«Crematorio frío. Una crónica de Auschwitz»
Fragmento
—¡Sopa de kapo, espesa sopa de kapo!
—Schöne Suppe, schöne Suppe! ¡Bonita sopa, bonita sopa!
Los
vendedores alaban descaradamente sus mercancías. Los interesados se
levantan a duras penas y hunden sus oxidadas cucharas de hierro en la
«espesa sopa de kapo». Así determinan la cantidad de materia sólida
que contiene. A continuación, comienza el desesperado regateo. Los que
no entienden la lengua del otro, se comunican por gestos. El vendedor de
pan pasa una uña por el mendrugo para mostrar el tamaño del trozo que
está dispuesto a vender. El vendedor de sopa indica un pedazo unos
milímetros más grande. Comprador y vendedor ululan en sus respectivas
lenguas maternas y no paran de lanzar juramentos.
Los
mirones observan la batalla rascándose entre serios y pensativos.
Ellos también hunden la cuchara en la apetecida sopa: alaban, denigran,
aconsejan.
Todo
esto es un atormentador tira y afloja. En su día, incluso la comida
que le daban a sus perros era mejor, y ahora esa misma gente,
abandonándose a sí misma y centrando sus deseos en un único punto, ya
no quiere otra cosa que menos piojos, menos golpes y más bazofia.
Esto
también es el resultado de los experimentos de la barbarie
científica. Cientos de miles de personas puestas a cuatro patas ya ni
se afanan por vencer al animal en su interior.
2024
(Fuente: Descontexto)
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