4 IV 2012
La higuera que habita
junto a la iglesia de Pedrinyá
ya tiene sus primeros brotes:
minúsculos paraísos que coronan
las ramas secas del invierno.
Me gusta, cada año,
confirmar este estallido
tras la simulación de muerte,
y no me importa unir mi destino
a sus ritos de agonía.
Juego con ventaja: ningún árbol
es tan sabio como las higueras,
acostumbradas a sorber
los jugos antiguos de las ruinas,
y ninguna higuera
es tan leal conmigo como ésta.
Siempre me dice lo que quiero saber,
y en el momento justo.
(Fuente: Ada lírica)
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