lunes, 3 de mayo de 2021

Manuel Ruiz Amezcua (España, 1952)

 

 

Para vivir aquí,

para seguir viviendo,

 

cuánta carne de cuerpos indefensos 

arrastran medio muertos

 

los ojos que alimentan este infierno.

 

Cuánta boca entregada

a un dominio sin fuego,

y cuánta ausencia fría,

y cuánto mundo incierto 

bajo el azul del cielo.

 

Cuánta hermosura negando su deseo.

 

Gozando frente al mundo

 

he visto demasiados labios secos 

negándonos la vida

 

y robándonos lo eterno.




***



Si escuchamos los siglos

siempre gritan lo mismo.



Si alumbramos el grito,

nadie nos da cobijo.



Nos cambiamos de cielo

bajo el mismo desierto.



Nos ofrecen destierro

pero damos deseo.



Protegemos la carne

cuando la carne estorba.



Olvidamos el cieno

pero el barro nos nombra.



Renegamos del mundo.



Sobre charcos de niebla invocamos perdón.

Pero el mundo se venga.



Maltratamos entrañas.

Desahuciamos conciencias.



Malgastamos esperas,

y el auxilio no llega.



Cuando todo está lejos,

cuando nada se escucha,

el venero está cerca.



Pero el agua se oculta.



***



No servimos para nada

si no usamos la palabra

y atestiguamos la causa

 de la injuria y la desgracia.

 

No contamos para nada 

cuando le damos la espalda

a la mentira tramada

 por la astucia de quien manda.

 

No nos sirve para nada 

la belleza ensimismada

cuando los labios declaran 


lo contrario de la cara.

 

De nada nos sirve nada 

si sólo queda la rabia

convertida en una infamia, 


prohibida por quien la llama.

 

De qué sirve la esperanza 

si la vida está dañada

por los ojos de la noche, 

por las manos de la nada.


***


MÁS ALLÁ DE LA CULPA


Ven lo que está pasando, pero callan.

 

Saben que el poder miente. Reconocen 

el sufrimiento inútil,

 

la injuria soportada

 

y la injuria indiferente.


 

Pueden evitarlo todo, 

pero callan.


 

Saben que el poder trafica

con el dolor ajeno. Con el frío 

del miedo, con los escondrijos 

y las puertas falsas.

 

Y saben que existe la humillación, 

ese depósito de lepra

 

y llagas encendidas

 

donde cuece la maldad infinita 

de quien no tiene amparo.

 

Pero siguen callados. 

Todos callan y callan, 

amparando al verdugo.

 



En Una verdad extraña (poesía 1974 - 2021). Ed. Comares, 2021

 

(Fuente: Voces del extremo)

 

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