(Un poema para Adriano)
Los pájaros.
Las flores del almendro.
Me sorprende cómo he pasado el día
sin mirar a través de las ventanas,
sin alzar los ojos al cielo.
Ojos perdidos entre páginas
que no puede arrastrar el viento.
En mi pequeño puñado de polvo
me preocupa todo de ti;
y cada sonrisa tuya es un leve
alivio que me llena el pecho.
La levedad.
Mi pecho que tan a menudo oprime,
que duele grave,
que el aire no atraviesa.
Pero hoy mis ojos solos se han parado
en el jardín
y de mis dedos crecen flores.
Cantan los pájaros
desde mis dedos.
Ya poco importa mi pecho oprimido.
Porque estás tú, que naciste casi en primavera.
Y no sabía yo que las flores del almendro
adornarían así mi cuerpo, que fue tuyo.
Me has regalado una piel nueva.
Y ahora, cuando yo te rozo,
sé que mi corazón late en la piel,
que el pecho duele, lastimado
porque no alcanza sus minúsculos
latidos.
De Alumbramiento
Poesía Cálamo
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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