lunes, 26 de abril de 2021

Edgar Morisoli (Santa Fé, Argentina, 1930 - La Pampa, 2020)

 

 

Testamento
 
 

Dejo a todo poeta, hijo de las ciudades o de las intemperies,
el aire de la estepa, el gran espacio
occidental, donde se cierne el águila
cuyo pecho es la buena o la malaventura,
donde se cierne el alma
de América del Sur. Esa enjuta comarca
recórranla sin prisa, porque la prisa nada le diría
a quien encarna el tiempo.
Polen llamando a polen.
 
Dejo a hombres y mujeres de la canción, la rama
dorada del chañar, la primera corola
del monte en primavera. Que su canto
y sus guitarras sigan cortejando esa gracia,
a la par que dialoguen, desde el cerno
del corazón, con la conciencia prójima,
y para honor del Cancionero sean
la voz de los sin voz,
alcurnia popular de la milonga.
Polen responde a polen.
 
Dejo a los compañeros
mi lealtad, mi vocación indemne
de equidad y hermosura,
mi viejo clavecín mal temperado,
la musa cimarrona que arisquea de ortodoxias y cánones,
la innegociable luz de la utopía.
Polen cobija a polen.
 
Dejo a amigas y amigos cercanos o distantes
mi gratitud –sin ellos me empobrezco–,
la fiel aparcería del abrazo
y una canción de Otoño,
para que no se dejen confiscar la sonrisa.
Polen enciende a polen.
 
Dejo a los de mi sangre un patrimonio
que no es fortuna ni poder. Apenas
unos libros: el diálogo inconcluso
de un hombre con su tierra y con su gente,
las palabras quemadas por la sed o el relámpago,
la hechicera hechizada,
el Juntasueños,
la vera historia de este corazón.
Polen ofrenda a polen.
 
 
 
(Fuente: Hugo Toscadaray)

 

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