Bosquejos para observar la obra de Anselm Kiefer
(inéditos)
Quizá esos restos deban ser
enterrados en barro rojo
rojo era el trazo de las manos en las grutas del sur
y la cabeza de un pájaro en la intemperie
también el fruto sangriento del olivo
la arena que se asemeja
al lodo de la creación puede esconder
el cuerpo que espera
el barro de la vida es siempre
el barro de la muerte
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sobre los restos veo lo que deseaba ver
y lo inacabado
moscas, lombrices, huesos
y aquellos papeles donde podíamos leer
“Nacht” y “Himmel”
veíamos
el suelo y el lodo
los túneles donde se perdía
la oscuridad
una pared desmoronada
mezcla cascotes con reliquias
un cuerpo resucitado entre los colores
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“los libros de Anselm Kiefer”
se acumulan debajo del mar
los restos de líneas trazadas en el papel de acero.
es el óxido y la mano del agua
y el resplandor del sol sobre
las palabras oscuras. el sol que
brilla sobre una hoja de felpa
invierte el sentido de la cruz. un antílope
cansado se detiene y espera.
leemos en cada libro
pesado como el pan
el infierno y la conquista
“Kiefer susurra un verso de Paul Celan”
compartimos el mismo deterioro y
la misma lástima por el desierto.
El deterioro de cada palabra es también
la caída de nuestra ciudad. abandonaste
lo que veías lejano. abandonaste lo que veías
caer como el horizonte.
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lo más lejano que he visto
es el mar. parado en la orilla
el horizonte azul se vuelve ocre
como las almas. el horizonte siempre
lejos como un pequeño dios
que escapa de la desolación.
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“tomo una rama
cortada de un árbol muerto. los ojos
cerrados como una tumba de arena.
una rama y un crucifijo. donde no hay
horizonte la voz se asemeja al alarido”
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“los paisajes y el fuego”
bajo la tierra seca
se apoyan
las semillas y los huesos,
las plumas de un pájaro junto a
la ceniza de la madera.
lo viviente y lo sólido.
una piedra se vuelve
parte de la piedad.
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una anotación sobre Piet Mondrian, 1913
miraba por una ventana
gira su cabeza
mira el cuaderno y escribe
sobre la forma de los árboles y la transparencia.
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es 1977 y Anselm Kiefer desconoce la forma de la arena.
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alguien tomó cinco soles
del cielo y construyó la
señal del abandono
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en una playa con piedras y lava
estaba el cuerpo podrido
de Ícaro.
la arena que recogías era
semejante a lo que agradecías
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“Das Buch (1979-1985)”
cada página
es un desierto
y el gusano que
nace bajo la tierra,
abandona su forma
el libro y la estepa. el libro abierto y la tierra seca.
lo oscuro y lo inalterable
el balbuceo y lo desolado.
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el libro
sostiene en cada página
huesos, arena y óxido
para conocer el mito de la descomposición
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ángeles vacíos como la muerte
flotan como humo y viento
arrastran el mundo y el hambre
arrastran lo poco que conocen desde la inmensidad.
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leía Celan en una habitación
una palabra
que se repite
como la sombra
el sentido de “deterioro”
la sombra y el vestigio de la guerra
que sólo pertenece al óxido
eso que creías blanco
era gris
como la historia y el alma
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das forma a cada cosa
que se descompone entre los aromos
a lo que desciende como la hiedra y la vejez.
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confundimos la piedra con el arroyo,
la forma del aire con la sepultura
lo que queda de la infancia
lo que queda de la guerra
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todo lo que puede mirar entra en los márgenes:
un lápiz y el crucifijo de bronce,
parte del bosque y la luz que lo atraviesa,
la foto enorme de un paisaje de ceniza,
un poema breve que dice “Anselm Kiefer pinta sobre otras imágenes”.
como un viejo arcón, guardaba
la naturaleza seca, herrumbre,
fuego, ceniza y desolación
+++
Volver a A. K.
en el ocaso vivía un buitre
oscuro como la montaña
la letanía y el ocaso que se repetía
entre estos restos construías la última
imagen de tu aldea
(Fuente: Revista Altazor / vía Alejandra Boero)
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