HOGAR
Vivía al final de la ciudad,
igual que una farola a la que nadie
cambia ya la bombilla.
La telaraña mantenía juntas las paredes,
es sudor, estrechadas nuestras manos.
Escondía mi oso de peluche
en los huecos de las piedras torpemente apiladas:
así lo protegía de los sueños.
Día y noche daba vida al umbra
regresando como una abeja que
siempre vuelve a la flor anterior.
Era un tiempo de paz cuando dejé mi casa:
la manzana mordida no se había oxidado,
en el sobre venía el sello de una viaja casa abandonada.
Desde que nací me desplazo a lugares silenciosos
y hay vacíos que se pegan a mis huellas
como en la nieve que no sabe si pertenece
a la tierra o al aire.
Trad. Yolanda Castaño y Marua Petrovska
En Lo que dijimos nos persigue. Ed. Pre textos
(Fuente: Tom Maver)
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