miércoles, 26 de julio de 2023

Patricio Torne (Helvecia, Santa Fe, 1956)

 


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Poemas

 






 

 

 

 

 

 

 

 

 

TODO SE DEGRADA


Las cosas se degradan, paulatinamente se encaminan a un final de cenizas, de humo, o de olvido. Las figuras que alguna vez amaste se degradan, no importa qué lugar ocupan en la memoria, o el corazón, su destino ha sido inevitable. Quizá quede un resquicio de ellos para que el historiador, el antropólogo, haga su ensayo, aunque es excepcional y con las especulaciones no alcanza. El final es más terrible de lo que son capaces de pensar los degradados. Están los que a sabiendas, no más que por la gloria, se degradan, pero no ha de servirles, más temprano que tarde ya serán despreciados por la memoria, absolutamente degradados.  Habrán sido periodistas, dirigentes, cantautores, cadetes de poca monta, patrones, asalariados, o simplemente tipos a los que se confundieron con señores. Ese final, como un pozo infinito donde alguna vez (nunca es seguro), alguien dejará caer su mirada para confirmar que todo se degrada. Un final de cenizas, de humo, o de olvido.
 

SIN BAILAR


La felicidad, según dijeron, nos caería como una gracia, una dádiva, del cielo. Una legión de cruzados vendría con ella a espantar los malos presagios. Nosotros que sobrevivimos a las peores tormentas, que sabemos de qué se trata cuando los dientes de la trampa se clavan en los tobillos, estábamos atentos a cuando el brillo de la fiesta despuntase como el lucero. Pero el cielo siguió como de luto, como una pizarra donde, de querer, podríamos escribir un sinnúmero de insultos. 
El aire está a punto de estallar y es posible que te sientas impotente ante ese fuego que se viene.
Si de alguna afección se trata, lo advertimos: no intentes acudir al nosocomio, la descomposición puede afectarte; los pacientes allí siguen esperando la voz que, como a Lázaro, los anime a levantarse. 
Estamos asistiendo a un relato donde vuelven los fantasmas que hicieron de las suyas en un texto dramático.
Es extraño lo que pasa, el silencio aturde y los bullangueros anunciadores de la fiesta están como pequeños animales apaleados. 
Estamos sin bailar. 
La felicidad, al parecer, no se regala. 
 

VER PARA DECIR


Más he querido ver,

y más

confundí lo que existía.

Fata Morgana, espejismo

o ambliopía, da igual

ante la imposibilidad

de reconocer

lo que en verdad

se mira.

Ahora es imposible

distinguir entre luz

y claridad,

sombra

y ceguera.

La falta de certeza

corroe el lenguaje,

y no es que me niegue

a abrir los ojos

para hablar

correctamente.
 


JIRONES DE UNA VESTIDURA


De la dicha a la lujuria todo 
lo que ha sido ofrenda ya es castigo. 
Nada de lo que pueda ser gozoso 
ha de quedarnos. 
El desierto que empezaba lejos de casa, 
ahora queda aquí mismo. Tengo la boca 
llena de arena y el corazón vacío. 
Si la pena fuese una pócima 
todos estaríamos sanos o locos de alegría
pero esta ciudad y los míos ya somos 
una antigüedad una pieza de museo 
que se adora se cuida se respeta 
porque estamos muertos. 
La muerte todo lo vuelve bueno
Lo bueno está muerto
La muerte es un desierto 
metiéndose por la boca.
Somos jirones de unas vestiduras 
rasgándose en lugar equivocado.



