Alguien ajeno
Miras por la ventana endeble
que simula un espacio,
agujero efímero,
franjas horizontales por donde entra la luz de los otros.
La ciudad huele a algo rancio,
a basureros añejos,
a enfermedad y sarna.
El poder es la misma bestia.
Todos, al final,
cantan esa música cansina y seca,
el coro, la confluencia,
el puñal extenso
que se clavará entre las costillas,
si tu voz desentona,
alarma de sonidos.
En los desfiles, los aplausos,
las caricaturas risueñas con tatuaje institucional,
las risográficas,
los eventos...
Al final,
El poder es la misma bestia.
Me regalaron el traje de payaso,
hice mis números,
todos rieron tres veces,
reír más allá de lo trino
es una incontinencia imperdonable.
Unos cigarros, un tabaco,
algo de humo simple
que no delate este fuego gutural,
esto de comprender las artimañas,
el reparto...
Abecedario impreso como se tinta la soberbia.
las membresías,
los premios,
las promesas.
Es un ejército rapaz,
la poesía no suele proteger
a un hombre solo,
alguien que no tiene la estructura del loro,
que solo alcanza a repetir verdades inconclusas.
Guanima
el mar,
su violencia...
Las olas desgastaron cada roca imposible,
es quizás, el único lugar, su orilla,
donde puedes decirte
toda la verdad sin lamentarlo.
Ser extranjero en casa,
un execrable, otro,
que incendia la soga tras sus manos.
¿casa?,
¿Lo es acaso un lugar donde la realidad te muerde y tienes que cantar un aleluya?...
Tengo un techo muy cerca de mis versos,
paredes breves,
una madre, una hija, una mujer, una gata...
Ellos, los extraños,
emigrantes con diplomas y medallas,
santos en concordancia
con nuestro caos común,
foráneos vip,
especie fratricida,
hojarascas que la tierra,
el suelo, desdeñará,
pedazos del pasado.
Abel G. Fagundo
(Fuente: Poetas cubanos)
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