Traducción al original
Apolo recorre los caminos excavados en el monte chapoteando por el aguanieve hasta el lugar cálido donde lo espera ella. Le chupa la magnífica concha y después hacen de cuenta que miran la película de trasnoche para disimular su felicidad. Él nada con su cuerpo en el Tirreno vacío. Termina ese verano amoratado por sus propias ideas. Adora la ciudad y pasa todo el año ahí. Pero Apolo no es alguien razonable a la hora de desear. Este dios lobo, dios del óxido, señor de los campos. Dios del baile y amante de mujeres mortales. Homero lo tildó de salvaje. Viene como la noche cae de golpe. Los dioses se asustan y se maravillan en presencia de este legislador, que explica las reglas de la muerte. Evitador de males y elogioso de lo mejor. La virulenta indiferencia de Dionisio no le da vida a nada. El terrible Apolo se planta en los campos relucientes y se pone a mirar cómo el viento transforma los olivos. Vuelve en la oscuridad cantando tan bajito que no se escucha nada.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg Dib
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