domingo, 23 de mayo de 2021

Julián Borao (Bilbao, España, 1955)

 

 

Hacia la luz

 

No juegues a ser dios porque eres, a lo sumo,

nada más que un suspiro intrascendente

del aliento total del universo; no creas

que eres parte de una veracidad casi divina

aunque tengas acólitos

que aplaudan sin pensarlo tus aseveraciones.

Es mejor que no digas, o que sepas

que todo lo que digas trasciende a lo que callas.

Es mejor no afirmar que hablar errado.

Ya lo dijo Marzal, que las palabras

deben crecer hacia la luz.

Y nosotros también, con palabras,

con gestos, con miradas, incluso con silencios,

y nosotros también hacia la luz



 

Desatención selectiva

 

Esta extraña costumbre de mirar

y observar las historias

cómodamente anclados al sofá

mientras que todo pasa más allá,

a otro lado de ti, tras la pantalla.

No hay nada que nos libre

de esta rara tendencia

de contemplar sin ser protagonistas.

Esta frecuencia extraña

de ver escenas tristes de vidas inventadas

y sentir la empatía de lo que no sucede

y lo sabemos, o ésa que nos acecha

de aquello que sucede realmente

pero no nos incumbe.

Lo más sencillo es darle a otro botón

que nos lleve a un canal

en el que nada cueste asimilar,

cómodamente anclados al sofá,

que somos solamente espectadores

y que podemos apagar el mundo

con un sencillo gesto del pulgar.

 

 

 

Extremos

 

Dicen que los extremos se tocan

muchas veces: las puntas de los dedos,

la izquierda y la derecha, la infancia y la vejez,

el sueño y la vigilia en esas horas vagas

de extremos pensamientos y poemas.

Dicen que no son buenos

en sí mismos ni en sus implicaciones,

los extremos, más uno, menos uno…,

los extremos…

Tal vez principio y fin entre nosotros,

quizás cuando te miro y observo

que me miras quedando retenido

en tus extremos, tú en los míos,

buscando el justo centro en que se tocan.

 

 

 Olvidos

 

Siempre te olvidas algo, los pendientes

donde te los quitaste, un collar

que ni recordarás haber traído,

un anillo, tal vez, o dos anillos

huyendo de tus dedos fugitivos;

a menudo te olvidas el tabaco,

por tu premeditada obstinación

de no querer fumar cuando estás sola,

y el mechero también sobre la mesa;

siempre te olvidas algo cuando marchas,

un cinturón que, por decorativo, no te falta,

el paraguas también, por si la lluvia,

o las bragas al fondo de las sábanas.

Te olvidas ciertas cosas que no siempre

te son imprescindibles y un rastro de tu paso

se queda entre mis cosas

como por un azar diseminadas, quizás

como pretexto para poder volver;

mas yo, que no te olvido,

hago de esos descuidos permanencia

y encuentro en los objetos que te dejas

el regalo casual de tu sonrisa.

 

 

En Días pares e impares

 

(Fuente: Voces del extremo) 

 

 

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