A CÉSAR CALVO AGRADECIÉNDOLE QUE ESTÉ AQUÍ MANUEL SCORZA
.
En el principio el hombre abandonaba
a sus muertos.
En la piel de las cavernas cinceló sus miedos bellísimos:
descubrió la poesía.
Por eso estamos aquí,
aventando palabras contra el cielo indiferente.
Cecilia, mi hija, juega con sus años:
cuatro guijarros de colores.
La vida pasa tan rápido, César, que una tarde
la miraremos salir para el parque
y regresar hermosísima mujer.
Así es, César, la vida huye tan rápido
que uno de estos días deberíamos
tratar de decir la verdad.
Por favor, qué ocurrencia.
¡El mayordomo tiene órdenes estrictas
de tirarle la puerta al pasado!
Porque jóvenes aúreos,
en las breñas del horror de América combatían entonces
por un mundo más bello.
Mortalmente heridos caían
más que por la metralla llagados
por sus sueños.
Hermosos nacían a la muerte.
Mientras nosotros tatuábamos poemas olvidados
en cuerpos olvidados de mujeres olvidadas.
En chinganas de mala muerte cauterizábamos nuestra melancolía
bebiendo aguardiente que no era Agua Ardiente.
Lenín no apreciaba a los poetas:
cortó groseramente un poema de Maicovski.
Vladimir Maicovski se mató.
Pero Lenín se equivocaba: el Che llevaba
en su mochila
acribillados versos de León Felipe
y Javier Heraud llevaba una carta tuya
en su chaqueta.
El impiadoso río Madre de Dios arrastró su cuerpo,
tu cuerpo, mi cuerpo, nuestra acribillada juventud, todo.
Pero la vida fluye más rápido que el río Madre de Dios.
¡Imposible erigir un mundo nuevo
sin desembarcar en las Indias entrevistas
en nuestros sueños!
Una revolución que sólo es una revolución
no es una revolución.
¡Hay que volcarlo todo, hay que quemarlo todo, hay que arrancarlo todo!
No permitir que vuelva a retornar jamás
la misma realidad,
la misma familia, la misma agua, los mismos padres, la misma
luz, la misma patria, el mismo futuro, la misma tristeza, la misma religión, el mismo sol!
¿Quién se atrevería a absolvernos?
Un inmortal poema nos absolvería.
Pero los años han pasado y no hemos mencionado la Palabra Ïgnea.
La vida es tan fugaz, César, que una de estas tardes
saldrás a comprar cigarros
y regresarás a contar chistes en nuestros velorios.
Y ahora sí te acepto un pisco.
Porque a pesar de esta tristeza, la vida vale
la pena:
estoy alegre, estoy árbol, estoy exaltado, estoy
con mis amigos, estoy relámpago, estoy luz.
Porque el hombre que está más cerca
de su muerte
que de su nacimiento
necesita urgentemente ser feliz.
Hace cincuenta mil años, en la piel
de las cavernas,
comencé a grabar este poema.
Por eso estoy aquí aventando palabras
contra el cielo indiferente.
.
(1977)
Manuel Escorza Torre fue un poeta peruano
(Fuente: Grover González Gallardo Poesía)
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