lunes, 27 de enero de 2025

Yanier H. Palao (Cuba, 1981)

 

 

Todos muestran sus mejores galas. No sueñan, aquí el sueño no existe. Viajan, van formando con ayuda de otros las imágenes del gran circo. Son fuertes, hábiles en su trabajo, bellos, demasiado bellos. En cambio, son peces -todos los son-. Yo tengo cara de anfibio. Un pez tiene su precio; a veces puede costar hasta tu propia existencia. Ya hasta los peces han dejado de ser inofensivos.

 

***

 

Los muchachos abren sus bocas

-escuchan la radio,

despliegan las manos por las agendas-.

Otros visten de mujeres

perfuman la ciudad.

Los vestidos de la apariencia flotan.

Esta es la noche de los caballos.

En un lugar cercano

se destila el néctar de un ron

que después de beberlo seremos lúcidos,

es la embriaguez de una generación.

Puedo ver las manos que cogieron al cerdo

para venderlo

en deliciosos y pobres manjares.

Desconozco la membrana divisoria.

Clavo las espuelas en el cuerpo del caballo

atravieso la garganta.

Nadie puede salir.

Aprieto las manos,

empujo la daga que corta,

las devoradas figuras

que se alzan.

 

***

 

Puedo verlos

están ahí;

Me acechan los árboles plantados

árboles que Dios puso y dispuso

para mí.

Ahora ellos pasan con sus uniformes,

con sus carpetas;

algunos desparramándose,

entregándose.

Otros ríen

aman algún secreto

o algún secreto los ama.

Los miro con sus bicicletas.

Tengo deseos de ir a besar

a cualquiera.

 

Puedo verlos

gente protegida detrás o debajo de sus

paraguas.

Esa pertinaz llovizna

el agua baña los cuerpos,

el agua corre y se desliza

por los valles.

 

Estoy detrás del marco

de la ventana.

Hombres sudorosos,

caballos de madera,

carrusel que gira sin moverse.

Puedo levantarme, andar,

ir creciendo junto a los inmóviles árboles.

Dicen que tengo los ojos tristes,

que he llorado -el amor vuelve-

esos deseos de ir recobrando la desnudez,

aquellos labios,

manos que me escriben,

calvicie que he besado

con la mirada,

árboles que florecen,

árboles plantados

que Dios puso

y dispuso

para mí.

 

***

 

Sobre tu cuerpo

desde abajo

en un costado

de espaldas.

En acróbatas posiciones

del amor clandestino,

sobre tu cuerpo.

 

***

 

Un loco me mira

me enseña los carteles lumínicos.

Yo limpio los platos

de una amiga por comida.

Un hombre de manos largas

me regala un billete

(dice que me dará suerte).

El hombre es hermoso

pero también me vigila.

Sólo encuentro asfalto

rellenando los huecos

Hundo mis dedos

hasta lo profundo,

calmo este desvelo.

 

***

 

Cadena alimenticia.

El que trabajaba en la gasolinera

le vendió combustible a la víctima;

la víctima trasladaba la carne.

En el trayecto a la casa del punto:

la víctima fue asaltada

por el asesino;

el asesino mató a la víctima,

para poder vender en piezas

el motor.

El hijo del asesino

fue mordido por el perro

que vio cuando mataron

a la vaca.

El asesino duerme

en una litera de cemento.

El perro está amarrado

debajo del algarrobo

donde ahorcaron al gato

que se tomó la leche

del niño.

El hijo del asesino

suelta espuma por la boca,

delira

tiene fiebre.

La rabia de todos.

 

***

 

El silencio grita

mi madre grita

los profesores gritan

las exposiciones gritan

los políticos gritan.

Las calles gritan

La piel grita

La música grita

Las cazuelas gritan.

Yo

padezco

de sordera.

 

***

 

Afuera la gente

sigue tratando de llegar

de alcanzar

Caminan como

sí por los alrededores

no hubiera nadie

como si fuera

una constante competencia.

 

Ni siquiera saben

dónde ponen los pies:

caminan mirando hacia delante,

avanzan sin saber,

se alejan en la búsqueda.

Caminan por

debajo de edificios en ruinas.

Una muchacha abre

la ventana de su cuarto;

me sonríe.

Un hombre gris

mira el metro contador.

Un perro come una hamburguesa bañada en

salsa de tomate.

 

Tengo hambre.

En los corredores las mujeres se pintan las uñas, los niños construyen un mundo de barro.

Tengo hambre.

 

Ayer un viejo me regaló un poema

mirándome a los ojos;

hacía rato, nadie me miraba así.

Eran hermosas sus manos,

hermosas y casi muertas.

Hay olor a cadáveres.

 

En las calles

hay olor a carne que se pudre.

Tengo hambre.

Hay basura en las calles,

basura de productos importados:

cajas de cigarros,

botellas plásticas,

vasos desechables,

una postal con la imagen

de la rosa búlgara;

la dedicatoria A Mamá

la misma,

la de casi todos.

 

Pero Mamá siempre se emociona

al recibir la

misma cartulina

con la tonta flor

y aún más tontas palabras.

 

Algo me dice que me vaya

que no me quede

detenido mirando

el resplandor del mediodía.

Acaricio mis pies,

rozo mis tobillos

con una hoja de laurel.

Recuerdo cómo aquella boca

humedecía mis dedos.

 

Observo la hoja de laurel,

observo hasta la minuciosidad,

tragando en seco

el instante en que soy feliz

y no calmo mi hambre.

 



Yanier H. Palao (Cuba, 1981). Escritor y artista visual. Ha publicado, los libros: Sombras del solo, Peces en bolsas de nylon, Música de fondo, A la intemperie, Vaciados, Esteros.

Ha recibido numerosos premios se destaca la beca de creación literaria que otorga el proyecto “Torre de Letras”, 2016. En el 2018 publicó Óxido por Letras Cubanas. Recientemente ha salido a la luz País excéntrico. Libro de narrativa. Ilíada ediciones. 2021.

Sus artículos de opinión aparecen con frecuencia en varias revistas. Mantiene la columna

de opinión “Basuras Biología” en la revista de periodismo narrativo El Estornudo

 

(Fuente: La Parada Poética)

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