Cuatro poemas
Cuatro poemas
“V” de Ruido de fondo (Trópico Sur, 2001).
Estar arriba o abajo a la izquierda o a la derecha
detrás o adelante en el centro o en la periferia.
Pareciera que el movimiento se da en dualidades.
Nadie se queda en el vértice
que nada garantiza salvo una mirada distraída
entre la ventana y el cielorraso.
Por otro lado esta ausencia de certeza —dicen—
es propia del fin del milenio, donde sólo hay
un campo abierto del que conocemos apenas
un pedazo del final:
la serenidad del agua deslizándose por los tallos
de los crisantemos blancos y tal vez algún tordillo
que nos guiaría hacia unos trinos danzantes.
Una cosa parece segura: no debiéramos ver las cosas
desde estas colinas. Solamente.
No doy mucho crédito a las ideas.
Más de las certezas de vivir y morir
que inexorablemente nos ocurren,
el resto es optativo.
Alabar esto, censurar aquello, nos aparta
sutilmente del comienzo donde debiéramos quedarnos,
en movimiento, cerca de la luz que apaga o deja ver,
en forma intermitente desde la ventanilla
de un tren obstinado y veloz
la trayectoria de una hoja en blanco.
“IV” de Tanque australiano (Gog y Magog, 2007).
Ahora que no hay resquicio
con un poco de luz,
cuando las valijas esperan
otro puerto donde anclar,
y es demasiado tarde
para empezar y demasiado
temprano para el final,
que las paredes del mundo están
a punto de asfixiarte y la sabiola
te zumba de tanto andar,
que ya sería hora que madurés,
que pasó tu cuarto de hora
y no sabés si valió la pena
si hiciste todo lo posible
para ver el sol después de la lluvia,
ahora en la hora del salto
hacia la cima, que no era otra cosa
sino un puente un gran puente
con los demás y con el mar que llegaba
hasta tus pies, que podrías darte
el lujo de usar un lenguaje hermético
y no esta cháchara transparente,
que cumpliste cuarenta años y te cuesta
hablar de algo que no seas vos mismo
y el tiempo te apremia, el tiempo
de las últimas miradas sobre las cosas,
ahora cuando todo parece
irremediablemente perdido,
camino
hasta tu pócima
¡Oh, tanque australiano!
“II” de Resonancia de las cosas (Ediciones en Danza, 2009).
Sólo vas a encender el fuego
en la casa
pero elegir y apilar la madera
puede llevarte años.
Además, sólo lo vas a encender
si podés cantar desde el fondo
alguna canción de amor
fuera de la casa.
La casa, la madera, el fuego
serán la materia para sostenerte.
“Soy” de Adentro y afuera (Barnacle, 2019).
Soy mi cara en el espejo
mi cara detrás del espejo
tus ojos en los que me miro.
Soy un animal que apenas aprendió a caminar
el grito callado del espasmo
el agua en las grietas de la tierra
la sombra silenciosa de una calle oscura
el que se encuentra después de un largo viaje
el que duda más allá de los límites de los sentidos.
Soy mis manos y mis piernas
el que se afirma donde no está
el que mira absorto el horizonte.
Soy cerca y soy lejos
soy el otro que fui una vez
y el que seré si soy
lo que no puedo dejar de ser
el margen de mí mismo
soy
soy
soy adentro
y afuera.
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Fuente: Revista El Cocodrilo Agosto 2022
(Fuente: Oscar Vicente Conde)
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