Detrás de la montaña del miedo
Yo esperaba de nuestro extraño amor, que tú llevaras en el bolsillo una balanza,
que rasgaras mis añiles con bisturís.
nunca quise tener una familia, ni una casa.
Anhelaba, apenas, un diálogo con lo desconocido.
Me gustaría que hicieras amputaciones
en la esquina de la desesperación,
que mates al fauno que nos espía, aquí
entre lunas profundas y ensaladas de rabanitos
hipnotizados.
La cerveza cusqueña no está helada y no embriaga.
El temor en cada paso me atrae hacia tu voz.
Sí,
tu voz existe, aquí,
en el húmedo jardín de los valles inalámbricos.
Tropiezo con las nubes, los muebles, el baúl chino que superó el naufragio
y la invasión a Nanjing.
No hay faldones bordados, ni limones sangrientos.
Máscaras argentinas esconden su devoción a los espíritus negros del mar.
La camisa apolillada de un padre que abre y cierra la boca como una rana,
ya viejo, ya ciego, por eso amante…
Señalando con el dedo.
Hay una mazorca de maíz traída de Cajamarca, se ha secado.
¿Qué vicio perpetuo te hace maestro de nuestro temor?
Gira la manivela y desciende hasta que te apiades de mi miedo.
No intentes deshojar la flor absurda de mis dubitaciones sobre la Patria.
Celebramos sobre las tumbas, como verás,
también es mentira que la muerte provoca tristeza.
Sólo hay que acostumbrarse.
Ser espectador es un trabajo que va de la mano con tu elocuencia
La voz cuadrangular de un periodista televisivo, hornea pétalos y espigas en la piedra,
para seducir a niños sin sierpe ni carros chocones.
Tú eres un hombre dorado lleno de miedo.
Encendemos el gramófono y pagamos para verte llorar.
(Fuente: Sol poesía)
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