domingo, 23 de noviembre de 2025

Carlos Núñez (Buenos Aires, 1955)

 

 

Demasiada Luz

 

I
La luz y tu nombre podrían llegar a destruirme
como a barcos de maderas saladas;
tu claridad, tu mordida
podrían secar el pozo desde donde nace la mañana
y yo ahi sabiendo lo de la muerte
odiando la pureza,
¿para qué?
¿por una boca ardiente y húmeda perfumada de lirios?
Desde los barcos salados a punto de zozobrar
los cañones maldicen tu cintura
y arañan tu madreselva que es el alba y la plenitud
la tierra donde se cocina sólo para el hambre.
Sangriente roja muerte de tu labio quebrado
sobre al andamio sensual de saber lo de la nada.
 
II
Y cuando ya nadie pueda volver a ver este infinito
de rincones y ropa por el piso y cama sin hacer,
cuando no tengas una mano que
te guíe por todo el sendero y la sombra hasta que
la habitación despierte
demasiado iluminada para tu condición,
para tus ojos que son como amuletos de bourbon
en la desesperación de la gran despedida
del infinito de los rincones
de la extensión del desierto en su doble sol tórrido.
Serás esa sombra vieja y moribunda esperando la lluvia
sorbiendo la humedad de las rocas
serás el tipo que sueña con
el fresco placer de las musas mientras
ellas pasan con sus autos deportivos sin
siquiera recordar tu nombre. Así
hasta convencerte de que regresar o no, da igual, debido
al pequeño horizonte que tiene el infinito en esta pieza del Once
con su televisor blanco y negro que es lo único que ves
Ooohhh carajo!!!!! Te das cuenta que
podrías morir ahora que llueve
“gloriosa lluvia en el final de mil desiertos”.
te parece escuchar que
dicen en las noticias.
También te parece escuchar que dicen
“Ahora”. Pero la voz no viene del televisor
y dice saltá.
Saltás.

 

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