miércoles, 28 de abril de 2021

Enrique Mercado (España)

 

 


El globo amarillo

 

Todo límite comporta precisión,
y la precisión como tarea de lo ilimitado.

En la avenida principal
de un barrio todavía por construir.
En la tarde sin estridencia en el cielo,
calado de bruma de aurora a noche cerrada,
y observador de fenómenos parciales.

Esa ráfaga que acarició el ángulo del aluminio,
si se detuvo o qué en el flequillo de los toldos,
si transportó variaciones
hasta los lacrimales de solución aterida.
El viento mercenario persigue un globo amarillo.

 

 

Campanario

 

La plenitud menguante del otoño
repujada en la torre del campanario.
Distante y distanciamiento.
El césped recortado por la alambrada que se tambalea.
Nadie se detiene en las estaciones de paso.

La claridad derrochada por el sol a lo largo del día.
Una mancha en los calveros de árboles y edificios.
Un ligero traspiés
y se anegarán las proyecciones de nuestra sombra.
De campanario a llanura y de ahí a campanario y nosotros aquí.

Los semáforos en las intersecciones,
desidiotizados de su función.
El clamor de antiguas huertas, un pozo.
Bordeamos el recinto de tornillos magnéticos.
Ausente y ausencia.
La vigilancia de los fusibles que detentan la luz.

 

 

Patio frío

 

El combate contra el sonido de un papel
en el cuadrilátero de arena dura
y bordes de cemento del patio.
El frío que nace del color.

Redoblan las ventanas el silencio
mientras la lluvia persiste.
En la mañana del blanco temporal.

Mar muerto nº 5

El invierno se alía con las constelaciones.
Es la noche de planetas a simple vista
y fúlgidos mecanos de anticipación.

Las reverberaciones autógenas de la ciudad
apenas fructifican en la grava que ganó los matojos.
Hay una bota tendida sobre el mar muerto nº 5
de Marte.

 

De EL GLOBO AMARILLO, inédito.

 

(Fuente: El desierto.com) 

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