Tomó mi mano
y se alejó deprisa
con cinco dedos.
No pudo nada
frente a la compraventa
de la belleza.
Puso la mesa
y asentó la silla
de las ausencias.
Tiró la ira
para quedarse sólo
con la repisa.
Oh ángel sabio,
nadie me ha dicho nunca
cómo te llamas.
-Ykuyu-
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