Estudio Bíblico: 71 a.C.
Después de derrotar a la armada de Espartaco
Marco Licinio Craso
crucificó 6000 hombres.
Eso dicen los documentos,
como si hubiera clavado los 18.000
clavos él mismo. Me pregunto cómo
se sintió, ese día, si salió a la intemperie
entre ellos, si caminó por esos bosques
humanos. Creo que se quedó en su tienda
y bebió, y quizás copuló,
oyendo las canciones en su honor,
la sintonía de instrumentos de viento
que estaba haciendo él de una sola vez,
elevado a la potencia de seis mil.
Y quizás se asomó, a veces,
para ver las filas de instrumentos,
su huerto, la tierra erizada con eso
como si un parche en su cerebro le picara
y ésta fuera su manera de rascarse
directamente. Quizás le dio placer,
y un sentido de equilibrio, como si hubiera sufrido,
y ahora encontrara una compensación,
y una voz. Hablo como un monstruo,
alguien que hoy en día ha pensado largamente
en Craso, en su éxtasis por no sentir nada
cuando otros sienten
tanto, su ardiente levedad de espíritu
por ser libre de caminar por ahí
mientras otros son crucificados sobre la tierra.
Puede haber sido el día más feliz
de su vida. Si se hubiera cortado
la mano con una copa de vino, dudo que hubiera
tomado conciencia de lo que estaba haciendo.
Es aterrador pensar en él que ve de repente
lo que él era, pensar que corre
hacia afuera, para tratar de bajarlos,
un hombre para salvar 6000.
Si hubiera podido bajar uno,
y verle los ojos cuando el nivel de dolor
caía como en un vuelo repentino hacia el placer,
¿no habría eso abierto en él
el terror feroz de entender al otro? Pero entonces habría tenido
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más. Posiblemente casi nunca
pasa, que un Marco Craso
tome conciencia. Creo que durmió, y se despertó
al sueño de su conciencia, levantó la abertura de su carpa
y miró lentamente hacia afuera, a los susurros y crujidos
de su prado viviente —suyo, como un órgano
externo, un corazón.
Trad. Inés Garland e Ignacio Di Tullio
BIBLE STUDY: 71 B.C.E
After Marcus Licinius Crassus
defeated the army of Spartacus,
he crucified 6,000 men.
That is what the records say,
as if he drove in the 18,000
nails himself. I wonder how
he felt, that day, if he went outside
among them, if he walked that human
woods. I think he stayed in his tent
and drank, and maybe copulated,
hearing the singing being done for him,
the woodwind-tuning he was doing at one
remove, to the six-thousandth power.
And maybe he looked out, sometimes,
to see the rows of instruments,
his orchard, the earth bristling with it
as if a patch in his brain had itched
and this was his way of scratching it
directly. Maybe it gave him pleasure,
and a sense of balance, as if he had suffered,
and now had found redress for it,
and voice for it. I speak as a monster,
someone who today has thought at length
about Crassus, his ecstasy of feeling
nothing while so much is being
felt, his hot lightness of spirit
in being free to walk around
while other are nailed above the earth.
It may have been the happiest day
of his life. If he had suddenly cut
his hand on a wineglass, I doubt he would
have woken up to what he was doing.
It is frightening to think of him suddenly
seeing what he was, to think of him running
outside, to try to take them down,
one man to save 6,000.
If he could have lowered one,
and seen the eyes when the level of pain
dropped like a sudden soaring into pleasure,
wouldn’t that have opened in him
the wild terror of understanding
the other? But then he would have had
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to go. Probably it almost never
happens, that a Marcus Crassus
wakes. I think he dozed, and was roused
to his living dream, lifted the flap
and stood and looked out, at the rustling, creaking
living field—his, like an external
organ, a heart.
(Fuente: Ada lírica)
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