aldea lejana.
Pero después dieron las gracias,
juntaron, desmintieron,
retiraron junio y julio para el
hambre. Que hubiese hambre.
La niña buena cuenta hasta cien y se
retira.
La niña mala cuenta hasta cien y se
retira.
La poetisa cuenta hasta cien y se
retira.

De: "Música con pie de salmo" (1985)
 
 

QUEJA Y NOSTALGIA DEL PROPIO CANTO

 
El mar respira hondo en la casa
abandonada.
Nuestra infancia
alma mía
como el aroma
de una provincia
desnuda.
Tan lunes y mi perro al relieve
frente a tinajas lúgubres
¡Oh! la solemne despedida el
confuso adiós de lo que permanece.
Sin embargo
echo de menos otra nave
otros mares con pestañas de
música.
El mar sobre esta playa abre y cierra
sus abanicos eternos.
Él hunde su constancia en los
muslos taciturnos.
Descubre en las axilas de la patria
algún olor de ciudad entrañable.
Deja a otros la queja múltiple: el
águila ese hecho celeste
para humillación del torso desnudo.
El mar respira hondo
en la casa abandonada. Crea sin
regocijo nuevas formas
de silencio para el espectro nupcial
que fluye y refluye
en el mármol sin belleza. El mar y yo
alma mía
                          desconocemos este
canto
                          esta bandera
                          inobjetable en su
ritmo
alabada en su inmóvil libertad que a
su vez desconoce
la involuntaria reverencia del
jorobado al can del prostíbulo.
Más aún: vaciado en yeso los ojos de
la prostituta ciega.
Y la paralizante lucidez de esta mar
de este fuego siniestro
en la palma de la mano.
 
 
Ana Enriqueta Terán.
Transcripción: José Luis Ochoa.
 
(Fuente: José Luis Ochoa)

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