REVOLUCIÓN, DIVINO TESORO (BARNACLE, 2025)
Un cruce, una forma de adscribir al pensamiento apasionado de una época que no se caracteriza por ejercitar esas formas de la dificultad; en “Revolución, divino tesoro” Jorge Aulicino se vale de una mirada que no escatima lucidez ni melancolía para proponer al lector una versión de los desastres que suponen algunos vínculos, algunos vacíos, algunas derrotas (“Llorar por lo que se creyó / no por lo que nunca se realizó”). Las pequeñas tramas de la vida cotidiana en una ciudad que ya no es recíproca ni benigna son el escenario en el que transcurren los días y noches y desvelos, los personajes, los ocasos y el pulso en la guitarra argentina, que integran este poemario (“Viva viva la anarquía / Viva el movimiento obrero / Y los gorriones / en enero”). Pero es el furor y la lucidez permanente el nexo de estas piezas: carentes de cualquier certidumbre respecto de hacia dónde se dirigen (ellos y con ellos el mundo), solo existe la plena sospecha de haber estado huyendo mucho tiempo (en estas pampas hubo algo llamado ley de enfiteusis). El oportuno registro verbal (la mistura esencial) de tales desplazamientos refieren la evidencia de un quebranto: no es el castellano de la ortodoxia que impone el claustro, el periódico o la red social; es la lengua que indaga, vapulea y absorbe una distorsión para recabar las palabras que suponen “una forma de venganza / contra aquello que los hizo peores, / menores, subalternos”. El que sea valiente que siga a Aulicino.
Alberto Cisnero
Roma
No es de mayo este aire impuro.
Pier Paolo Pasolini,
“Las cenizas de Gramsci”
Aquel impulso de cambiar la vida
“por mí, por todos”
era ya nostalgia en los sesenta
para Pasolini cuando
escribíamos sin mayúsculas
porque eran para todos las palabras.
Pero Pasolini no lloró sobre la tumba
de Gramsci,
ni pensó una elegía
bajo fríos árboles
y gatos en el brezo
los lejanos golpes
de un martillo en la fragua
y las sombras
de las arcadas romanas
tanto en San Pedro
como en el interior robusto
del comunismo Italiano.
Creía en la vida desnuda aún
mocosa, vital y harapienta
de los viejos cuentos,
maravilla y miseria,
de Canterbury de Boccaccio y de Arabia.
No cambiaban la vida pero la mantenían
en un raro y fascinante equilibrio,
alzada entre cúpulas.
En vilo.
Ahora tenemos nostalgia no de la revolución
sino de cuando creíamos en ella:
una pura mecánica celeste,
marxista convicción
y seguridad en “leyes”
implacables de la historia,
de la voluntad, al tiempo que de la ciega
determinación de los hados hegelianos.
Llorar por lo que se creyó
no por lo que nunca se realizó
es una condena que obliga
a girar en una noria
de días y multitud y avenidas
en la tarde, en el anochecer de pájaros
apurados y bocinazos.
Jabalina
—Una crisis es siempre buena—,
decía en el paraninfo de la Universidad
en cuyos escaños comenzaban
a rodar botella de plástico vacías, envoltorios.
Era inofensivo;
llevó en sus oídos
la música de los vientos
tras las góticas ventanas
y se retiró entre los árboles
y pastos,
—el límite de lo políticamente
aceptable—
donde practica artes
de tiro: lancetas, lanzas,
jabalinas intelectuales,
—incluso agujas hipodérmicas—
y pasa
entre cosas
el hilo sisal de los rancheros:
ruinas, playas, ruinas
contemplación y rutinas.
.
Bajo el acuario
La hermosa floración de la hermosura
florecía arriba y a los costados de ese túnel
subacuático planeado por la imaginación
estético-naturalística, y difundía
intimidad, claridad y libertad
no devenidas de mobiliario o arredo o
suaves ráfagas de invierno, nieve cadente
bibliotecas fuegos.
Pero
el filo trabajado del pensamiento
histórico dialéctico
vino a cortar el ensueño amniótico.
“Los peces no se comen entre sí
porque están bien alimentados”,
dijo el maestro. De lo contrario
veríamos tras los vidrios algas rojas
aguas inquietas escondrijos
ojos de vidrio penetrantes
dientes.
