lunes, 26 de abril de 2021

Rainer María Rilke (Praga, 1875 - Suiza, 1926)

 

 

Sonetos a Orfeo

 

 

IX
Tan sólo quien hubiere levantado la lira
también en las tinieblas,
intuirá y cantará
la infinita alabanza.
 
Sólo quien con los muertos haya comido
la adormidera de los muertos,
no perderá jamás
el más sutil sonido.
 
En el estanque el reflejo
a menudo se sumerge:
Aprende la imagen.
 
En ese doble reino
se tornarán las voces
eternas y suaves.
 
 
 
III
Posible es para un dios. Mas, dime, ¿cómo
podrá seguirle un hombre con la angosta lira?
Su ánimo es discorde. Y en la cruz de dos sendas de corazón
no puede el templo de Apolo ser levantado.
 
Cantar como tú enseñas no es anhelo
ni deseo de algo que pueda ser conseguido.
Canto es existencia. Para un dios es fácil.
Pero nosotros ¿cuándo existimos? Y él ¿cuándo declina
 
hasta nuestro ser la tierra y las estrellas?
No tan sólo porque amas eres adolescente,
ni aun siquiera cuando la voz irrumpe en tu boca. Sabe
 
olvidar que cantas. El canto fluye.
Cantar es en verdad otro aliento,
un soplo en torno de nada. Un vuelo en Dios. Un viento.
 
 
 
XXVII
El tiempo destructor ¿existe realmente?
¿Cuándo sobre el monte apacible se derruirá el castillo?
Y este corazón que infinitamente a los dioses pertenece,
¿al Demiurgo cuándo se habrá de someter?
 
¿En verdad somos tan angustiosamente quebradizos
que quiera el destino hacérnoslo verificar?
La infancia acaso, prometedora y profunda,
más tarde ¿en las raíces enmudece?
 
Ah, el fantasma de la caducidad
se filtra como el humo
en el que fue sin malicia susceptible.
 
Así, como somos, y aun siendo pasajeros,
las permanentes fuerzas remontamos
para un divino menester.
 
 
 
 
XIII
Anticípate a toda despedida, como si la tuvieras
a la espalda, tal como el invierno que ahora se aleja.
Pues entre los inviernos hay un invierno tan inacabable
que, sobrepasándolo, tu corazón pervivirá del todo.
 
Sé siempre muerto en Eurídice. Sube con canto más alto
y celebrando aún más vuelve a la relación pura.
Aquí, entre los que se desvanecen, en el reino en declive,
sé un vaso sonante que ya al sonar se quiebra.
 
Sé y sabe al mismo tiempo la condición del no-ser,
el fundamento infinito de tu íntima vibración,
para que esta única vez con toda plenitud la verifiques.
 
A las reservas de la plena naturaleza, a las usadas
como a las sordas y mudas, a las indecibles sumas
súmate jubiloso y anonada la suma.
 
 
 
 
 
(Fuente: La venganza de los malditos)

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