jueves, 27 de mayo de 2021

Silvia Delgado Fuentes (Sopelana, Bilbao, España, 1968)

 

 

HAY QUE PARAR EL MUNDO

Tenemos que parar el mundo hasta conseguir que la codicia pague con su vida este delirio.
Tenemos que pararlo, es urgente, los muertos se amontonan en desiertos, en selvas, en patrias sin tierra. Se amontonan fríos con las balas incrustadas en la nuca, en la frente, en la espalda.
Se amontonan los cuerpos reventados de trabajo, reventados de miseria, reventados de la violencia que a todas horas nos gobierna.
Hay que parar el mundo, no dentro de un rato, no mañana, no cuando llegue la primavera, hay que pararlo ahora mismo.
Detener la sangre que cada segundo se derrama.
Hay que pararlo, como sea.
Incendiando las palabras viejas, disparando a bocajarro desobediencia,
bombardeando sin descanso verdad sobre todas las cabezas.
Hay que pararlo ahora mismo para que no haya más asesinos en serie camuflados entre el oro y las armas.
Para que no haya traficantes de carne humana.
Para que no haya gobiernos matones.
Hay que parar el mundo, joder.
Hay que pararlo.



NO SOY VULVOPARLANTE

Soy mujer.
Formo parte de esta mitad de la humanidad explotada e ignorada desde el principio de los tiempos.

Cuando miro el mundo veo que la injusticia se ensaña aún más con nosotras y que es mayor nuestra pobreza.

Pero no voy a hablar de esto, de los siglos de infamia, ni de las violaciones, ni de la invisibilidad de las mujeres importantes de la historia.

Quiero deciros que, aunque muchas y muchos quieran últimamente cambiarnos de nombre, decirnos lo que somos y no somos, explicarnos con detalle sentimientos y discriminaciones… no soy “vulvoparlante”, aunque tenga vulva ni soy “persona que menstrua”, aunque menstrúe casi todos los meses.  

Llamarnos así me parece un ataque, un intento poco sutil de arrancarnos el significante para hacer desaparecer el significado.

De dejarnos en pelotas, de humillarnos.

Soy mujer y en este “mujer” del que yo hablo hay sitio para todas, para las trans y no trans, para las que aman de una forma u otra.

Pero si me alguien me preguntara qué soy además de mujer y de poeta, responderé siempre que sobre todas las cosas soy de la clase trabajadora.




SOSPECHO QUE SOY TERRORISTA

Yo antes no era así, vivía feliz mirando tele, trabajando en precario, leyendo poco.
Bebía cervezas, masticaba chicle, iba de compras, saludaba al jefe... Todo iba bien. Pagaba mis deudas , soñaba con que me tocara la lotería, con ir de vacaciones, con estar un día completo en la cama, en fin, cosas sencillas, compraba el periódico los domingos, saludaba de lejos a las vecinas, felicitaba las navidades a mi familia, todo bien , todo correcto.
Pero últimamente no sé qué me pasa, no sé cuando empezó todo, no sé, ciertamente, si el inicio estuvo en la ley de partidos, o fue antes, no sé si se agravó mi crisis con las detenciones, no sé verdaderamente si tuvo la culpa Bush o Aznar o Garzón o Marlaska, no sé si es por la censura, por la tortura o por la manipulación. No sé si tiene algo de responsabilidad en mi situación, Palestina o Irak o Guantánamo o Soto del Real, no sé si es porque llevan esposados a los jóvenes, a los emigrantes, a los disidentes, no sé si es por las huelgas de hambre, por los muertos de hambre, por los muertos de pena.
No sé si es por tanta mentira, por tanto descuartizador, por tanto mercader, por tanta impunidad, por tanta mordaza a sueldo.
Sospecho que soy terrorista. He empezado a respirar sin pedir permiso, a pensar sin pedir permiso, a hablar sin pedir permiso y esto dicen, es el peor de los síntomas en una sociedad aterrorizada como la nuestra donde la palabra es la peor de las amenazas.





(Fuente: Emma Gunst)

 

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