Memoria
de la poesía
¿Qué es “el” él?
o ¿qué es la cosa?
nos preguntábamos bajo la
magnolia
su gigantesca sombra;
pero las relaciones son,
están, nos respondíamos:
las relaciones de producción
no sólo
sino la relación del frío y la uña
—aquel otoño—
la relación de la gema y el puño
del almohadón y la espada,
nos decíamos,
y había botas
en aquel otoño
que pisaban el
pavimento, autos oscuros
de noche bajo los plátanos
(la relación del gusto a sal
con la sangre, con el buen plato
de macarrones;
de la memoria con sucesos, hechos,
grandes cementerios en cuyas gargantas
habita una bestia bondadosa).
AM-FM-AM
Reconstruye, reconstruye, vociferaba Eurípides,
en el profundo convencimiento de que la música
de Orfeo era de carácter mágico, sagrado,
de suerte tal que podría darle otro orden al infierno
e incluso a las atribuciones de los dioses —y hasta
a los propios reinos de éstos—
con el solo acariciar su instrumento.
Presa de spleen había caído Orfeo,
y el rescate —como era de temerse— se frustró,
el orden se mantuvo,
durante siglos los trenes partieron y llegaron a horario,
los ríos agitaron juncos y arrastraron lágrimas, sangre,
partes arcillosas de las tierras de labor, desechos...
Ahora suben las mareas más que lo acostumbrado,
el orden pasa de la melodía al tumulto acústico del
vociferante speaker,
corren los sordos y los mudos, caminan los que
debieran correr, ciegos.
Hades se atusa la barba y murmura algo ininteligible.
Feliz, eso sí. Emerge.
La Kehlsteinhaus
(El Nido del Águila)
Alpes Bávaros
Hitler era sincero, dicho esto sobre esta vieja
mesa de pura madera pulida
suena indulgente con el monstruo:
no tenés en cuenta que la ideología sacudió
su mente
arrasó con lo poco que había en su cabeza y
en su lugar
construyó palacios y gestas
con nubes tóxicas, chiqueros, vuelos de diosas
paganas, muslos codiciados
apretados contra el trasero mientras la boca
decía húmedas bestiales cosas
y se movía la carne cual un acorazado al que Dios
no podría hundir.
Fue eso lo que le daba impunidad:
la ideología
la ideología
pegada al culo como una vieja hetaira.
Y no la paranoia, etc.
Era un alemán de verdad, aunque lejano del Kaiser
y de las cortes.
Un miserable que creía de verdad en sus
apariciones
y por esa vía endovenosa
instiló el mismo estimulante en millones
que despertaron quemando libros, asando
ciudades,
porque la divinidad había cantado en las nalgas
de uno entre cientos de miles de imbéciles creídos
de un destino, un miserable que lamió baños
y aireó cuchetas hasta que lo oyeron oídos
como caracolas dispuestas a convertir en
tumulto incierto
de mar o de valquirias el sonido de unos pedos.
El maestro desarrolla su pensamiento
paradojal sobre la masa y el héroe
a saber:
Las tensiones opuestas hacen la diferencia entre el
héroe y la masa:
la pulsión de la masa es la negación, dijo el sabio
bajo el sicomoro. Confucio ha de servirnos
cuando solo cambia una palabra para cambiar la historia,
según recuerda Brecht, y llama ejecución a la muerte
de un tirano.
La masa niega, el héroe afirma.
Lleva la maldita afirmación a un chillido de ganso
mientras mueve sin parar el plumaje,
hasta hartarnos.
Ved en el psicoanálisis deseo y heroicidad, considerad
a Maradona y la destrucción: yo digo, y como soy la
masa lo escribo en el aire:
el héroe cansa,
abruma, desgasta los tímpanos,
raya nuestros globos oculares,
no nos deshacemos de él ni muerto:
desde las fauces del león de Nemea
sigue rompiendo el esplendor de la tarde.
¿Quién puede vivir con un héroe gritando en la terraza?
