jueves, 29 de abril de 2021

Audre Lorde (Harlem, N. York, EEUU, 1934 - Islas Vírgenes, 1992)

 

 

PODER

 

 

 

La diferencia entre poesía y retórica

es estar

dispuesta a matarte

en vez de a tu prole.

 

Estoy atrapada en un desierto de heridas de bala que no cierran

y un niño muerto arrastra su destrozado rostro

negro por el borde de mi sueño

la sangre de sus hombros y mejillas perforadas

es el único líquido en kilómetros y mi estómago

se revuelve cuando imagino el sabor

al agrietárseme los labios resecos

sin lealtad ni razón

sedientos de la humedad de su sangre

que se hunde en la blancura

del desierto donde estoy perdida

sin magia ni metáforas

tratando de convertir tanto odio y destrucción en poder

tratando de curar a besos a mi hijo agonizante

solo el sol blanqueará sus huesos más rápido.

 

El policía que disparó a un niño de 10 años en Queens

se detuvo junto al chico con los zapatos en la sangre infantil

y una voz dijo: «Muérete pequeño cabrón» y

hay grabaciones que lo demuestran. En su juicio

el policía dijo en su defensa

«No me fijé en su tamaño ni en ninguna otra cosa

solo en su color» y

hay grabaciones que también lo demuestran.

 

Hoy han soltado

al hombre blanco de 37 años con 13 años de servicio

lo hicieron 11 hombres blancos que se dijeron satisfechos

de que se hubiera hecho justicia

y una mujer negra que dijo

«Me han convencido» es decir

que habían arrastrado su complexión de mujer negra de 1,47 cm

por las ascuas de cuatro siglos de aprobación masculina blanca

hasta hacerla renunciar al único poder real que tuvo

y ella cercó su propio útero con cemento

para hacerles un cementerio a nuestros hijos.

 

No he sido capaz de tocar la destrucción que hay en mí.

Pero a menos que aprenda a usar

la diferencia entre poesía y retórica

también mi poder fluirá corrupto como moho venenoso

o yacerá laxo e inútil como un cable desconectado

y un día tomaré mi enchufe adolescente

y lo conectaré al tomacorriente más cercano

violando a una mujer blanca de 85 años

que es la madre de alguien

y al molerla a palos e incendiar su cama

un coro griego cantará con un compás de 3 por 4

«Pobrecilla. Nunca hizo daño a nadie. Qué bestias son».

 

 

 


En  El unicornio negro

 

Traducción de Jimena Jiménez Real

 

               Torremozas

 

               (Fuente: Papeles de Pablo Müller)

 

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