domingo, 30 de noviembre de 2025

Héctor Giuliano (Piamonte, Italia, 1947 / Reside en San Juan, Argentina)

 

 

 

No están
aquí
los caballos
de mi infancia,
los galgos,
los tunducos
y su tuc tuc
perforando los arenales,
las viñas congeladas de julio
y el furor de los racimos
maduros en marzo,
los alfalfares y lechuzos,
las torcazas
y las siestas al azar
y con armas,
víboras y cascarudos,
el perfecto redondel
del sol,
las noches
con sapos
y luciérnagas,
un balde con agua fría
y duraznos para la cena
y postre,
los sangrientos
duelos a cuchillo
entre Videla
y el otro Videla,
las tormentas aniquilantes
de fragores y granizo
con las uvas y frutales,
las festivas cosechas
pero muy tristes
a la hora del dinero
y el esfuerzo,
los linyeras
que vendían
marcos de yeso
y estampitas de santos,
los camoatíes en los aguaribayes,
las avispas culonas
que hoy no se ven,
y las verduras
y sandías y melones,
las madrugadas
en que el cielo
era un aire de luz
y los astros
como una ficción
del espacio,
las transmisiones de la BBC
y una emisora rusa
en español
y las erres moscovitas,
la radio con acumuladores
y la Petromax
y el fuego en la Istilart
esa cocina irrepetible,
la escuela rural,
los himnos y huevadas,
el inicio sexual,
el temor,
"Las memorias de una princesa rusa"
las pajas,
el Neno y el flaco Castagna,
la angustia de un futuro
que se avecinaba
y no sabíamos nada,
y ese día
cuando se cayó
la Estercita
sobre las brasas
recién sacadas del horno,
que se le pegaron
en la cara y la panza,
la ferocidad de las ampollas
y el alarido
que aún oigo,
y el hospital
que la atendió
después de seis horas,
sin esperanzas
ni excusas,
en San Rafael de los cincuenta.
 

- Inédito -

 

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