La masa
en cambio eleva sus sombras,
la sombra semeja garras o puercoespines,
peines o suturas,
cavernas o naves,
gatos o navidades,
y este es el gran temor que despierta:
su ductilidad, su amoldamiento,
su mímesis que amenaza el pensamiento
de la pax en las aldeas, nada eterno.
La masa es el cambio y el héroe la roca.
El laborismo mirado desde fuera
¿Por qué entregar el estofado, el laurel
a la inteligencia artificial?
Mozart, la cara de mis viejos,
el secreto de la esquina,
los tobillos de aquella chica italiana,
el busto de Juanita la panadera
admirado hasta por las abuelas,
en su mórbido declinar?
Déjenme en paz caminar hacia la mañana
en la estación de Ciudadela,
pasar adormilado bajo el puente de Liniers
oyendo el traqueteo,
adivinar el olor de los murallones
del cementerio judío
y respirar la niebla oleosa
a los costados del terraplén
Déjenme soñar con los límites de Fuerte Apache
desde donde salieron futbolistas de primera
con los dientes arruinados para siempre,
traficantes, beldades verdaderas
y desde donde el turco Sdrech,
periodista policial
recibió un día
un balazo en la muñeca
y anduvo diciendo es lo que me faltaba
para sumar a los 18 juicios por calumnias
de ladrones y policías.
La filosofía de la historia
Hay zonas de la historia
—dijo el filósofo inclemente—
que jamás se recuperarán;
es
cruel,
pero si quieres el monte toma la senda
de las plantas espinosas:
la reflexión
arroja sombras sobre los acantilados
y el faro
gira locamente sobre ellas.
1848
(o Un filósofo en el mundo del satori)
Marx navegaba por el mar de las ideologías
y comprendió de pronto que
ideología quiere decir mentira
—y dejen de joder con “visión del mundo”, profirió
en perfecto alemán
—es decir dijo Weltanschauung.
Su visión del mundo se ensanchó y vio la orilla lejana.
Pero se tardaría mucho en comprender que al desembarcar
se mojó los zapatos y las botamangas.
Ku
Si la sincronicidad existe
mientras lees I Ching
alguien se detiene frente a la puerta
de tu casa
nieva en alguna parte
las corrientes contrarias
de la política global
crean un sistema de baja presión
en un camino en los
Bosques Siempreverdes de Taiheiyo
un hombre anciano
le dice a un joven
que no abuse de la cerveza,
no sabemos
si son padre e hijo
o abuelo y nieto o
dos trabajadores
sin relación de parentesco
que se dirigen
a Yokohama en un camión liviano,
el clima húmedo de este verano
es simultáneo a la lectura
la cual dice
“el trabajo en lo echado a perder”
(El noble no se apura pero no ceja).
Lamento y consuelo de Kublai Khan
Oh qué cómodos
los trenes de Europa.
Los pasillos, las luces, las rápidas estaciones
Los trenes de larga distancia
euros
son mi debilidad,
son mi segundo hogar.
—después de aquella cúpula dorada en la montaña—.
¡Que amables los sanatorios
apenas accesibles para la Horda Dorada,
pero crearé el Seguro Social,
y la Medicina Prepaga,
los sanatorios
con sus cuartos y televisores
son mi segundo hogar.
Qué amables las antenas
celulares
y las grandes parabólicas
en la niebla.
Oh los días se deshacen
como el carbón bajo el
golpe de la pala, pero no hay,
no hay ya humeantes locomotoras
no hay vapor en los bosques, no hay
sino niebla y sombras en la nieve
las luces y las rápidas ciudades.
Mi único hogar es Eurostar.
La forma segura de pasar la penuria es beberla hasta las heces
Dijo el maestro:
“¿No nos dijo Hegel
que cada etapa debe ser agotada
y si no
no hay tu tía?”
Entonces recorre y agota
la calle en la que vives en toda
su longitud y si vives en la avenida
más larga de la Ciudad
hazlo en automóvil
o en monopatín eléctrico
—no rechaces las tecnologías
moderna y posmoderna:
la velocidad, los paneles solares las manicuras
y los vuelos de cabotaje, con las tecnologías
aseguraremos la felicidad en la
Ciudad Futura—.
(Fuente; TRANSTIERROS)



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