Hacia la luz
No juegues a ser dios porque eres, a lo sumo,
nada más que un suspiro intrascendente
del aliento total del universo; no creas
que eres parte de una veracidad casi divina
aunque tengas acólitos
que aplaudan sin pensarlo tus aseveraciones.
Es mejor que no digas, o que sepas
que todo lo que digas trasciende a lo que callas.
Es mejor no afirmar que hablar errado.
Ya lo dijo Marzal, que las palabras
deben crecer hacia la luz.
Y nosotros también, con palabras,
con gestos, con miradas, incluso con silencios,
y nosotros también hacia la luz
Desatención selectiva
Esta extraña costumbre de mirar
y observar las historias
cómodamente anclados al sofá
mientras que todo pasa más allá,
a otro lado de ti, tras la pantalla.
No hay nada que nos libre
de esta rara tendencia
de contemplar sin ser protagonistas.
Esta frecuencia extraña
de ver escenas tristes de vidas inventadas
y sentir la empatía de lo que no sucede
y lo sabemos, o ésa que nos acecha
de aquello que sucede realmente
pero no nos incumbe.
Lo más sencillo es darle a otro botón
que nos lleve a un canal
en el que nada cueste asimilar,
cómodamente anclados al sofá,
que somos solamente espectadores
y que podemos apagar el mundo
con un sencillo gesto del pulgar.
Extremos
Dicen que los extremos se tocan
muchas veces: las puntas de los dedos,
la izquierda y la derecha, la infancia y la vejez,
el sueño y la vigilia en esas horas vagas
de extremos pensamientos y poemas.
Dicen que no son buenos
en sí mismos ni en sus implicaciones,
los extremos, más uno, menos uno…,
los extremos…
Tal vez principio y fin entre nosotros,
quizás cuando te miro y observo
que me miras quedando retenido
en tus extremos, tú en los míos,
buscando el justo centro en que se tocan.
Olvidos
Siempre te olvidas algo, los pendientes
donde te los quitaste, un collar
que ni recordarás haber traído,
un anillo, tal vez, o dos anillos
huyendo de tus dedos fugitivos;
a menudo te olvidas el tabaco,
por tu premeditada obstinación
de no querer fumar cuando estás sola,
y el mechero también sobre la mesa;
siempre te olvidas algo cuando marchas,
un cinturón que, por decorativo, no te falta,
el paraguas también, por si la lluvia,
o las bragas al fondo de las sábanas.
Te olvidas ciertas cosas que no siempre
te son imprescindibles y un rastro de tu paso
se queda entre mis cosas
como por un azar diseminadas, quizás
como pretexto para poder volver;
mas yo, que no te olvido,
hago de esos descuidos permanencia
y encuentro en los objetos que te dejas
el regalo casual de tu sonrisa.
En Días pares e impares
(Fuente: Voces del extremo)
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