Selección de poemas
De Las hipótesis de Nadie (2005)
POEMA INVADIDO POR ROMANOS
Los romanos eran maliciosos.
Llenaron Europa de ruinas
Confabulados con el tiempo.
Les interesaba el futuro,
Las huellas más que las pisadas.
Los romanos, Casandra, eran mañosos.
No fraguaron el Acueducto de Segovia
Como un ducto de agua y de luz.
Lo pensaron como vestigio,
Como un absorto pasado.
Sembraron de edificios roñosos Europa,
De estatuas acéfalas
Engullidas por la gloria de Roma.
No hicieron el Coliseo
Para que los tigres devoraran
A su antojo a los cristianos,
tan poco apetecibles,
Ni para ver ensartadas
Como entremeses del infierno
A las huestes de Espartaco.
Pensaron su ruina, una ruina proporcional
A la sombra mordida del sol que agoniza.
Mi amigo Dino Campana
Pudo haber saltado a la yugular
De uno de sus dioses de mármol.
Los romanos dan mucho en qué pensar.
Por ejemplo,
En un caballo de bronce
De la Piazza Bianca.
Al momento de restaurarlo,
Al asomarse a su boca abierta,
Encontraron en el vientre
Esqueletos de palomas.
Como tu amor,
Que se vuelve ruina
Mientras más lo construyo.
El tiempo es romano.
De Biblia de Pobres (2009)
PARÁBOLA DEL DESIERTO
Tras perseguir
A los paseantes
Que no tenían
Tiempo de escucharlo,
El hombre
Trajo del desván
El viejo
Sillón de la familia.
Sacó de su abrigo
Un cuaderno manoseado
En trastiendas y graneros
Y se acomodó las gafas
En medio de la porqueriza.
Los poemas que leía
A la piara de cerdos
Hablaban de Dios.
De Pasaporte del apátrida (2011)
LIBRERÍA DE VIEJO
Esta ruinosa humedad proviene de la selva.
De las lágrimas vertidas en casa de una modista
Que leía con ojos de melaza páginas lluviosas
/de una novela victoriana.
La misma estropeada edición
Pasó de mano en mano las casas insomnes
/de la aldea
Hasta hacerse paño de llanto,
Lugar de encuentros de muchachas en botón
/y severos boticarios.
No es una Morgue esta biblioteca,
Esta bodega de libros de hombres desaparecidos
Entre láminas borrosas y atriles de cedro.
Estos libros encontrados en una reventa de presagios
Fueron acariciados por un clan de lectores más fugaces
/que su tinta.
Lo sabe el librero que desempolva sus páginas,
Lo repiten las huellas que sobreviven a sus dueños.
El volumen de Melville que huele a yodo
Como todos los puertos del mundo,
Lo encontró un cazalibros en el mercado de ballenas
/de Valparaíso.
El agreste marinero dormirá su siesta
Hasta que abras la casa flotante de su libro
Y lo veas cojear entre velámenes y arneses,
Capitán de un buque andrajoso como un tugurio
/del mar.
Atraviesas las puertas del libro
Y el feroz tripulante de sus miedos
Que busca un blanco cetáceo entre la niebla,
Vendrá vestido de bruma y de lamento.
Un lector fantasma subraya el paisaje.
Para Guillermo Martínez González, en Trilce, su Babel de libros.
De Ciudadano de la Noche (1989)
ARENGA DE UNO QUE NO FUE A LA GUERRA
Nunca vi en las barandas de un puente
A la dulce mujer con ojos de asiria
Enhebrando una aguja
Como si fuera a remendar el río.
Ni mujeres solas esperando en las aldeas
A que pase la guerra como si fuera otra estación.
Nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,
Porque de niño
Siempre pregunté cómo ir a la guerra
Y una enfermera bella como un albatros,
Una enfermera que corría por largos pasillos
Gritó con graznido de ave sin mirarme:
Ya estás en ella, muchacho, estás en ella.
Nunca he ido al país de los hangares,
Nunca he sido abanderado, húsar,
Mujik de alguna estepa.
Nunca viajé en globo por erizados países
Poblados de tropa y de cerveza.
No he escrito como Ungaretti
Cartas de amor en las trincheras.
No he visto el sol de la muerte
Ardiendo en el Japón
Ni he visto hombres de largo cuello
Repartiéndose la tierra en un juego de barajas.
Nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,
Para ver la soldadesca
Lavando los blancos estandartes,
Y luego oírlos hablar de la paz
Al pie de la legión de las estatuas.
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Fuente: Otro Páramo
(Fuente: Oscar Vicente Conde)
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