ESA NO ES LA CUESTIÓN


No hay pócima suficiente, ni pastilla 
capaz de calmar los pliegues 
entorpecidos del corazón. 
¿Llueve? 
En los bosques nacen y mueren 
pájaros de colores encendidos que nadie ha visto. 
Tensa el músculo, los órganos contraídos 
se mueven, saltan convulsivamente
como esos pescados puestos en la arena, 
se cansan sin que la cura llegue. 
Pobre del gusano queriendo escapar 
de la rapacidad en tránsito. 
Placebo imposible, y el sol saliendo día a día 
derritiendo los polos. Todo importa, 
la velocidad permitida en las autopistas, 
la data meteorológica, la mortalidad infantil, 
los nuevos gobiernos, 
las dictaduras impuestas, 
la vida de las ballenas, pero nada es tan importante 
como ese corazón que ya no resiste 
ni cuidados excesivos, ni vicios, 
ni tan siquiera la atenta mirada 
de los que siguen a su ídolo. 
Alguien pide silencio, pero el océano 
descarga sus olas con violencia, 
nadie se da cuenta que esa no es la cuestión. 
Cuando menos se lo espera, 
un vaso de agua sirve para ahogarte definitivamente.
 


RACHAS


Esos días donde las cosas, más que nunca, se ven atraídas por la fuerza de gravedad, y se nos van de las manos, estallan contra la dureza que les devora las formas. De algún modo, ellas provocan su final. Empieza con un vaso, le sigue un plato; una taza del juego que te regalaron y vos nunca usabas; un objeto de cerámica que hasta ese momento no significaba nada. Ni el clima, ni las estaciones tienen que ver con esto, es como si un maleficio despierta de repente y todo se desencadena. El tacho de basura espera sus restos como una fosa común.  La lámpara del baño, y a esa, otra de la cocina, hasta que vos no querés prender ninguna por miedo a quedarte a oscuras para siempre. Así enero, y esos seres amados que fueron partiendo. Huecos que la memoria no alcanza a rellenar, Uno sabe que lo de ellos es definitivo, no le sale pensar qué energía, música, o frecuencia se los lleva, y termina repitiendo frases hechas. Entonces viene ese dolor mudo y ciego que te queda en el cuerpo sin permitirte dejarlos descansar en paz. Uno, como puede, se abraza a ellos e inventa modos de celebrarlos, porque sabe que la tristeza no ha de servir para nada.



UN MODO DE APRENDER


Edvard Munch sale de su casa 
lo empuja el cansancio y lo atrae 
eso que abruma. Él sabe 
que no se anda a la deriva 
se anda ciego 
por las fulguraciones que irradian las cosas.
Hay que salir y acostumbrarse
a esa intensidad con las mismas reservas 
que lo hacemos cuando de la oscuridad 
pasamos a los rayos del sol 
y empezamos a distinguir: 
esto es trigo esto maleza 
esto es pan esto es mendrugo
esto es ternura  
y esto es resentimiento. 

Sabe bien que eso que atardece 
no es merma es luz que huye hacia otra parte 
entonces dice “me daba miedo 
mi propia sombra a la luz de la luna”
Un modo de aprender 
donde hay quienes se enfrentan 
avanzando ante esa lumbre 
cegadora de las cosas 
(igualitos que polillas atraídas por la lámpara)
y hay quienes vuelven a la oscuridad 
más ciegos que nunca
sintiendo que allí nada ha de pasarles. 

Él sabe de seguro que alguno 
sucumbe en la batalla por sostener 
los frutos del aprendizaje
con una valentía
propia de los que fueron más allá de lo posible. 
Entonces grita y se toma la cabeza 
porque siente que no hay retorno 
de ese paisaje áspero y sinuoso.

otros morirán en la primera oscuridad 
sin siquiera saber que había frutos.

(Textos inéditos incluidos en el volumen RACHAS  de próxima aparición)
 
 

Patricio TORNE (Helvecia, Santa Fe, 1956) Poeta.  Reside en Villa Mercedes, San Luis;  donde coordina Talleres de Escritura en la Secretaría de Extensión Universitaria en la Universidad Nacional de San Luis. En 2010 comienza a coordinar el Ciclo Pretexto del que han participado poetas de todo el país.
Entre otros libros ha publicado: Órbita de Endriago (1990); Helvecia y otros tópicos (1990); Donde muere la lógica (1992); Anacrónica (2000); Materialismo Dialéctico (2015); Capital Simbólico (2017); Frenesí (2017).
 
 
(Fuente: Alpialdelapalabra)

 
 


 

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