BARRANCO, DONDE SE TOCA FONDO
BARRANCO, DONDE SE TOCA FONDO
𝘼 𝙡𝙤𝙨 𝙥𝙤𝙚𝙩𝙖𝙨 𝙗𝙖𝙧𝙧𝙖𝙣𝙦𝙪𝙞𝙣𝙤𝙨.
Para acompañar mis versos por siempre,
como la oscura acompaña al todo
irrisorio de nuestras vidas.
Un día respiré y el mar siempre recomenzado entró
como el prana en mis pulmones; o más bien,
yo entré por mi aliento en sus ritmos,
en sus flujos:
mar barranquino de algas
muertas y muymuyes, de yodo y sal; mar
agrisado pero de lisos pescados grávido, sí,
mar de Barranco, te convoco como a un dios,
como a un demonio bello y demasiado viejo para escuchar…
(…)
Un día ya no fatigaré tus adoquines, un día tus escaleras,
hoy polícromas, ya no se acoplarán con mis miradas;
pronto, tal vez esta noche, aun el Barranco triste
y sobrio de mi infancia se esfumará
como lo hace la espuma sucia de las olas
en Las Sombrillas…
Pero quedará impreso en la página
como el trilobite en la piedra marina
—para solaz de otro melancólico, de otro ido como yo—
este sordo testimonio de un tiempo insalvable…
(Ah, pero siempre será bello haber pensado en ti
como en ‘el lugar donde descansa
el alma de los turbios.’
Y días después,
llevado por una fúlgida intuición, hallar
esta escueta y cruel definición en un viejo diccionario:
“Barranco: Etimología incierta. Lugar donde se toca fondo.")
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