El pelícano
Enorme, aparatoso: indefinido
el plexo que calibra gravedades,
aquí se yergue, antiguo marinero,
y tuerce el ojo para mí, solemne.
Tras guiñármelo, negro, me confirma
el recuerdo de un pez que se debate
como una joya que atenaza el pico,
que es a la misma vez sopera y plato.
Las rocas que apuntan la rompiente,
las algas con su lustre, el mar, el cielo:
él, silencioso, imperturbable, observa
en todo su esplendor elefantiásico.
Las patas chuecas, grave el ademán,
como un antepasado del océano,
Sócrates metamorfo bambolea
la carga de ese pecho en equilibrio.
Traduccion de Ezequiel Zaidenwerg
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