lunes, 30 de enero de 2023

Robert Rivas

 

LOS OTROS TIEMPOS 

 

                                cubierto completamente el mar

                                por la noche

                                y ambos por la oscuridad

                                sólo se escucha el silencio de la luna




¿Cuando decía "desenhebrar a la palabra

  de su ojal en el hueso", ya sabía que no

  había que saber lo que se decía para decir

  algo?

 "Usar a la vida para escribir..."



            la duda como remolino o como vórtice

            sujeto por la duda

            en esa especie de aire


 el juego de formones

 su manera de dar forma "cepillando"

 madera y cuerpos son lo mismo para los formones

 y la sierra mecánica

 la temible, nunca-domada

 se quedaba tarde o temprano con algún dedo


 dedos

 mi abuelo

 el índice de la mano izquierda

 parte del anular de la mano derecha

 su tributo al oficio

 al saber ancestral

 

 no fotografié el taller

 ni las manos de mi abuelo

 

 el silbidito de ese hombre tan silencioso

 con la cuchara de hojalata la sopa del atardecer

 que las manos de mi abuela

 que tampoco fotografié

 ni la cocina a leña


 la brevedad de sus frases

 cortadas a formón:

 "Rivas... la comida"


 afuera del tallercito de carpintería

 con el que se ganó la vida (de ambos)

 tapizado de viruta

 por la pequeña ventana

 el gallinero

 los gallos bravos 

 rojos

 las batarazas

 las gallinas-pigmeo

 el estar picoteando el suelo todo el tiempo

 y sus súbitos altercados

 incomprensibles desavenencias



                             elegir a las palabras por su semblante

                                     o dejarlas surgir a bocanadas



se dedican a sacarlas

  a tarascones

o de a puñados

las voces de las cosas:

hablan así las piedras,

las aguas,

las horas

y la ausencia





HOSPITAL DE ESQUIMALES


Lo primero que se conoce es el olor.

Allí los salmones seguramente vivirían a gusto.

Pero el personal no se acostumbra nunca y sin querer

se llevan a sus casa ese infaltable tufo.

Después, las risas. Se ríen juntos, o de a varios, por tandas,

agitando de una manera tan peculiar el aire.

Saben reír en varios idiomas y múltiples dialectos. Y no se

privan de usarlos en sus intercambios.

Pero nunca se escucha en ese Hospital una sola risotada.

La risotada les produce un intenso rechazo. 

La risa mediana, sí. Y la pequeña. ¡Ah, la pequeña!

 Es su favorita. La frotan, la amasan, la hacen correr, son

expertos afinadores de risas. Y no paran hasta que logran

empequeñecerlas al mínimo. Lo que se considera uno de los

mayores logros de la especie.

Eso puede durar horas.

A veces se despierta uno de noche y retoman.

También han aprendido a pasarle el hilo ya muy fino de risa

a otro, que la retiene con sumo cuidado al principio -son muy

huidizas-, hasta lograr amaestrarla. 

Una risa, dicen ellos, cuando no se ríen de un modo u otro,

-que son momentos muy extraños que se producen por ejem-

plo cuando una mujer está dando a luz o uno de los explora-

dores ha perdido a un hijo durante una cacería- conserva

siempre su naturaleza salvaje, su venir del "más allá de los

humanos".

Por supuesto que siendo un Hospital, todos los internos están

aquejados de diversos males. Pero no son los estos sufrimien-

tos los que imperan ahí. Por el contrario: los males dependen

de la capacidad de producir y amaestrar diferentes especies

de risas por parte de los esquimales. "Hay muchísimas", nos

decía un anciano, mientras le cosían una mano, abierta por

un arpón: "muchísimas más especies de risas que de cualquier

otra cosa que conozcamos."

Habrá que acordar que el suyo es un mundo en extremo simple.

Y, sin embargo, verlos junto a sus familias, los domingos por

la tarde, a la hora de las visitas, en esta pequeña sala de un

Hospital en medio del hielo eterno y del vozarrón de los vien-

tos, entonando, enarbolando casi, intercambiándose millares

de pequeñas, gráciles, bellas, delicadas risas, es un espectá-

culo un tanto turbador.

 

(Fuente: Idiomas Olvidados)

 

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